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Francisco Góngora Maldonado

La hipocresía respira, vive, humea, se alimenta en cada uno de nosotros, en tu mujer, en tu amigo, en el trabajo en el burdel. Te empapa como una baba viscosa de la que no te puedes deshacer. Al principio pensabas que era desamor o quizá desazón o pudiera que sólo fuera el sentimiento de fracaso que lleva ahogándote desde los treinta y tantos. A veces uno cree que puede huir de ella: el alcohol, el sexo, la evasión, la música... las palmaditas en la espada de tu astuto jefe... no, no seas iluso sabes que nunca te abandonará porque, por mucho que lo intentes, la hipocresía eres tú.