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romi
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La bruja del puente

29 de Junio de 2014 a las 12:15

Bubok

 

 

410- LA BRUJA DEL PUENTE

 

               Cuentan que se ganaba la vida hablando a las personas de cosas tenebrosas. De noches oscuras y sin luna, de tormentas trágicas, de fantasmas vestidos de negro y grandes lanzas de hierro y de personas crueles, feas y violentas. Y dicen que vivía en uno de los puentes que en tiempos lejanos, tenía el río Darro, más o menos por donde hoy se encuentra el Paseo de los Tristes. Sin casa alguna, sin amigos ni marido ni hijos y se alimentaba de lo poco que le daban algunas de las personas que ella escogía para adivinarle el futuro.

 

               Y dicen que cada mañana, al salir el sol, abandonaba el puente donde se refugiaba, caminaba por algunas de las calles cercanas al río, miraba siempre para la Alhambra y observaba a las personas que por estos lugares iban y venían. Con la intención en todo momento de encontrar algún incauto que tuviera problemas de amores o soñara en grandes fortunas y mejoras en su vida. Les hacía creer que poseía poderes ocultos y que tenía en sus manos el don de adivinarlo todo. Por eso, cuando iba por las calles, se ponía delante de estas personas y, después de soltarle su interminable retahíla de acontecimientos buenos y malos en sus vidas, remataba sus engaños diciéndoles:

- Y si no haces lo que te digo, en tu vida ocurrirá una gran tragedia.

Asustados por estos anuncios, las personas siempre le preguntaban:

- ¿Qué desgracia va a ocurrir en mi vida?

- Eso no te lo digo ahora pero puedes estar seguro que, a partir de estos momentos, tu vida va a ser muy desgraciada.

 

               Por estas circunstancias, muchas personas de este lugar del barrio, vivían angustiadas. Temían a “la bruja del puente”, que era como la llamaban y huían de ella y, al mismo tiempo, la buscaban para que siguiera adivinándoles el futuro. Muchas de estas personas, la amaban y otras la odiaban menos un joven alto, fuerte, muy seguro de sí y decían que muy sabio. Con este joven, nunca la bruja se había encontrado porque en ningún momento acudía a ella para que le adivinara el futuro. Y hasta, cuando algún día la veía por las calles del barrio, daba un rodeo para no verla. Le preguntaban los amigos:

- ¿Por qué tú, con la bruja del puente, no quieres trato?

Y él siempre argumentaba:

- Es que yo no necesito para nada las tonterías que predica esta mujer.

- Ella nos adivina el futuro y remedia, de alguna manera, los sufrimientos y problemas que tenemos. ¿A caso esto es malo?

- No sería malo si no fuera todo puro engaño. Ni esta bruja adivina el futuro de vuestras vidas ni con sus palabras alivia los problemas y sufrimientos que padecéis. Es una auténtica estafadora.

- ¿Y en qué te basas tú para saber y decir esto?

- Un día, cuando tengáis tiempo y os apetezca, os hablaré despacio para que tengáis claro el por qué yo no creo ni en esta bruja del puente ni en otros adivinos o magos.

 

               Y tanto los amigos como otras muchas personas del barrio, se quedaban desorientados al oír lo que el joven decía. En el fondo lo admiraban y sentían hacia él cierto respeto pero seguían en las cosas que les decía la bruja del puente. Hasta que un día de verano y muy caluroso, el joven bajó al río Darro. Caminó por las sendillas entre zarzas llenas de moras y buscó los charcos que conocía. Unos bonitos remansos en la curva del río y donde también se fraguaban pequeñas cascadas. Y como el calor era tanto, en cuanto llegó a los charcos, se metió en ellos y se puso a nadar y a jugar con las cascadas. En uno de los lados de este gran remanso, brotaba un cristalino manantial de aguas muy frescas y sabrosas. Se acercó a este venero, bebió unos tragos y luego, después de rociarse la cara, brazos y pecho, nadó y buscó la pequeña playa de arena. Se decía: “Placer como éste, en una libertad tan limpia y grande y en lugar tan delicadamente bello, ni con todo el oro del mundo puede ser comprado. Pero yo ahora, porque Dios así lo quiere, lo tengo todo por aquí como regalo que no merezco”. Y en ese momento, la bruja del puente, lo vio y como estaba, además de dolida por el poco interés que el joven mostraba por ella, también ofendida en su dignidad de bruja y adivina, se acercó al joven cuando descubrió que éste se había sentado en la arena y le preguntó:

- ¿Molesto?

- A mí no me molestas nada pero si vienes por aquí para sermonearme con tus pamplinas de siempre, no eres bien recibida.

 

               Sin más protocolo ni dar más rodeos, la bruja se sentó cerca del joven y mirando a las aguas del río, le dijo:

- Es que estoy enfadada contigo y quiero que lo sepas.

- ¿Qué es lo que te disgusta de mí?

- Que me ignores de la manera que lo haces y no muestres interés alguno por las cosas que digo y hago.

- Es que tú eres una aprovechada embaucadora.

- ¿Por qué dices eso?

- Porque te aprovechas del vacío, de dolor y desgracia de las personas para decirles lo que ellos quieren oír y de este modo las engañas.

- ¿Por qué las engaño?

- Porque nada de lo que le dices es verdad y ellos sí sufren y están desorientados. No es honesto que te aproveches y juegues con las desgracias de estas personas pobres. Ellos necesitan consuelo verdadero para sus penas y algo que dé sentido a sus vidas pero lo que tú le ofreces, no es bueno ni les sirve para nada.

- Pero en el fondo, se prestan a oírme y creen en lo que les digo. ¿Por qué tú no?

 

               Y el joven, como distraído, reflexionando y al mismo tiempo observando la gran figura de la Alhambra a lo lejos y sobre la colina, muy seguro de sí, dijo a la bruja:

- Porque yo, siendo tan pobre como todos mis amigos y teniendo en mi vida tanto o más dolor que ellos, tengo lleno mi corazón y soy muy rico. Creo en un cielo después de esta vida, tengo fe en la bondad y verdad de un Dios grande y creador de todo y por eso considero que todo lo tuyo, es falacia y un modo de engañar a las personas para vivir de ellas. Las personas y mis amigos te creen porque es la condición humana. Cuando Dios falta de nuestras vidas, hay que llenar el corazón de dioses falsos y creer en las brujas de pacotilla como tú.

Y muy sorprendida por estas palabras, la bruja se levantó, dio un gran resoplido y se dispuso a marcharse pero antes de alejarse, dijo:

- Y si un día me ves volando sobre una escoba por encima de la Alhambra o me encuentras vestida toda de negro y convertida en vampiro ¿tampoco me vas a creer en mí?

- Ya te he dicho que no creo ni en tus poderes ni brujerías. Así que déjame en paz y vete a tu mundo de embustes y a vivir de los cuentos que te inventas.

 

               Y cuentan que a partir de aquel momento, nadie más volvió a ver a la bruja ni en el puente ni por las calles de Granada. Las personas, sorprendidas por lo que había ocurrido, se acercaban al joven y le preguntaban:

- ¿Qué es lo que le has dicho para que se enfade tanto y se marche de aquí?

- Solo le he hablado con claridad descubriéndole honestamente su engaño para con vosotros.

- Pero tú ¿por qué no necesitas en tu vida de las cosas que dicen y hacen las brujas, adivinos, magos y hechiceros?

- Un día, cuando tengáis tiempo, nos reunimos y hablamos de esto. Os diré por qué yo no creo ni en la brujas ni en los magos y hechiceros y vosotros sí.