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Foro para escritores de Bubok

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raulcamposval
Mensajes: 4.212
Fecha de ingreso: 9 de Noviembre de 2009

RECOPILATORIO 2009. LOLAALARCIA. 11/10/2010 a 17/10/2010

10 de Octubre de 2010 a las 8:30
Señorita Lola, puede usted colgar sus relatos.
lolaalarcia
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  • 10 de Octubre de 2010 a las 18:02
Ópalo Negro

Oscuridad. No resultaba tan malo. Le impedía ver el color carmesí en sus manos, aunque aquello no hacía que dejara de estar allí. No le horrorizaba la idea de lo que acababa de hacer. No era más que una niña aunque comprendiera cosas que ni los ancianos comprenderían.
Permanecía sentada en el suelo, con las manos junto a las caderas. No quería mancharse las ropas. Se agitó y, por un instante, un rayo de luna que se colaba por el techo le arrancó un destello a su melena. Su larga cabellera tenía el mismo tono de la sangre que cubría su piel.
La puerta se abrió y una luz anaranjada hizo huir a la oscuridad relegándola a todos los rincones de la cabaña. Una mujer, ataviada con un faldón oscuro y con el torso desnudo cubierto de collares, entró detrás de la que hasta ese instante había sido su madre. La niña las miró sin ninguna expresión. Ya sabía lo que vendría a continuación y sabía que no había vuelta atrás. Sin que se lo pidieran, se puso en pie y miró fijamente a la desconocida.
-¿Cómo he de llamarte? –le dijo.
-Ópalo –contestó la niña que hasta hacía un par de horas había sido Penélope. La chiquilla se comportaba como si fuera una adulta, aunque de vez en cuando volvía a ser una niña. Después de lo que había sucedido aquella noche ya no le estaría permitido serlo más.
Había escogido aquel nombre porque era como la llamaba su abuela, la única persona que siempre la había tratado como a una persona. Pero aquél nombre era mucho más que un bello recuerdo. Era el nombre que había tomado el mismo día en que fue consciente de que no era como los demás. No era normal nacer con los cabellos del color de la sangre y las niñas se habían burlado de ella siempre. Por eso Penélope decidió que debía teñir sus cabellos para evitar las burlas y con apenas cinco años buscó entre los ungüentos de su abuela hasta que encontró un poco de sangre de brila, un extraño animal parecido a los sapos que solían utilizar las sacerdotisas en sus brebajes. Se lavó el pelo con la mezcla sin saber que una de las propiedades de aquella sangre era su acidez. Cuando su abuela la encontró ya era tarde, tenía la piel tan irritada que tuvieron que afeitarla por completo para poder curarla. La niña se entristeció tanto que no quiso salir más fuera de su cabaña hasta que un día su abuela fue a visitarla y le contó una antigua leyenda sobre una antepasada suya.
-Aquella mujer estaba destinada a hacer grandes cosas. Tenía los cabellos igual a ti y aquello provocó que fuera marginada. La expulsaron de la tribu y durante años tuvo que vivir sola en el bosque. Fue entonces cuando comenzó la guerra. La reina Hatti partió de la Gran Cúpula de Cristal hasta los bosques y cuando se adentró en el bosque que rodeaba el poblado fue atacada por las adoradoras de Aclis. Nadie sabe a ciencia cierta cómo aconteció la batalla, pero lo cierto es que el séquito de la reina cayó y la misma reina hubiera muerto de no ser por ella, Escarlata. Terminó con la vida de todas aquellas brujas oscuras y evitó que la más grande de todas nuestras reinas muriera y nuestro pueblo cayera con ella. Por eso, Penélope, no debes lamentarte nunca de tu desgracia, porque nunca podrás saber a dónde te llevará el sufrimiento o la alegría. Escarlata sufrió mucho por nacer con el pelo de fuego, pero fue eso mismo lo que impidió que la Gran Hatti muriera. Tú debes estar por encima de todas esas envidiosas que ven en tu cabello algo que te hace diferente. No debes olvidar nunca que eres especial y que tu cabello solo es un diminuto reflejo de lo especial que eres.
Aquel recuerdo se había adherido a ella desde que fue consciente de la vida que había arrebatado. No era como las demás.
La mujer que acompañaba a su madre le entregó algo envuelto en una vieja tela. Escarlata lo recogió sin apartar su mirada de la de la extraña y contuvo el deseo de abrirlo.
-Sabes que tienes que acompañarme –le dijo y la niña asintió en gesto afirmativo -¿Cuántos años tienes, Escarlata?
-Nueve –dijo la niña apretando el bulto entre sus manos. La sangre se había resecado y la piel estaba tirante.
-Nueve… -dijo la mujer con la mirada perdida –Yo ya era una mujer cuando pasé la prueba.
-Penélope es… era una niña, pero se comportaba como una mujer.
Escarlata sintió que los ojos comenzaba a arderle. En ese instante supo que no debía llorar. Sabía lo que iba a sucederle antes de clavar aquel cuchillo en el vientre de aquel forastero. Y aún así lo había hecho. Apretó los puños clavándose lo que había dentro de la tela y su sangre se confundió con la de su víctima. No le importó el dolor.
-Despídete de tu madre, te esperaré fuera, Escarlata –le dijo la mujer dándole la espalda –Y recuerda que nunca más tendrás la oportunidad de volver.
La madre de Penélope esperó inmóvil, como si de repente tuviera miedo de su propia hija. La niña miraba hacia la puerta sin atreverse a mirar a su madre a la cara. Se suponía que lo que había hecho era algo glorioso, pero ella no se sentía gloriosa, se sentía rota, como el día que trató de teñir sus cabellos sin éxito.
