Inicio entrega de micros: 28 de Abril de 2014 - desde ya.
Oportuno oportunista -Hoy los cerdos aún no han comido -murmuró. Después se dirigió hasta el grupo de periodistas que se arremolinaba tras la cinta amarilla desplegando cámaras y micrófonos. Aunque sabía que el menú del día, “degüello en callejón sobre cama de sangre”, no saciaría su hambre; lo avivaría, pues esta vez la furcia era compañera de gremio de los comensales. A él le gustaban los focos y sacarse un dinero extra revelando algunos datos. Aunque debía tener cuidado: no convenía que alguien se diera cuenta de nuevo que siempre era él el primero en llegar a la escena del crimen. |
Pompeya -¿Hoy los cerdos aún no ha comido? -No, madre. -¿Y a qué estás esperando?� -Lo haré más tarde.� -¡No! ¡Ahora! -Le dije a Orso que nos veríamos al mediodía en el mercado. Le han regalado un tirachinas nuevo... -Pues lo haces ahora y luego vas a ver a Orso. Ahí tienes el cubo. Julio obedeció a su madre de mala gana. Mientras se dirigía al establo, sintió cómo la tierra se movía bajo sus pies. Tuvo que mirar hacia el monte para comprender lo que estaba pasando. Y entonces supo que aquella tarde Orso no podría enseñarle su nuevo juguete.
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Transacción Hoy los cerdos aún no han comido, pensó Lang Sao, si seguimos así morirán. Paseó la vista por los campos asolados. En el patio, su hija Fen Chun acarreaba agua del pozo. No podía mirarla a los ojos, sentía vergüenza. ¿Qué podía hacer? ¿De qué vivirían? Sin los cerdos no tendrían dinero y sin dinero ¿qué sería de sus hijos? Aquella mañana, Zhao Xin el cacique, le había propuesto un "negocio": — ¡Véndeme a tu hija Fen Chun! Salió de allí asqueado. Luego lo pensó mejor. No podía dejar que los cerdos murieran. |
La confesión “Hoy los cerdos aún no han comido”, se le ocurrió confesar. El fraile le recordó que su condena por robar las bragas tendidas en el prao de la vecina era ser arrojado desde el puente. Chocaría contra las piedras, se abriría la cabeza y moriría. “¡Por unas bragas...!”, acertó a decir el campesino. El agua del río llevaría su alma de pecador errante hasta el Atlántico y allí se perdería para siempre. El franciscano, frío como las olas espumosas de invierno, le preguntó si chillaría como un cerdo al morir. “No lo sé..., como no me morí nunca...”. |
El cortijo -Hoy los cerdos aún no han comido. -Está bien, yo misma les daré de comer. -Luego, ya sabes… -Avisaré a los vecinos. Lloraré, todo eso. Lo sé bien. -Entonces, yo me voy, no puedo quedarme. Se quedó echando pienso mientras los cochinos la seguían al otro lado de la cochiquera. Cuando llegó donde yacían los cadáveres de su madre y su hermana, dio un rodeo y siguió con la tarea. Los cerdos chillaban de excitación. Ella, en cambio, estaba tranquila. Dos años de destierro familiar eran bastantes. Al fin el cortijo sería suyo. |
Morir… dormir Hoy los cerdos aún no han comido. Las vacas tampoco han sido ordeñadas. Nadie ha cambiado la paja a los caballos. Oigo sus quejas desde mi casa. Son animales de costumbres, como yo. El amo ya debería haberme abierto la puerta para dejarme salir, es lo primero que hace cada mañana. Sigue dormido, mis lametazos no consiguen despertarlo. Esperaré. |
Muerte en la granja —Hoy los cerdos aún no han comido. La abuela, con su celular en la mano, sentada en su silla de ruedas, desde el porche de la casa mira hacia la porqueriza y los establos. —Tampoco los conejos. Ni las gallinas. Y las pobres vacas tendrán las ubres inflamadas, sin nadie que las ordeñe... Espero que lleguen pronto los forestales. La abuela guarda en su blusón el móvil, y sacudiendo la cabeza, gira las ruedas para entrar en la casa. —Mira que se lo dije: "No os comáis esas setas que seguro que os sientan mal". Pero ellos ni caso... |
Ladrillo, madera y paja |
Benjamín protesta. -Hoy los cerdos aún no han comido sus cereales; ¿por qué será? -¿No lo sabes? Se han puesto morados de leche y manzanas. -A nosotros no nos dejan ni probarlas. -Así lo decidió Napoleón. -¡No trabajan y duermen en las camas del amo! ¿También lo decidió Napoleón? -Amigo Benjamín, Napoleón es nuestro líder. -¿Y eso le da derecho a hacer lo que quiera? -Napoleón siempre tiene razón. -Nos hemos liberado de la tiranía de los humanos para caer en la tiranía de los cerdos. |