411- REZAR AL
CIELO
Ocurrió en Granada y en un edificio noble
y bello cerca del paseo conocido como Carrera del Darro. Ocupaban este edificio
un grupo de personas dedicadas, decían ellos que, al rezar y pedir el bien y la
paz para el mundo entero. Un joven bueno, llamó un día a la puerta de esta
casa, le atendió el que hacía de portero y lo acompañó a la presencia del
principal del grupo. Éste le preguntó:
- ¿Cuál es el motivo por el que quieres venirte a vivir
con nosotros?
- Porque creo en Dios, en la amistad entre las personas y
en la paz para el mundo entero. Quiero consagrar mi vida a estos principios y,
después de meditarlo mucho, he llegado a la conclusión de que solo aquí con
vosotros puedo realizar lo que sueño.
- Pues seas bienvenido.
Y aquel día, al otro y bastantes más a lo
largo de varios años, le enseñaron las normas y a rezar según en esta normas
estaba escrito. Y el joven, de corazón
bueno, con una fe profunda en Dios, en la Creación entera y con gran
sensibilidad por lo bello, se aplicó seriamente a vivir según le ordenaban.
Pero conforme iba pasando el tiempo, unos y otros, le decían al principal del
grupo:
- Que no hace las cosas con el espíritu al que está
obligado.
Llegó a oídos del joven estas críticas y callaba pero por
dentro, sufría, lloraba a solas, rezaba al cielo y aun así, lo seguían
criticando cada día más. Oía que murmuraban: “Ni se levanta a tiempo ni cumple
correctamente con el trabajo que tiene encomendado ni se comporta con humildad.
No vale para esto nuestro.
A lo
largo del día, muchos seguían yendo al principal y le decía:
- Hace lo que le da la gana y trabaja como el más vago.
No es un hombre bueno y por eso no merece vivir en esta casa con nosotros.
Cansando de tantas cosas negativas como cada día el
principal escuchaba de él, un día dijo a su ayudante más cercano:
- Mañana le vamos a pedir que venga que a nuestro comedor
a servirnos la comida.
- ¿Y eso?
- Para ver con nuestros propios ojos, si es torpe y vago
como dicen.
- Pues vale.
Y enseguida le ordenaron que lo preparara todo y que no
faltara un detalle. Al día siguiente preparó el joven las mesas, barrió y fregó
todo el recinto, puso los platos con los cubiertos, jarras y botellas y preparó
la comida. Lavó las frutas y se concentraba para el momento concreto. Entraron
al comedor los ayudantes del principal con éste al frente, se sentaron en las
mesas y le dijeron:
- Estamos preparados, sírvenos la comida.
Y al
instante, el joven comenzó a colocar los alimentos sobre las mesas. El
principal observaba y en su mente tomaba nota. Uno de los ayudantes dijo:
- Faltan las naranjas.
- Las estoy buscando y no las encuentro.
Se levantó el ayudante de la mesa, entró a un pequeño
cuarto y de una estantería de madera, quiso alcanzar una cesta llena de
naranjas. Fue en su ayuda el joven y en ese momento, la cesta se volcó y todas
las naranjas cayeron al suelo y rodaron por el comedor y hasta los rincones más
lejanos. Dijo asustado:
- No se preocupe que ahora mismo las recojo todas, las
lavo y las pongo en la mesa.
Pero según recogía naranjas del suelo, algunas se le
caían de las manos y otras las pisaba. Viendo lo que sucedía, el principal y
sus ayudantes, se levantaron de las mesas y el principal dijo al joven:
- Ya hemos comido bastante. Mañana a primera hora te
presentas en mi despacho.
No
pudo dormir nada el joven en toda la noche.
Rezó al cielo, lloró amargamente y a ratos, imaginó cosas extrañas
mientras el alma se le moría en pena y sufrimientos. A primera hora del día
siguiente, llamó a la puerta del despacho del principal y éste le dio permiso
para que entrara. Al abrir la puerta, el joven vio al principal sentado en su
mesa, con un gran libro abierto y pasando hojas como si buscara algo. Levantó
la cabeza y, mostrando un papel escrito, pidió al joven:
- Firma este documento.
- ¿Y qué es lo que en este papel hay escrito?
- Tu expulsión para siempre de nuestro grupo de hermanos
honrados, santos y consagrados.
- Pero si me echáis ¿a dónde voy a ir yo ahora y qué va a
ser de mí?
- Eso no nos toca a nosotros. Los principios y reglas de nuestro grupo, es rezar al cielo, respetar y amar a las personas y ayudar para que el mundo sea cada día mejor. Hemos visto que tú no vales para esto. Los que sea de ti en el futuro es cosa tuya.
Claro, Mercurita. La tesis del relato plantea precisamente esta situación: la injusticia que a veces se llevan a cabo con personas de buena voluntad y corazón limpio para hacerles daño o quitarlas de en medio. Lo de las naranjas “saltarinas”, es un símbolo de las motivaciones absurdas que a veces se usan para dañar a ciertas personas que, por la razón que sea, se les quiere quitar de en medio. Como puedes deducir, el relato en sí en una denuncia a favor de los humildes y de buen corazón y en contra de los que tienen poder y actúan no con inteligencia y bondad sino por otros motivos o empujados por los que intentar medrar. Y en este caso, todo queda más acentuando porque las cosas se dan entre personas que dicen creer y amar a Dios. Gracias por leer el relato y dejar tu comentario. |