-Dime que no quieres irte y te ayudaré a escapar –le dijo su madre abrazándola con fuerza.
-No ha sido un accidente, madre –confesó sin poder evitar que las lágrimas escaparan de sus ojos –Decidí ser yo la que se marchara con ellas.
-¿Y por qué tenías que ser tú? –le reprochó su madre agitándola. Sus cabellos revolotearon como llamas de una hoguera azotadas por la brisa -¿Por qué? –la mujer rompió a llorar mientras que Escarlata dejó de hacerlo. Sabía que llorar era algo que ya no le estaría permitido.
-Porque ellas no lo aguantarían –dijo muy seria.
-Tienes nueve años, Penélope –le dijo mientras apartaba un mechón de su rostro –Eres una niña, las otras son ya mujeres.
-Se comportan como mujeres porque es lo que parecen, madre, pero no lo son, son unas niñas.
La mujer abrazó con fuerza a su hija comprendiendo la verdad que había en sus palabras. Para su desgracia, ella nunca había sido una niña, siempre le había hablado como a una adulta, porque siempre había sido mucho más que una cría. Uno la miraba y podía confundirse, pero era demasiado inteligente como para no darse cuenta de que había mucho que ya no era una niña.
-Dime que no quieres irte y lograré que las demás me apoyen. Éramos guerreras, podemos derrotarlas, cariño –la mujer lloraba al mismo tiempo que hablaba, pero Escarlata ya no iba a seguir escuchando.
-Nos convirtieron en sus esclavas, madre, pero hace tiempo que nosotras decidimos seguir siéndolo. No es el momento de sublevarse.
La niña dio un beso en la mejilla a su madre y abandonó la cabaña sin volverse atrás. Cuando salió a la oscuridad de la noche vio que la luna permanecía parcialmente oculta tras las nubes y sintió que el cielo se comportaba como su alma. No se atrevió a mirar a su alrededor por miedo a ver el cuerpo sin vida de aquél pobre infeliz al que ella le había quitado la vida. La mujer que le había entregado el paquete esperaba con cuatro más de aquellas que las habían encarcelado en su propio bosque. Escarlata las miró sin ninguna expresión en su rostro. Su abuela le había contado muchas cosas de esas mujeres y creía conocerlas lo suficiente como para saber cómo debía comportarse en su presencia. Un mal gesto era suficiente para ellas. No necesitaban más para quitarle la vida a una persona. Pero ellas también las conocían y sabían cómo se comportarían.
Hacía mucho tiempo que aquél ritual se llevaba a cabo. Una vez cada cincuenta años. Durante todos esos años el poblado vivía sin señal alguna de su presencia. Cuando regresaban lo hacían con el fin de arrebatarles no sólo los bienes que habían adquirido, si no la paz. Aquellas mujeres se burlaban sin piedad de ellas y las brujas debían aguantar por temor a caer víctimas de sus afilados cuchillos.
Pero Escarlata decidió que aquello debía parar. Aprovechó el descuido de una de aquellas mujeres mientras atormentaba a Liana, una de aquellas que se habían burlado de su pelo. Le arrebató el cuchillo con el que amenazaba a la joven para que la obedeciera y sin pensarlo dos veces le gritó que la dejara. La mujer rió sorprendida ante la chiquilla que se atrevía a desafiarla y desenvainó su espada. Escarlata recordaba el ruido del acero al chocar frenéticamente contra la hoja de su cuchillo y cómo aprovechó el instante justo para arrebatarle la vida a esa mujer. Entonces pensó que la siguiente en caer sería ella. Pero estaba equivocada. Entre aquellas mujeres era algo común encontrar la muerte y ninguna castigaba esa insolencia. Pero sí la reclamaron para sus filas.
-Matando a una de nosotras pasa a ser una de nosotras –dijo la compañera de la muerta –La otra opción es la muerte.
La madre de Penélope no dudó en entregarla, sabía que su hija dejaría de serlo, pero continuaría con vida.
Escarlata se acercó a las mujeres que serían su familia a partir de ese instante y sin mirar atrás marchó con ellas. Mientras cruzaba el bosque, el único lugar que conocía del mundo, no pudo evitar recordar a su abuela. Gracias a ella estaba preparada para ese momento. La fugaz imagen de una de las heroínas de las historias que le contaba de niña regresó a su mente. Se trataba de Ópalo Negro, una mujer que se dejó llevar por el odio y que arrebató la vida de cientos de inocentes. Hasta que llegó el día en que conoció el amor y se arrepintió de todo lo que había hecho. Desde ese mismo instante dejó de ser la mujer que hasta entonces había sido y tomando el nombre de Ópalo Negro se dedicó a ayudar a quien lo necesitara. Ataviada con ropas oscuras y con el rostro cubierto para que nadie pudiera reconocerla recorrió todos los territorios tratando de darle al mundo lo que le había arrebatado. Ópalo también tenía los cabellos carmesíes, le había contado su abuela. Escarlata levantó la vista hacia la luna recordando que no había mirado lo que la mujer le había entregado. Desenrolló la tela descubriendo una brillante piedra oscura, casi negra.
-Se trata de un Ópalo Negro –le dijo la mujer que iba tras ella –Pertenecía a la mujer que has matado esta noche –continuó –Ahora es tuya.
Escarlata sonrió. Pensó en mirar hacia atrás una vez más, pues había decidido que sí regresaría después de todo. Ópalo Negro había muerto muchos siglos antes de que ella naciera pero ella la haría volver. Y lo primero que haría sería devolverle la libertad a su pueblo.
lolaalarcia
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  • 10 de Octubre de 2010 a las 18:06
JANE DOE

