428- EL RÍO AZUL VERDE
Estuvo un tiempo estudiando en Granada,
después volvió a su país unos meses, al curso siguiente se fue a Canadá para
seguir estudiando y, al tercer año, volvió a España pero en esta ocasión, a la
ciudad de Bilbao. Y aquel año, cuando el otoño llegó, un poco antes de la Navidad,
lo llamó y le dijo:
- Aprovechando que estoy en España, en las vacaciones de
Navidad, regresaré unos días a la ciudad mágica.
Y él le contestó:
- Será como un sueño volverte a ver. Desde que te fuiste,
nada es igual por los rincones de la Alhambra.
Y desde ese instante, su pensamiento solo se ocupaba en el momento del encuentro. Se decía: “La recibiré con mi mejor abrazo porque ella siempre fue buena conmigo. Y, en toda ocasión en aquellos días, me regaló su mejor sonrisa. Mi corazón salta de gozo solo pensar en ella y hasta la luz y el aire de esta ciudad me sabe a nuevo. Tengo que llevarla a los paisajes del río azul y verde que tan bello es y tampoco conoce”.
Llegó
a Granada un día gris de invierno aunque algo soleado y con poco frío. Le regaló
su sincero abrazo y ella lo recibió con la mejor sonrisa al tiempo que dijo:
- Mi encuentro contigo y con mi amiga aquí en Granada, es
lo más dulce que ocurre en mi vida desde que me fui de este lugar. No quiero de
vosotros y de esta ciudad más regalos pero sí que estoy deseando conocer y
recorrer los paisajes que tanto a ti te fascinan y no pude ver en aquellos
días. ¿Vas a llevarme a esos lugares?
- Ahora mismo nos ponemos en camino y te llevo a los
lugares que tantas veces ya te he dicho.
Él a
su derecha y la amiga a su izquierda, recorrieron las calles de Granada observados
por los que llegaban. Y mientras caminaban con el corazón henchido de gozo y
exultantes por la alegría del encuentro, la que llegaba, no paraba de sonreír y
regalar a los amigos su dulzura diciendo:
- Me parece sueño sentir el calor de vuestros cuerpos
acariciando mis brazos. A los dos os quiero como nunca mi corazón ha querido a
nadie en este mundo. Sois para mí una bendición del cielo.
Y él y la amiga de Granada, le correspondían con palabras
también muy amables y apretando más y más sus brazos contra ella. Al llegar a
las calles próximas a la Alhambra, la vieron más misteriosa que nunca por la
luz que en ese momento el sol derramaba sobre las torres y palacios. Algunas
nubes negras con bordes blancos y como bañados en oro, la coronaban y al fondo,
aun el misterio parecía más grande, hondo y como expectante.
Salieron
de la ciudad de Granada y, por los caminos que llevan a las montañas de Sierra
Nevada, caminaron durante algunas horas. Y llegaba el día a su centro cuando
por fin pisaban la hierba de la llanura por detrás de la vieja casa. Al ver el
paisaje, con las altas montañas de Sierra Nevada al fondo, el arroyuelo
deslizándose limpio por el centro de la llanura y los otros arroyuelos bajando
por los lados, la que volvía a Granada, gritó alborozada y corrió pradera abajo
en la dirección de las aguas y con los brazos abiertos al tiempo que decía:
- Nada en el mundo hay comparable a esto.
Y entonces él le dijo:
- Pues espera un momento y ya verás en cuanto volquemos
el cerrillo hacia el río.
- ¿Qué hay ahí?
- Tienes que verlo para comprobarlo.
Atravesaron
la llanura de la hierba, dejando la vieja casa a la derecha, remontaron el
cerrillo y al asomarse, vieron el río. Allá en lo más hondo y como alejándose
hacia el corazón de las altas montañas. Por lo más alto del puntal,
descendieron al encuentro de las aguas y al llegar donde un gran charco
alargado se remansaba, se acercaron todo lo que pudieron. Por la misma orilla
caminaron hacia la amplia curva y la junta de los arroyos y mientras avanzaba,
la que había vuelto a Granada, de vez en cuando se paraba, miraba fijamente a
la corriente y luego comentaba:
- Nunca en mi vida he visto yo ni siquiera en sueños,
transparencias y colores tan delicados y puros como lo que este río refleja.
¿De dónde sale esto?
- Pertenece a los misterios más profundos de Granada y
que tienen conexión con la Alhambra pero que muy pocas personas conoce.
- ¿Y por eso queréis que los vea?
- Por eso y para que, ahora que después de tanto tiempo
vuelves, conozcas y veas lo que en otras ocasiones no pudiste.
Saltaron la corriente del arroyuelo, caminaron unos metros más y, al poco, se encajaron en la pequeña llanura de las tres encinas. Una especia de entrada hacia el río donde el terreno era por completo llano, la hierba cubría espesa, varios rincones ofrecían tonos singulares y las encinas eran gruesas y muy frondosas. Caminó él hasta el borde mismo de las aguas y le pidió a la que había llegado que mirara. Frente al río que se alejaba como hacia el levante, descubrió la masa de agua azul verde. Serena, muy transparente y como reflejando los colores del cielo, el blanco de las nieves en las cumbres y, al mismo tiempo, la serenidad y un misterioso mundo bello.
De
nuevo dijo la que había llegado:
- Regalo como este no me lo imaginaba.
Y confirmó él:
- En Navidad, además de comidas, felicitaciones, abrazos
entre las personas y pensamientos nobles hacia los pobres de la tierra, es
también muy importante esto que ahora mismo tenemos ante nosotros.
- Nunca nadie ni me enseñó ni me dijo nada igual. Quedémonos
aquí esta noche y vivimos una Navidad diferente. ¿Os apetece?
Preguntó la que había llegado. Y los dos amigos
respondieron:
- Para que veas y sepas que en Granada hay monumentos
únicos y se viven sensaciones que muy pocos conocen.
- Y para que a partir de ahora me sienta más orgullosa de
teneros por amigos.
Confirmó ella.