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Editorial Fuenap

En la actual coyuntura histórica Argentina es una clave regional. Sólo que lo es por su debilidad, no por su fuerza.

Desde mediados de la década de 1990 el proletariado argentino estuvo ausente con voz y perfil propios; mientras que las izquierdas, a la vez responsables y víctimas de esa situación de los trabajadores, se degradaron en todos los sentidos hasta desaparecer por completo del combate político. 

El hecho es que incluso ante la omisión política de los explotados, no hay hegemonía efectiva por parte de ninguno de los sectores burgueses. Y no la habrá. No habrá resolución hegemónica en la puja entre proimperialistas y mercosuristas; y tampoco entre el sector de estos que sólo buscan mejores negocios de corto plazo y aquellos que balbucean un programa de soberanía y crecimiento. En ninguno de estos sub-bloques existe un núcleo con fuerza suficiente para imponerse de manera duradera y estable a los demás. No obstante, aun en ese marco de constante desbalance y ambigüedad, hasta ahora la línea resultante ha sido contraria a la voluntad de Washington, dando lugar a un doble saldo de realineamientos al interior del país y de éste respecto de la región y del mundo.

Este dato es esencial en el polígono de fuerzas que define el curso actual y futuro de Argentina, por supuesto, pero también de América Latina. Por eso, nadie que se proponga luchar por una revolución genuina, antimperialista y anticapitalista, podrá soslayarlo a la hora de definir sus tácticas en la ardua labor por alcanzar la unidad social y política de los trabajadores y el conjunto del pueblo.