Amanecía. La habitación todavía estaba oscura. El hombre que yacía sobre la cama se incorporó y tanteó a su alrededor en busca de la mesilla encontrándola vacía. Palpó las paredes buscando un interruptor y cuando al fin dio con uno lo apretó. Nada. Un relámpago iluminó la estancia delatando una ventana.
Se acercó a ella buscando información, fuera también estaba oscuro, apenas se adivinaban algunas sombras producidas por los coches que pasaban a gran velocidad por la carretera.
Muchas preguntas se agolparon en su cabeza, ¿dónde estaba? ¿Cómo había llegado hasta allí? Y lo más importante, ¿quién era?
Otro relámpago iluminó el cielo y a lo lejos vio la silueta de un hombre. No vio su rostro, llevaba un sombrero bien calado y una gabardina ocultaba su cuerpo. Podría ser cualquiera y eso le hizo pensar en su cara. No sabía cómo era su rostro.
Se volvió hacia la mesilla. Abrió el cajón y rebuscó dentro. Encontró una vieja linterna que alumbraba con una mortecina luz ámbar. Suficiente para no tropezar. Alumbró a su alrededor y vio una puerta entreabierta al otro lado de la habitación. Se dirigió a ella esperando encontrar el cuarto de baño. Empujó la hoja de madera y entró para mirarse directamente al espejo. Se quedó un instante contemplando ese rostro que no le decía nada. Esos ojos que lo miraban desde el cristal le resultaban ajenos. Se acercó y se acarició la mejilla. Tenía una cicatriz que nacía en el pómulo derecho y se abría hasta la barbilla.
La luz de la tormenta lo sorprendió en el mismo instante que recordó algo. Esa cicatriz la tenía desde niño. Recordó el momento, el lugar apareció ante sus ojos en forma de espejismo. Pero era como ver una escena de una película. No conocía a ninguno de los personajes que aparecían en ella. Se volvió hacia la bañera, abatido, aquella sensación era horrible. Necesitaba saber.
En el baño había algo, se acercó, lo iluminó con la linterna y se horrorizó al contemplar lo que era. Eran ropas, su ropa, estaba semidesnudo. Estaban sumergidas en agua y el agua estaba totalmente negra. La pobre luz de la linterna no le dejaba ver lo que era, pero no necesitaba recuperar la memoria para saberlo, el olor... era sangre.
Se examinó de arriba abajo, temeroso de estar herido, pero no tenía nada. Aquella sangre no era suya.
Volvió al dormitorio decidido a encontrar algo que le indicara quién era, pero no había nada, no había tarjetas, carnets ni nada que lo identificara. Se sentó en la cama y se apretó el rostro con las manos. Un trueno interrumpió su desesperación.
Se puso en pie y se asomó de nuevo a la ventana. Allí seguía el hombre de la gabardina, con la cabeza apuntando a su ventana. Cerró la cortina y murmuró casi sollozando: ¿Quién eres?
-¿De verdad no sabes quién es ese hombre? –le preguntó una voz de mujer desde el sillón raído.
Él se volvió asustado. La linterna apenas alcanzó a iluminar el rostro de una mujer, tan hermosa, que a pesar de no recordar nada, supo que jamás había visto otra así.
-¿Quién eres? –preguntó.
-¿Finges que no me recuerdas? –dijo ella.
-No te recuerdo y no sé quién es ese hombre –dijo señalando la ventana –Ni siquiera sé quién soy yo.
La mujer lo miró unos instantes, con desconfianza. Él bajó la mirada hasta sus pies, estaba descalzo. Cuando alzó la vista la mujer se había levantado.
-Es cierto… -le dijo –Ese hombre que te espera fuera –continuó –es el hombre que acabas de matar.
Aquello no tenía sentido. Nada de lo que sucedía lo tenía. Pero las ropas llenas de sangre le daban la razón.
-Y si lo he matado, ¿por qué está ahí? –le preguntó -¿Cómo es posible que lo vea?
-Igual que me ves a mí –dijo acercandosele.
Él sintió deseos de tocarla, pero no lo hizo. Debía estar loca, debía ser una puta que había contratado y que lo había drogado. Por eso no recordaba nada. Por eso estaba aquél hombre fuera, porque debía ser su chulo.
