El trabajo que aquí se presenta, surge como idea, se define como proyecto y se plasma en la realidad con la finalidad de contribuir de forma eficaz en la mejora de la salud y de la calidad de vida de todas aquellas personas que padecen una enfermedad crónica como es la insuficiencia renal.
Es evidente que cuando una persona enferma su entorno se ve afectado, produciéndose un gran desconcierto que en muchas ocasiones no es tratado de forma adecuada por los servicios médicos y sanitarios (Polaino-Lorente y Ochoa, 1998). Con el fin de que esta situación no se repitiera, lo ideal desde el punto de vista pedagógico sería llegar a formar una comunidad terapéutica en la que intervinieran todos los profesionales junto con el enfermo y su familia (Bermejo y Carabias, 1998). Si bien es cierto que la atención del enfermo es una labor que corresponde al médico y al personal sanitario, no es una labor exclusiva de este colectivo, pues existen otros profesionales que han de profundizar en la naturaleza de los cuidados al paciente, tal es el caso del pedagogo hospitalario (Ortiz, 1999).
En este trabajo se plantea la enfermedad como una situación en la que existen también beneficios secundarios derivados de la enfermedad, que es preciso resaltar y rentabilizar, como pueden ser las nuevas experiencias, la madurez emocional, la relación social, la priorización de intereses en la vida, etc... (Ortiz, 1995, 2001, 2003; y Grau y Ortiz, 2001).
No debemos olvidar que en la enfermedad hay unas necesidades especiales a las que es preciso dar respuesta desde la pedagogía, desde la pedagogía en el hospital, para compensar las reacciones emocionales subyacentes. Nos estamos refiriendo a la sorpresa, el desconcierto, la ansiedad que produce un diagnóstico fatal dado por un especialista y que de alguna manera puede ser paliado con la intervención psicopedagógica dirigida a informar, a formar y a orientar sobre el alcance de la enfermedad, sobre los trastornos asociados y la forma de compensarlos, sobre el propio tratamiento médico a seguir, sobre los imperativos del nuevo estilo de vida, sobre la forma de reconducir las potencialidades de cada persona para tener una mejor calidad de vida a nivel personal y dentro del contexto familiar, académico o sociolaboral.
De hecho, en estudios previos realizados, se ha puesto de manifiesto la nota dominante de la ansiedad, que de alguna manera bloquea la curación del enfermo y el apoyo de la familia, y que puede ser compensada de forma satisfactoria con la información previa al ingreso o durante el tratamiento (Alves, 1997; Fernández, 1999; Serradas, 2001; González, 2002; Calvo, 2002; y, Lizcano, 2003).
Si la enfermedad transciende más allá de sí misma, si afecta a la totalidad de la persona, si tiene un componente psicosomático en la forma de afrontarla ..., es obvio que para su tratamiento se exigirá una intervención interprofesional, una tarea en equipo, una coordinación exquisita entre los diferentes especialistas.