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romi
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El último sorbo de agua

9 de Febrero de 2014 a las 12:35

Bubok

El último sorbo de agua

           

            El sol se reflejaba sobre las torres de la Alhambra y, por entre los jardines, el fresco airecillo, lento se movía. Sobre las aguas del río Darro, al lado de abajo del Puente del Aljibillo, también el sol reverberaba. Los dos niños jugaban con su amiga y ésta les dio una pequeña bolsa de esparto con algunas piedras de cuarzo al tiempo que les decía:

- Como es el último juego de nuestras vidas, quiero que os llevéis esto con vosotros para que tengáis de mí siempre un buen recuerdo.

El mayor de los dos niños cogió la bolsa de esparto y al abrirla, la pequeña alargó su mano y de nuevo dijo:

- Y estas dos piedrecitas de mica y pizarra negra, también para vosotros de recuerdo. Ponedlas siempre junto a esta otra de cuarzo transparente y blanca para que en todo momentos estemos juntos en cualquier parte del mundo y a cualquier hora del día. Yo en el centro y vosotros dos dándome compañía y protegiéndome para que no me pase nada.

 

               Y en ese momento, la madre de los niños, llegó al río, saludó a la pequeña y a los dos muchachos les dijo:

- Ha llegado el momento de macharnos de aquí cuanto antes.

Triste besó a la pequeña y ellos, también apenados, le regalaron otro beso y la despidieron. Se alejaron de las aguas del río, subieron despacio por la sendilla en el barranco del Rey Chico, cruzaron los jardines y huertas de la Alhambra por el collado de los Alixajeres y continuaron caminando. Cuando ya remontaron a lo más alto del cerro de la izquierda, se pararon, echaron una última mirada para el barrio del Albaicín, para la Alhambra y para Granada y siguieron caminando. El sol calentaba y como ya era casi verano, el bochorno también asfixiaba. De la barja de esparto que la madre llevaba colgada en su hombro, sacó un puñado de cerezas y se las dio a los niños diciendo:

- Tomad y comed algo y luego, cuando lleguemos al manantial de los álamos, bebemos y llenamos de agua esta vasija de barro.

Cogieron los niños las cerezas y mientras caminaban en silencio junto a la madre, se las iban comiendo.

 

               Cuando llegaron al manantial, se pararon, bebieron un buen trago de agua fresca, llenó la madre la vasija de barro y después de unos minutos de descanso, siguieron subiendo. Ya con el sol a sus espaldas y lejos, muy lejos de la Alhambra y de Granada. Preguntó el más pequeño:

- Y cuando se nos acabe el agua que hemos cogido en el manantial ¿de dónde vamos a coger más?

- Cuando se nos termine el último sorbo de agua, Dios proveerá.

Ninguno de los tres dijo nada más. Siguieron remontando por las sendas llenas de polvo y, cuando se ponía el sol por la ancha Vega de Granada, ellos también se perdían en el horizonte lejano. Nadie supo nunca hacia qué lugar del mundo. Sí aquella noche y al día siguiente, en el barrio del Albaicín y en Granada, algunas personas comentaron:

- Quizá el cielo esté con ellos y antes de que se le agote último sorbo de agua, encuentren el paraíso que tanto están necesitando.