¿Y cómo encajan las ropas en esto? -se preguntó desconcertado.- Miró a la mujer a los ojos y sintió que la conocía.
No era una fulana.
-Te conozco –le dijo.
-Desde que eras un niño –le contestó.
-¿Estás muerta? –la pregunta le resultó demasiado extraña, se volvió hacia la ventana y miró en busca del hombre del sombrero. Allí estaba, inmóvil. Había empezado a llover y el agua resbalaba sobre su gabardina.
-Llevo muerta desde hace veinte años –contestó, pero esas palabras no tuvieron el efecto que hubieran debido sobre un hombre normal, él se volvió y la miró.
-Te mataron por mi culpa –dijo recordando algo que no le parecía de su vida.
-Sí.
Él se acercó a ella y acarició su rostro.
-Pero eras una niña, ¿por qué tengo frente a mí una mujer? –le dijo.
-Tú me pediste que creciera para ti.
-¿Siempre has estado conmigo?
-Siempre, tú me lo pediste, Víctor.
Víctor. Aquél nombre sí le decía algo, pero no lograba averiguar qué. Le sonaba tan familiar y ajeno al mismo tiempo…
-¿Por qué lo maté? –le preguntó a la mujer.
-Porque me lo prometiste, por eso me pediste que me quedara a tu lado.
Víctor sintió que la cabeza le daba vueltas y se vio obligado a sentarse sobre la cama. Demasiados recuerdos volvían a su mente para no quedarse, no lograba recordar nada del todo… miles de instantáneas giraban a su alrededor y se veía incapaz de atraparlas. Cerró los ojos y trató de recordar, pero no lo logró.
-Tienes que irte –le dijo la mujer –Viene a por ti.
-Está muerto ¿no lo he matado? -gritó desesperado.
La mujer le dio un bofetón.
-Yo también estoy muerta –lo miró directamente a los ojos, diciéndole sin palabras: y mira lo que te he hecho.
-No recuerdo quién soy, pero si fui capaz de matar por ti…
-No quiero que mueras por mí –le dijo la mujer llorando, Víctor miró hacia la ventana y cuando volvió la cabeza se encontró con la niña que había sido su amiga.
-No recuerdo nada –casi gritó Víctor –Tal vez sea mejor que muera y que me marche contigo.
La niña se transformó de nuevo en la mujer ante la atónita mirada de Víctor.
-¿Sabes por qué has matado a ese hombre?
-Por ti.
-No, lo has hecho por ti, porque te sentías culpable de mi muerte –le explicó la mujer –Pero no lo eras.
Víctor se llevó una mano a la cara recorriendo el surco de la cicatriz con la yema de sus dedos.
-A mí me cortó la cara, pero a ti…
-A mí me mató –terminó ella.
-¿Y por qué no recuerdo nada? –le gritó.
-Porque yo he hecho que lo olvides. Es mi regalo antes de marcharme.
-Y si me marcho de aquí ¿qué le impedirá buscarme y matarme? –dijo señalando la ventana.
-Yo se lo impediré, pero necesito que te marches de la habitación.
-¿Por qué? No sé a dónde ir.
-Tú no lo recuerdas, pero planeamos todo esto hace tiempo.
-Explícamelo.
-Si lo hiciera, recordarías, y no habría servido de nada.
Víctor la miró con los labios apretados. No quería dejar esa habitación, no quería vivir sabiendo que no volvería a ver esos ojos verdes que lo contemplaban ahora. La mujer le señaló una bolsa junto a la ventana de atrás. Víctor se acercó a ella y la cogió. Dentro había dinero y las llaves de un coche. Las cogió y se volvió para mirar una vez más a la mujer.
-No recuerdo tu nombre.
-Mejor así –le dijo llorando.
Víctor salió por la ventana, sin atreverse a mirar atrás, se dejó caer sobre el césped, apenas había un par de metros y no se lastimó con la caída. Frente a él había un viejo Plymouth rojo que le resultaba familiar. Metió la llave en la cerradura y la giró sin dificultad. Se sentó sobre el asiento de cuero y miró hacia la ventana. Los ojos verdes lo miraban llenos de dolor. Él mismo sentía que su alma estaba rota, no sabía por qué, no sabía por quién… y no lo sabría nunca.
lolaalarcia
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  • 10 de Octubre de 2010 a las 18:07
El Diario de Julius Garber

