Queda abierta la edición número noventa del concurso de micro-relatos. Plazo de entrega, desde ya hasta el jueves 19 de junio (si no me equivoco) a las 22,00 h.
La frase de inicio en esta ocasión será: "Me (has, habéis, ha, han) traído a una casa de locos". Se puede adornar con signos de interrogación, exclamación, comillas...
Espero muchos micros. Suerte a todos.
Enterprise Me han traído a una casa de locos. O eso creo. Es que... estoy confuso. Me han dado algo en el desayuno, supongo. Y ahora estoy aquí, encerrado en esta celda de paredes acolchadas. Cuando se me pase el efecto de la droga me teletransportaré a la nave. Lo que más siento es que cuando presente mi informe, tendré que aguantar las burlas del capitán Kirk y del señor Spock: "¡No se te ocurra decir que eres un extraterrestre y que vienes en son de paz! ¡Te tomarán por loco!", me dijeron antes de partir. Y tenían razón. |
“Mister Proper” -Me has traído a una casa de locos, a un puto manicomio y ¿para qué? ¿para que lo limpie yo todo? -Para eso te pago y muy bien, así que contrólate y piensa en algo. -¿Qué me controle yo? ¡No me toques los cojones! Y tus jodidos matones ¿qué? ¡Cabrones tarados! -Ellos no son asunto tuyo. Tienes tres horas: ni testigos, ni sangre, ni rastros... |
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Cooperantes
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Me has traído a una casa de locos, Juanjo, esto no se parece en nada a Tinduf.
Él echó una ojeada alrededor. El campamento de refugiados de Dadaab era enorme. Las tiendas de lona se perdían en el horizonte. Miles de personas vivían allí huyendo del hambre y la guerra. Muchos llevaban más de dos décadas y no conocían otra vida.
Luego miró a la Dra. Steven; era una mujer increíble e infatigable, por eso la había invitado a acompañarle y ella había aceptado el reto. Ahora, en fila, pacientemente, los niños esperaban su turno para ser reconocidos.
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La primera noche |
El amor todo lo puede ¡Me habéis traído a una casa de locos! Replico la niñera, a su nuevo patrón. Mientras esquivaba: una naranja voladora, una tortilla de papas, una zapatilla sin cordones, y todo objeto que esos pequeños niños rebeldes encontraban a su alcance. Así María meneando la cabeza y con una tímida sonrisa mientras sus lágrimas recorrían sus mejillas, recordaba su primer día en casa de Sir Alfred. Los extrañaría mucho, pero se iba contenta de haber logrado convertirlos en hombrecitos y damitas de honor. El sonido de la voz de Alfred la hizo volver en sí. _ María, apúrate. Llegaras tarde a tu boda. |
A tortazos -Me has traído a una casa de locos, supongo. -No, te traído a la cocina del restaurante. -Pero, hay un muerto tirado en el suelo y un hombre le está dando una paliza. -Es el cocinero y no está muerto, sólo se ha desmayado a causa del estrés y ese hombre que le da bofetadas para que se despierte, es el jefe |