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Outreia Gaian

Me siento en silencio, enciendo mis velas como enciendo el deseo. Empieza la música y mis palabras danzan junto a las llamas al son de la magia, al son de la fe.

Danzo con ellas sintiendo como la energía del momento entra y sale de mi, juega, me toca, me abraza y me lleva más allá de la realidad inmediata.

El tiempo deja de existir, mi deseo empieza a ser una realidad. Lo que deseo son la luna y las estrellas, deseo la Tierra, el amor y la libertad.

¡Deseo la magia en mis manos, el amor en mi corazón, y la luz en mi cabeza!

Los Dioses me escuchan, disfrutan del ritual y de la danza, pero enviarán el fuego que purifica, la prueba final en la que el temor no tendrá cabida si el sentimiento es sincero y el fin, el bien real.

Me abandono en el sueño, en esta noche nublada, donde la gran dama del cielo no ha mostrado su cara.

Mis ángeles me despiertan con su aullido aterrador al ver las llamas que amenazan la vida, el humo enceguecedor.

Busco agua y apago el fuego y pienso qué augurio más funesto

Trato de encontrar explicación en las cartas cuando la respuesta ya estaba en mi corazón.

Ofrezco incienso a la gran Madre, ordenando a los demonios que han entrado, abandonen mi morada, pues aquí no se les quiere ni se les llama.

Me acuesto de nuevo en mi cama, con la duda pero sin miedo, pues sé que he llamado a la luz con un deseo sincero.

Entonces una brisa fría entra por mi ventana, y veo como las nubes negras del cielo se apartan, para dejar ver la gran luz plateada de la Gran Dama de la noche, ¡en su máxima grandeza!

Siento como me acaricia, reconfortándome, afirmando que mi deseo ha sido escuchado, puesto a prueba y aceptado. Afirmando con su luz que es una realidad., para luego perderse de nuevo en la oscuridad.

Se ha destruido, para que la creación tenga lugar.

Se ha quemado para que de las cenizas el diamante emerja de la oscuridad.

Se ha dejado ver el poder, para que la fe no almacene una sola duda más.

Y como la Tierra tiene sus ciclos, así también nuestra realidad.

Hay que morir para poder vivir.

Es necesario ver las llamas de cerca para poderlas apagar.

Caminar por el humo, para llegar finalmente, con la fe como única guía, a la iluminación.

Outreia