Glownstown era un pueblo pequeño, Jane había comprado hacía un par de días la única casa que se conservaba de antes de la guerra y se disponía a verla por primera vez. Era enorme, tenía un amplio patio vacío a excepción de varias estatuas de metal y metros y metros de enredaderas. Se acercó a una de las figuras, parecía diferente al resto. Arrancó las enredaderas que la cubrían y vio que no era una estatua, era de metal y parecía articulada. La golpeó con los nudillos, estaba hueca. Se volvió hacia la casa y entró con cuidado, el lugar llevaba abandonado mucho tiempo y las puertas carcomidas no aguantarían mucho movimiento.
Entró en una especie de sala de montaje llena de piezas oxidadas e inservibles. Olía a aceite y humedad. Entre trozos de metal y engranajes encontró un cuaderno gastado. Sopló para quitar el exceso de polvo y leyó el título: Diario de Julius Garber. Buscó la primera entrada:
Octubre de 1883
Me han diagnosticado tisis. Sé que moriré y por eso he decidido empezar este diario y la máquina que deberá prolongar mi vida.
Jane levantó las cejas y torció la cabeza sintiendo curiosidad. Pasó las hojas hasta las últimas anotaciones y leyó:
Febrero de 1885
Hace frío y el viento amenaza con derribar los árboles de mi jardín. Mi mesa está repleta de papeles y cálculos que no son lo que deberían ser. Estoy cansado. La fiebre no baja desde hace días y temo que eso me retrasará. Toda mi existencia creando vida y ahora termina la mía…

