Toda persona sufre una evolución a lo largo de su vida.
La gente que te rodea, los sitios que visitas, los libros que lees y las demás influencias externas influyen en dicha evolución.
Te proporcionan estímulos que cambian tu forma de ser, tu forma de pensar, tu forma de interactuar con el mundo.
Llega un momento de nuestro crecimiento que nuestras hormonas provocan cambios drásticos en nuestras emociones, en nuestros sentimientos, en cómo vemos a las demás personas.
Durante ese período de mi vida (entre los 15 y los 18 años) me dediqué a escribir estas emociones como vía de escape a mi timidez.
Las palabras brotaban de mi interior y necesitaba verlas escritas para almacenar mis recuerdos de esa época en la que el amor, el dolor, la felicidad y el sufrimiento se viven más intensamente.
Son un recordatorio de lo joven e introvertido que fui.