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piornal

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Algo sobre mi persona

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He nacido en el seno de una familia humilde (privilegio al que no renuncio, pese a vivir tiempos en los que esta condición social no resulta atractiva para muchos), jóvenes, esperanzados y bien avenidos -lo que me proporcionó una infancia feliz y tranquila-. Vi la luz en estos pagos serranos, que no son otros que el pueblo de San Lorenzo de El Escorial, en la sierra madrileña. El monasterio de este lugar -conocido allende las fronteras- ha sido el mejor juguete que jamás haya tenido un niño gurriato (que así llaman a los de San Lorenzo para distinguirlos de los de El Escorial, que llaman caciques). Un poeta de la localidad, José María Suárez Campos, ha sabido como nadie cantar de lo que hablo. Por las Lonjas del Monasterio hemos vuelto en brazos del padre, en sus muros hemos dado los primeros besos prohibidos a la novia temblorosa y emocionada; como también hemos visto pasar el ataúd de nuestros mayores. De mi juventud recuerdos que vuelan como las blusas al viento, escarceos chicoleos, amigos que no se olvidan. Tuve un maestro -José Antonio Huertas Muñoz-, de los que no se olvidan y que siempre creyó en mí .Pasé por la Universidad sin que mi padre pudiera verme -se hubiera emocionado, porque para él el conocimiento es lo único que salva a los pobres-. Me busqué la vida como puede, teniendo que ayudar a salir para adelante a una familia numerosa -seis hermanos-donde faltaba el padre. Conocí a una mujer -bendita la hora, el día, el mes y el año- con la que me casé y me dio tres hijos. Ha sido lo mejor que me haya podido pasar en la vida. Publiqué mi primer libro siendo un imberbe y me lo prologó el otrora Rector de la Universidad María Cristina, Octavio Uña Juárez. Dijo en él cosas muy hermosas. Después conocí a un escritor, Miguel Alonso Calvo -Ramón de Garciasol- a quien hice de amanuense muchos años. De su galana prosa aprendí mucho de lo que sé. Y de sus consejos literarios. Hubo otro gran escritor, el novelista Manuel Andújar, quien también me brindó su amistad y sus consejos. (No se debe de olvidar las Tertulias del Cafetín Croché, en las que han participado la flor y la nata de la Cultura española, ni tampoco podemos olvidar a los dueños del Croché, ni a los de la Librería Arias Montano, sin los que no hubiera sido posible). Viví y trabajé una larga temporada en Galicia, donde nacieron mis hijos. Allí conocí a dos personas: Fina Casalderrey, que es Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, quien me ha ayudado en muchas tareas. Y a Manuel María, excelente poeta, con quien también estoy en deuda. He publicado algunos libros: Ilusiones del almendro, Versos contigo, A quien conmigo va -que tiene de entrañable el estar dedicado a mi esposa-, Prosas escurialenses, con ilustraciones del buen amigo Félix Bernardino, o Líneas y Palabras, con ilustraciones de Manolo Salamanca. La Caja de Pontevedra, me publicó Intrahistoria de Marín, un libro exitoso. Los ayuntamientos de Santa María de la Alameda y de San Lorenzo de El Escorial, dos crónicas de los distintos pueblos. En la Universidad de Santiago, dentro del ciclo Sesenta años después participé en las ponencias sobre el exilio español, con el honor de compartir mesa con don José Luis Abellán, Sánchez Albornoz, Alicia Altez Vigil, Francisco Caudet o el propio Xesús Alonso Montero; inolvidable. He sido una etapa librero. Creamos un premio de poesía -Manuel María-, una revista -Acibal- y unas tertulias por las que han pasado, entre otros, Xavier Alcalá, Neiras Vilas, Fina Casalderrey, Hipólito de Saa Bravo. En esa época publiqué artículos en el Faro de Vigo y en el Diario de Pontevedra. Uno de estos artículos, según la opinión del ilustre escritor Gonzalo Torrente Ballester, mereció ganar el tercer puesto del Premio Nacional de Periodismo Julio Camba Fue algo extraordinario. Poco más que contar. Hago mío los versos de Machado: A mi trabajo acudo, con mi dinero pago, el pan que me alimenta y el lecho en donde yago Vivo en un pueblo tranquilo, donde cultivo mi huerta, tengo mis animales y vivo feliz con mi esposa. En las horas que le robo al descanso o a mi familia escribo. Ya lo avisó Cervantes: En el poeta pobre, los mejores horas del parto se los lleva en buscar el ordinario sustento. No me quejo, ni molesto a nadie. Escribiré mientras pueda o se me alcance. Tampoco busco la gloria ni dejar en la memoria de los hombres mi canción.. Si alguien se acuerda de mí, es de bien nacidos ser agradecidos. Y algún día como tantos descansaré bajo la tierra.