*****

El trabajo resulta más duro de lo que pensé en un principio; mi cuerpo enfermo me impide trabajar con soltura. Mis hijos funcionan a la perfección, pero siempre hubo fallos que tuve que resolver tras su puesta en marcha… si esta vez cometo algún error… ¿quién lo remediará? Mi mente todavía funciona con la claridad de antaño, no así mis manos. La artrosis avanza más rápido que mi trabajo y necesito tiempo, tiempo para poder terminar la carcasa. Mis dedos retorcidos por la enfermedad son un impedimento que dejará de existir cuando termine mi obra.
Marzo de 1885
La fiebre remitió hace unos días y eso parece haber aclarado mi mente. Ahora lo veo, cada error, cada defecto en la carcasa y tiemblo pensando en lo cerca que he estado de estropearlo todo. Mi vida… se hubiera deshecho sin más, como un viejo pergamino expuesto a los elementos. Tengo que ser mucho más cuidadoso a partir de ahora.

*****

Hoy ha venido a verme el párroco. Me ha hablado de la muerte, del plan divino… me dijo que el Señor me reclamaba a su lado. Hace tiempo que lo acepté, pero no me resignaré hasta mi último aliento. No temo al Padre… pero no creo que deba ir con él todavía. Su visita ha sido como una inyección de energía que me ha dado fuerzas para seguir con mi trabajo. Vino a pedirme que fuera a la iglesia para realizar unos ajustes en Otis, uno de mis regalos al pueblo para que hiciera sonar las campanas. Tenía un pequeño fallo y precisaba de mis manos. Iré cuando tenga tiempo.

*****

Tengo frío. Sé que no lo hace, pero yo lo tengo… está dentro de mí… me apago, lo siento, mi muerte está cerca y el dolor que ha desaparecido de mis articulaciones me dice que tengo razón. La tos me obliga a detenerme a cada instante y hace tiempo que los pañuelos se tiñen del color de la muerte. Y no tengo miedo a morir, sólo a haberme equivocado. Mi vida entera dedicada a ellos, a mis hijos de metal… el pueblo entero está repleto de ellos. Ayudan a sacar agua de los pozos, a batir la mantequilla, dan la hora, saludan a los niños que juegan en el parque y tocan en la banda del ayuntamiento… todos ellos nacidos aquí, en mi taller, de mis manos… de mi mente. Y ahora me voy, me apago como las candelas que me alumbran. ¿Tendrá éxito mi trabajo? Sé que sí, lo que me aterra es que no lo tenga el del médico… era reacio a seguir mis indicaciones. Su juramento se lo impedía, me costó mucho convencerlo, pero lo conseguí. Sólo espero que llegado el momento su conciencia no me traicione.
Abril de 1885
La enfermedad me ha impedido retomar antes estas líneas, el mes casi ha terminado y me temo que no pasaré de esta noche. Llevo tres días en cama y la tos no cesa. Moverse es ya sólo un espejismo de una vida pasada que sé jamás volveré a tener. Ahora me corroe otra duda, ¿seguiré siendo humano después del cambio? Lo que nos convierte en humanos son nuestros sentimientos ¿y si nacen de nuestra fisiología? … ya no podré oler una flor, saborear un té ni percibir la suavidad de un cabello… ¿seguiré sintiendo? Imposible saberlo…
Puede que éstas sean mis últimas palabras, es probable que estuviera equivocado y que mi alma se vaya finalmente con el Padre tal y como me dijo el párroco. Pero sólo hay una forma de saberlo… el médico está de camino y yo debo descansar. No me despido porque sería igual que aceptar que estaba equivocado.
Junio de 1885
Tic tac, tic tac, tic tac… el monótono baile de las entrañas del reloj se ha convertido en parte de mí. Dentro de mi pecho ya no bombea sangre un corazón, ahora en su lugar está el viejo reloj que marcaba mis días sobre el estudio del laboratorio. El recuerdo de Juliete entregándomelo como regalo de mi veintitrés cumpleaños no despierta nada en mí. El mismo sonido que me acompañó cada día de trabajo marca ahora cada segundo de mi vida… de mi existencia… y ya no hay vuelta atrás, no hay vuelta atrás… la recuperación ha sido más larga de lo que calculé y no ha sido hasta hoy que he logrado sostener con mis dedos una pluma.

