La profecía de Átropos Hacía tiempo que habían perdido la esperanza.� Apenas quedaba un puñado del grupo de guerreros que fueron hechos prisioneros por el emperador. Pero uno de ellos se mantenía alegre y a menudo miraba hacia el ventanuco de la celda, por el que entraba la luz del día. Porque él sabía lo que los otros ignoraban. El anciano Átropos se lo había dicho antes de partir: “Viviréis años de dolor y oscuridad. Pero un día caerá el emperador, y seréis libres de nuevo.” Llegó un día en que murió el tirano, y les liberaron. Y él exclamó: “¡Átropos me lo dijo!” |
El adiós. Hacía tiempo que habían perdido la pasión de los primeros encuentros. La excitación había ido cediendo espacio a la rutina y quizás a cierta desidia. Sus miradas cómplices se encontraron, decidiendo a la vez que aquella sería su última cita. —Jaque mate —murmuró Ernesto con el pesar de la despedida. |
El tren de la vida
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Hacía tiempo que habían perdido el tren, sin embargo, allí seguían esperando.
—No pasará otro con el mismo destino —les dijo el jefe de estación.
—Pero habrá otros trenes, ¿no?
—Otros… sí…� Unos paran y recogen a determinados pasajeros;� otros, pasan de largo; hay ocasiones en que viajan en círculo; muchos, se pierden y, de vez en cuando… conducen al infierno. O al paraíso. Nunca se sabe.
—¿Y si en lugar de esperar, vamos? —dijo uno de los pasajeros sedentes.
Se miraron interrogantes y, finalmente, algunos se pusieron en pie para caminar en la dirección que deseaban. Otros, siguieron esperando. |
La vida
Hacía tiempo que habían perdido la Liga. Esa tarde de domingo se jugaba el último partido. “No voy, para qué, para ver a once tíos en calzoncillos correr detrás de una pelota... El fútbol no me da de comer. Estos cabrones a forrarse de billetes, lo demás les importa un pepino.” Luego lo pensó mejor y fue al campo. Al salir del estadio pensó lo mucho que iba a echar de menos las cañas antes de los partidos, las quinielas de los viernes, los piques y las bromas con los amigos y todo eso que hay alrededor del balompié. |
Dios salve a la Reina���������������� � Hacía tiempo que habían perdido a su reina, a su líder, a la amada dirigente que, con un cariño casi maternal, velaba por la seguridad de todos sus súbditos. Habían perdido a su guía espiritual, a la “Matriarca de todos los Pueblos”... Nadie tuvo un funeral tan hermoso. Las plañideras lloraron tras su cortejo fúnebre y los soldados se rajaron el rostro para que la muerte de su emperatriz no fuera llorada por lágrimas de mujer, sino por la sangre de los guerreros. Huérfano de gobernante, el hormiguero se sumió en la anarquía y desapareció. |
El precio de la voluntad������� Hacía tiempo que habían perdido la ilusión. La falta de trabajo consecuencia de la crisis económica; la falta de ganas por los estudios como consecuencia de una Ley anquilosada e inservible; la falta de esperanza por un futuro que les atrajese, viendo la corrupción política y pérdida de valores éticos. Todo estaba en su contra, pero no se arredraron. Tomaron sus mochilas y a golpe de calcetín y dedos se fueron a otro país. Ahora son los dueños del mundo, libres, fuertes y convencidos de sí mismos. Son la generación de los “nini” |