Se abre la 78º edición del concurso de micros.
El convento Dijo entre dientes a su sobrino, mirándole por encima de las gafas de montura metálica: -¿Qué es lo que quieres? ¿Dinero? -la monja cerró la puerta y se acurrucó en la silla de madera. -No, tía, necesito un trabajo para comer. -Nosotras aquí en el convento no tenemos de nada, y ya ves el frío que hace -dijo mientras se encogía entre sus hábitos. -Tía, yo puedo traeros carbón y leña para esa calefacción que tenéis apagada. -A tu madre que en paz descanse no le faltó nunca de nada... -respondió la monja dándole las llaves de la carbonera.
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Non a diabol Dijo entre dientes las palabras mágicas: Factus est signum et non a diabol. El fuego crepitaba en la chimenea, Totum el cuervo, dormitaba indiferente a los manejos de su amo. ¡Factus est signum et non a diabol! Repitió, con voz impaciente. La mujer continuó con los ojos cerrados, la piel marmórea, las manos transparentes. No había en ella el menor signo de vida. El hombre volvió la mirada al libro abierto, repasó la fórmula de nuevo. ¿Dónde estaba el fallo? La observó otra vez, arrugó la nariz y dijo en voz alta: Tendré que buscar otra, esta huele ya.
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Agonía Dijo entre dientes. Laura, atenta a todos sus movimientos, le oyó. Se quedó pensativa, mirándole. Julio, con los ojos cerrados, casi inconsciente, respiraba con dificultad, ahogándose ante la falta de capacidad de sus pulmones. De nuevo habló entre dientes; la falta de aire ahogaba sus palabras, pero Laura le entendió; miró con frialdad su reloj y de nuevo le miró con fijeza. Finalmente, el pitido continuo del monitor cardíaco indicó la muerte de Julio. Laura se levantó despacio y, mientras salía de la habitación pensaba: “Ya sé que me querías, pero yo a ti no” y llamó a la enfermera.
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Delante del supermercado Dijo entre dientes el mendigo joven al viejo: -¡Qué negocio, la Navidad! ¿Tú ya compraste el turrón? -No; me lo prohibió el médico –contestó el viejo, sin dejar de observar los carros de la compra-; dice que tengo alto el azúcar; ¿y tú? -No me apetece el turrón, ni los mazapanes; sólo me hace feliz una buena chuleta. -Ya me lo imagino. Oye, ¿y si entraras ahí y compraras una botella de cava? -¿Cava?, qué va; el médico me lo prohibió. Según él, tengo el ácido úrico por las nubes. -No me extraña, es lo que traen los excesos.
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Si la Justicia no es justa que lo sea la conciencia de los pecadores Dijo entre dientes: "Me lanzaré al vacío y todo finalizará como es debido". Mientras tomaba impulso con sus piernas temblorosas al borde del peto de metro y medio que separaba la azotea de una caída de 38 pisos. Eran las 4 de la mañana de una fría noche buena de un 24 de Diciembre del 2013, había dejado una nota en su solitaria mesa de su salón-comedor. “Abandono esta solitaria vida, quite la vida a mis tres queridas hijas y mi amada esposa… y ahora después de haber cumplido mis 8 pocos merecidos años de condena recibo mi merecido".
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En la barra del bar -¿Dijo entre dientes alguna cosa? ¿Le escuchaste decir algo de mí? -No -contestó Joaquín sin prestarle mucha atención. -¿Estás seguro? Porque a lo mejor todavía podemos... -¡Joder, Santi! ¡Que no la oí decir nada por lo bajo, coño! ¡Que ya es la sexta vez que me lo preguntas! Llegó para recoger sus cosas, me vio tirado a la bartola en el sillón y con la misma agarró la puerta y se fue. -Vaya... Joaquín apuró su cerveza mirando de reojo a su hermano. "Como se entere de que su novia lo ha dejado para enrollarse conmigo, estoy perdido" pensó.
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La ruleta Dijo entre dientes que aquella sería la última vez que apostaba. Colocó un par de fichas en la mesa, en el rojo, y en los pares. Rodó la bolita metálica y… ¡catorce, par y rojo! ¡Vaya! Había ganado… ¿Y si aquello era una señal? ¡Comenzaba su buena racha! ¡Adelante! Media hora más tarde salió de la sala cabizbajo. Lo había perdido todo. |
«¡Mía!» …dijo entre dientes. Entre una descomunal cortina de cuchillas que se abalanzó hacia él y que podría haber despedazado su cuerpo de un solo bocado. «Mía», susurró de nuevo cerrando los ojos y abandonándose a su suerte. |