*****

Es duro aprender a moverte de nuevo. La ventaja es que no siento dolor cuando caigo al suelo. Toda mi vida la he dedicado a crear vida de la nada, cientos son los autómatas que han nacido de mis manos.  Vida eterna que el tiempo no podrá asesinar, una vida que sólo el óxido puede liquidar. Una máquina se puede arreglar, se puede mantener con mimo y cuidado, las piezas pueden sustituirse y vivir por siempre. El óxido puede prevenirse, el aceite hacer que las articulaciones funcionen mejor, los engranajes no necesitan alimento, sólo una fuerza que los mueva y no se detendrán mientras tengan vapor de agua.

*****

Es difícil escribir con manos mecánicas, la pluma resbala entre los dedos fríos y metálicos, pero pronto se aprende, porque a pesar de mi nuevo aspecto sigo siendo yo, Julius Garber. Mi mente funciona a la perfección y mueve este cuerpo que mis manos artríticas crearon con la misma habilidad y elegancia que lo hizo cuando apenas era un niño.

*****

Me siento horrorizado ante el descubrimiento que he realizado hoy. Y la mayor de mis dudas ha quedado resuelta. ¿Sigo siendo humano? Soy la misma persona que era antes de desechar mi cuerpo biológico, ese que se empeñó en marchar antes de tiempo, y eso es algo que me aterra, porque ¿acaso mereció la pena? No siento la diferencia ahora que en mi pecho late un corazón de engranajes, no siento nada al ver a los niños jugando al igual que no lo sentía cuando era de carne y hueso. Ahora soy un hombre mecánico. Y sé que antes también lo era, aunque tuviera un corazón de carne como cualquier otro sé con seguridad que jamás lo usé. Y por eso era feliz con ellos, con mis hijos, porque eran iguales a mí. Y por eso escribo ahora con una mano de metal y me muevo gracias al vapor de agua, porque nací humano pero nunca lo fui… era Julius Garber y sigo siéndolo, porque no he cambiado.

Jane cerró el diario y salió al patio. La figura que había destapado parecía ahora más humana. En la espalda tenía una mariposa para darle cuerda, la giró hasta el tope y esperó, no pasó nada, los ojos de cristal seguían mirando sin vida y supo que nunca volvería a moverse pues el óxido se había apoderado de ella.
lolaalarcia
Mensajes: 326
Fecha de ingreso: 17 de Marzo de 2009
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  • 10 de Octubre de 2010 a las 18:10
Lo siento si la letra es muy pequeña, pero no he sido capaz de subirlo de otra forma, supongo que habré perdido la práctica.
lolaalarcia
Mensajes: 326
Fecha de ingreso: 17 de Marzo de 2009
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  • 10 de Octubre de 2010 a las 18:10
Lo siento si la letra es muy pequeña, pero no he sido capaz de subirlo de otra forma, supongo que habré perdido la práctica.
danielhr
Mensajes: 1.359
Fecha de ingreso: 19 de Mayo de 2008
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  • 10 de Octubre de 2010 a las 20:35
¡Hola, Lola! Me pongo a ello y a ver si antes de mañana me da tiempo a comentarte algo.
raulcamposval
Mensajes: 4.212
Fecha de ingreso: 9 de Noviembre de 2009
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  • 11 de Octubre de 2010 a las 12:58
Gracias, Lola, en cuanto tenga un par de horas libres te leo y te releo. Supongo que habrás de esperar al miércoles. Jodido puente!!!
oniria
oniria
Mensajes: 2.267
Fecha de ingreso: 15 de Febrero de 2009
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  • 11 de Octubre de 2010 a las 14:55
Puesss, yo me voy a decantar por:

El Diario de Julius Garber

Pienso que la historia está muy bien, y me gusta mucho el estilo con el que ha sido escrito. En conjunto, es un estupendo relato. Lo encuentro más cuidado, mejor, que el de los otros dos, que tampoco es que estuvieran mal, pero no los veo tan redondos ;D.
danielhr
Mensajes: 1.359
Fecha de ingreso: 19 de Mayo de 2008
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  • 11 de Octubre de 2010 a las 21:53

Veamos...


