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El Escorial se proyectó inicialmente tomando como modelo arquitectónico el Templo de Salomón porque Felipe II buscaba hacer una casa a Dios, una «Domus Dei», bajo la cual ubicar dignamente la tumba de su familia. La planta de El Escorial no se basa en geometrías mágicas u ocultistas, sino en la primera Casa de Dios en Jerusalén descrita por la Biblia y Flavio Josefo.

El rey sentía tanta afinidad con Salomón que quiso llevarla sin tapujos a lugares destacados del edificio. No hay «códigos ocultos» en El Escorial: Salomón aparece en la puerta de la Basílica, el fresco central de la biblioteca, la celda del prior, las bóvedas de la iglesia y el dormitorio real. Estas referencias al Antiguo Testamento son típicas de la educación erasmista que había recibido el príncipe Felipe, basadas en el peculiar humanismo de los Países Bajos.

Es difícil defender la tesis contraria, la de que Felipe II no quería que le relacionaran con Salomón, y desde luego el rey nunca hubiera consentido frivolidades sobre la tumba de su padre. Entender el origen bíblico de la traza de El Escorial es fundamental para rebatir la gran cantidad de literatura esotérica que ha imaginado un Escorial hermético y a un Felipe II amante de la magia.