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José Francisco Pérez Cruz

Tal y como indica el título de la novela, Baltasar es la historia de un buscón que, tras varias vicisitudes, consigue dar a su vida un cambio de rumbo y salir de la marginalidad.

 

Baltasar llega a la Corte desde un pueblo manchego para entrar al servicio del hijo de un noble que estudiará en Alcalá de Henares. Allí conocerá a Pablos (el original Buscón de Quevedo) y ayudará a éste a superar las novatadas que sufre. La estancia en Alcalá le incita de alguna manera al estudio y la lectura, pero él es aún un pillastre y utiliza la lectura del Quijote para fabricar el mismísimo Bálsamo de Fierabrás que venderá en las calles de la villa con la ayuda de sus amigos. Pero Baltasar es servicial y buen amigo; por ello también utilizará sus argucias para ayudar a su amo a superar el examen y obtener el título de bachiller, mas la fortuna le hará huir de Alcalá como si fuera un delincuente.

 

De regreso en Madrid, ya no podrá estar al servicio de su amo por expresa decisión del padre de éste, pero volverá a colaborar con él en el asunto de una embajada llegada del Japón con la intención de cerrar un tratado comercial con el rey Felipe IV. Esta embajada fue un hecho real que está poco documentado, a pesar de las armaduras que regalaron al rey y que actualmente se conservan en el Palacio Real de Madrid.

 

La misión de Baltasar para con la embajada es descubrir las verdaderas intenciones de los japoneses y gracias a ello entablará amistad con Yoritomo, un samurai educado por jesuitas, a través del que conocerá la reciente historia de Japón y la intención no declarada de su gobernante el Shogún Tokugawa.

 

Durante este transcurso tendrá conocimiento de un suceso que en su momento conmocionó a Madrid: el asesinato del Conde de Villamediana; y para alejar al embajador del revuelo tendrá que improvisar una audiencia con el rey en El Escorial, donde se encontrará con un antiguo compañero de Alcalá.

 

Al no poder permanecer en Madrid don Enrique, su amigo y antiguo amo, le pondrá al servicio en Córdoba de un escribano de avanzada edad y Baltasar parte hacia esta ciudad con la firme intención de dar un cambio a su vida.

 

El viaje resulta complicado debido a unos parásitos que le contagian en una noche de amor, pero consigue llegar a casa del escribano. Allí comprueba que en la España del siglo XVII no sólo los pícaros engañan al resto de los mortales, sino que cualquiera que pueda engrasar la maquinaria oficial con buenos reales de a ocho podrá obtener los beneficios esperados a costa del prójimo.

 

Una enfermedad del escribano le empujará a poner en práctica lo aprendido en Alcalá de Henares, lo estudiado por su cuenta y lo practicado en casa del escribano y le procurará un beneficio económico y personal que no tardará en utilizar.

 

La inesperada visita del padre de don Enrique le empujará a marchar nuevamente; esta vez será Sevilla su destino. Allí descubre una ciudad bulliciosa, multicultural y activa; nada comparado con la oscura e indolente nobleza de la Corte.

 

Utilizará sus ahorros para comprar tierras y, de alguna manera, establecerse por su cuenta. Se reencontrará con los samuráis cristianos que se quedaron en España y les ayudará a realizar una actividad productiva y vivir de su propio trabajo. Y también se reencontrará con Pablos cuando, acogido a sagrado en el Patio de los Naranjos de la Catedral, está planeando pasar a las Indias. Baltasar le conseguirá el pasaje, le ayudará a embarcar y le dará buenas recomendaciones que él mismo le fueron de utilidad.

 

Por último recuperará el amor de su amante cordobesa, la joven esposa del anciano escribano, ya viuda, que acude a Sevilla para unir su vida a la de Baltasar.

 

 

Baltasar es una novela en donde el lector encontrará guiños a Quevedo y su Buscón, a Cervantes con el Quijote y otras obras y, también a Pérez-Reverte y su Alatriste; pero no es ninguna de ellas, tiene personalidad propia y estas referencias son elementos que, por ser de sobra conocidos, ayudan al lector a ponerse en situación dentro del contexto temporal.

 

Escrita con un lenguaje y una ortografía que trata de aproximarse a la usanza de la época en la que se desarrolla: el año 1622; es al mismo tiempo un modesto homenaje a la narrativa española del siglo XVII, el Siglo de Oro español, en el que nuestro lenguaje asumió la mayoría de edad y lo hizo como nunca lo ha hecho otra lengua: de la mano de geniales escritores como Quevedo, Cervantes, Calderón, Góngora, Tirso, Lope y tantos otros que, además, fueron vecinos del mismo barrio de Madrid y, por lo tanto, compañeros y competidores a un tiempo.