Sobre Jane Doe, DanielHR dijo...

Jane Doe: Lo mejor de este relato es esa extraña atmósfera de cine negro que lo envuelve, con una ciudad bajo una tormenta, un extraño personaje anónimo con su sombrero de ala ancha y gabardina y, cómo no, un protagonista atormentado. En cuanto a la trama, tuve que releerlo un par de veces para quedarme con la historia. No está del todo mal, pero había otros relatos que llamaron más mi atención.

Sobre El Diario de Julius Garber...

El diario de Julius Garber: Un fabricante de autómatas siente que pertenece más al mundo de las máquinas que al de los humanos. Sencillo y original. La ambientación de finales del XIX le da un estupendo toque romántico y misterioso. Hubiera estado bien un encuentro entre Garber y Jane (la máquina inmortal que vigila a la intrusa amparada por la oscuridad) pero se hubiese perdido parte de la magia. Y es que no hemos de tirar de la manta... Muy bueno.

Y hasta aquí los datos de los que dispongo, ya que Ópalo negro corresponde a la etapa en la que ya había dejado el concurso. La trama de este último en verdad resulta interesante y llega a enganchar, pero creo que no llega a la altura de Julius Garber, mi favorito. Así que mi voto va para el diario de ese fabricante de autómatas :D
jaumemoreso
Mensajes: 947
Fecha de ingreso: 9 de Abril de 2009
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  • 11 de Octubre de 2010 a las 23:50
Yo voto por Jane Doe, en su momento me gustó mucho, aunque no es el que me gustó más de Lola, pues si tubiese que votar el mejor de Lola seguramente sería "La naturaleza de la Ondina".
raulcamposval
Mensajes: 4.212
Fecha de ingreso: 9 de Noviembre de 2009
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  • 13 de Octubre de 2010 a las 12:55

Por tanto

2 votos para Julius
1 voto para Jane

Animarse los demás y votad.
raulcamposval
Mensajes: 4.212
Fecha de ingreso: 9 de Noviembre de 2009
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  • 14 de Octubre de 2010 a las 11:16

Me ha sido difícil decidirme, pero daré mi voto a Julius. Tiene un sabor decimonónico irresistible. 


Por tanto
Julius 3
Jane 1
Opalo 0
simpatialaboral
simpatialaboral
Mensajes: 729
Fecha de ingreso: 6 de Diciembre de 2009
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  • 14 de Octubre de 2010 a las 11:44
Los tres cuentos me han encantado, lolaalarcia. Tienes un estilo y eso es un regalo. Felicidades.
Jane Doe me gusta especialmente (es el nombre de las desconocidas, como John Doe lo es de los desconocidos, según cuentan en las películas), porque la historia es muy inquietante, si bien las otras dos apenas le van a la zaga.
También me gusta que le otorgas más aire a la historia, frente a la densidad de las otras dos.
Resumiendo:
3 Jane Doe
2 El Diario de Julius Garber
1 Ópalo Negro
raulcamposval
Mensajes: 4.212
Fecha de ingreso: 9 de Noviembre de 2009
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  • 14 de Octubre de 2010 a las 13:30

Gracias simpatía. Tu voto para Jane. 


Julius 3
Jane 2
Ópalo 0

Quién más se anima?
raulcamposval
Mensajes: 4.212
Fecha de ingreso: 9 de Noviembre de 2009
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  • 19 de Octubre de 2010 a las 13:16

Bueno, creo que hemos seleccionado el diario de Julius Garber. 


Lola, por favor, cuando lo tengas todo maqueado y revisado en dicho relato, por favor, cuélgalo en el hilo de Relatos seleccionados que pulula por ahí.