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VÍCTOR GARCÍA ALÍA

Rodrigo, perteneciente a una humilde familia castellana, es educado en la corte de Oropesa como paje de uno de los hijos del Conde. Pronto, los que le rodean, descubren su carácter despierto e inteligente, llamando incluso la atención al propio Emperador Carlos V, en uno de los viajes que hace al Condado.

Cuando Francisco de Toledo, el hijo del Conde, se traslada a Valladolid para entrar a formar parte de la corte de la Emperatriz Isabel, el Emperador insta al Conde para que Rodrigo les acompañe, pues tiene planes especiales para él.

Efectivamente, en sus continuas guerras contra el Rey Francisco I de Francia, las tropas imperiales son siempre sorprendidas en sus movimientos, gracias al sistema de información que tiene montado el monarca francés, con los que Carlos V decide crear un servicio de espionaje que, en el futuro, le asegure el conocimiento de los movimientos del enemigo. Rodrigo pasa a depender de D. Francisco de los Cobos, mano derecha del Emperador y verdadero Regente de España durante las continuas ausencias de éste.

Después de varios años de una formación intensiva, Rodrigo está preparado para trasladarse a Roma y facilitar a España todos los movimientos que se producen en la Santa Sede, Estado éste que, gobernado por el Papa Clemente VII, se ha erigido en barrera de la política expansionista y universalista del Emperador. Allí se introduce en los círculos de poder, adoptando una identidad falsa y conoce al que después sería su principal colaborador, el personaje histórico D. Diego Hurtado de Mendoza.

Entre los dos van a llevar a cabo una importante labor de ayuda a España y a los imperiales, poniendo al descubierto los sucios tejemanejes de la Santa Sede y su constante ayuda al rey Francés en detrimento, incluso, de la propia religión cristiana y su relación con el Sultán Solimán.

En la novela se mezclan los personajes de ficción, como Rodrigo, con los verdaderos, sin que en ningún momento se falte para nada al rigor histórico ni sus caracteres resulten tendenciosos. Pero, a pesar de que todo es ficción y cualquier parecido con la realidad es pura fantasía, nadie podría asegurar que las cosas no hubieran podido ser en la realidad tal y como suceden en la novela.