Se abre el hilo para concursar. Los micros me los enviáis por mensaje privado, como es usual. Para cualquier otra cosa me lo preguntáis después de leer las bases.
Desdoblamiento —Soy yo, doctor. —Pero… yo también soy Roberto —Insistió dubitativamente el que estaba a la izquierda. —Debo reconocer que mirándoos con detenimiento, no sabría decir cual no lo es. Pero contestadme. ¿Nacisteis gemelos monocigóticos? —¡Yo no soy eso, doctor! —contestó uno. El de la izquierda, sin entender nada, se encogió de hombros. —Pero… sois hermanos, ¿no? —Yo no lo sé. —¿Y tú? —Yo no tengo ningún hermano; cuando tuve aquel accidente apareció él y desde entonces viene donde voy, duerme cuando duermo… —Pero ¿Qué opinan vuestros padres? —intervino el doctor. —Nada, doctor, solo usted nos ve a los dos. |
Arrepentimiento -Soy yo, esa persona que te amó por siempre. Ahora sin ver salida a tu muerte deseo estar contigo en el paraíso, pues debe ser ese tu destino encomendado. Todo el cariño que has regalado por siempre a tus hijos. Ya todos ellos casados. Yo, sólo, entristecido tres días después de tu entierro -se decía mirándose al espejo mientras sostenía fuertemente el cuchillo que apretaba su yugular. Lo incrustó en su cuello hasta alcanzar su vena principal y caer muerto tras desangrarse. -¿Qué es esto? ¿Estoy en los infiernos? Había olvidado que Dios condenaba con el infierno a los suicidas.
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Te lo has creído -Soy yo, Señor, tu siervo Omar, el que sacrificó su vida en la lucha contra esos perros infieles de Occidente. -Ah, eres tú; y ¿por qué tienes tanta prisa para entrar en el Paraíso? -Porque estoy deseando disfrutar de las setenta y cinco vírgenes que nos tienes reservadas a los que hemos muerto por la Fe. -Tú eres tonto, muchacho, si te has creído que aquí hay tantas vírgenes. ¿Sabes lo que supondría tener en el Paraíso setenta mujeres por cada varón? Nos convertirían en esclavos, nos someterían a toda clase de humillaciones y cada día desearíamos estar muertos. |
Culpables
Los eventos trágicos, egoístas y tortuosos que terminaron con su relación, crucificaban su conciencia una y otra vez sin detenerse. El campanario le gritaba que ya era hora de suicidarse, una minúscula parte de su cuerpo se resistía. “¡Jamás amaré a alguien más, ni soportaré mis labios resecarse por la negación de los suyos, me desesperanza el futuro sombrío!” despedazó su garganta llorando. “No eres tú, ni yo. Nuestras equivocaciones nos llevaron al abismo. Y no trato de salvar tu vida, sino a mis labios áridos por tu ausencia.” Sedujo Oscar. |
Preguntas — ¿Soy yo esa niña tan feliz? —preguntó la mujer. Miró asombrada. —Creo que ahora soy esa muchacha de los ojos extraños, con los libros bajo el brazo y el chico rubio a su lado. Asustada señaló con el dedo. —...Ese niño en brazos de esa mujer ¿Es mi hijo?... ¡Ah, mira! el muchacho rubio aún sigue conmigo. El hombre de mirada dulce sonreía. — Un día dije: «Vuestra vida pasará ante vuestros ojos» — No cabría en una película todo lo que ha sucedido en la mía. ¡Oh! ¡Esa mujer muerta soy yo...! ¿Entonces es cierto que no se acaba todo...?
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Presentación formal Soy yo, sí. Soy yo la que te ha hundido el cuchillo en la espalda. ¿Te sorprendes? No deberías, ha sido la única salida que me has dejado. Si alguna vez me hubieras mirado de frente podría habértelo clavado en el corazón. Pero piénsalo, en ese caso nunca te habría atacado; lo sabes, ¿verdad? Soy yo, sí. |
Cuento para una noche junto al fuego -Soy yo, vuestra madre. -Pasa una pata por debajo la puerta para que veamos que no eres el malvado lobo. -Claro que sí, mis pequeñines… mirad mi patita blanca… ¡Ay! Las cabritillas pusieron el enorme cepo que habían preparado de modo que la pata del lobo quedó firmemente atrapada. Luego sacaron un gran cuchillo y abriendo la puerta se lanzaron sobre el pobre lobo que apenas podía moverse. Aquella noche la madre cabra y sus hijos cenaron estofado de lobo y poco tiempo después estrenaron una hermosa alfombra de piel.
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El álbum -Soy yo. -¿En serio eres tú, mamá? No sabía que de joven jugaras a baloncesto. -Pues ya ves. Venga, César, deja el álbum y tira el dado. ¡Esta partida no va a acabar nunca! ¡Y tú! –se dirige a su marido-. ¡Podrías ir preparando la cena! César tiró el dado y avanzó dos casillas la única ficha que le quedaba, dejándola en el seguro. -Y este, ¿quién es? ¿Papá? -Sí, ese es tu padre. ¿Acabaremos hoy la partida? -Ese no soy yo, mujer, qué cosas dices –interrumpió su marido. -No he dicho que seas tú.
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Venganza –Soy yo. Frío y directo, como tenía que ser. –Nando, son las siete de la mañana –dijo Alicia a través del interfono–. ¿Qué quieres? –Sólo venía a recoger algunas cosas. –Sube –fue la seca respuesta. Fernando entró en el portal. Tras divorciarse de Alicia lo perdió absolutamente todo: la casa, los niños, su salario... Su exmujer se había quedado hasta con el perro. Cuando por fin llegó hasta la puerta de su antiguo piso, echó mano del cuchillo que tenía guardado en el bosillo y pulsó el timbre. Aquella zorra tendría un amargo despertar.
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