utopía�o�utopia.
(Del�gr.�οὐ, no,�y τόπος, lugar: lugar que no existe).
1.�f.�Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación.
Glosa: la utopía es un imaginario colectivo que impulsa una actitud de rechazo o transformadora del mundo real. Es el Reino de Dios en la Tierra, es la independencia de la nación irredenta, es la emancipación social.
Los relatos se postean AQUÍ
En los primeros tiempos del concurso a veces posteábamos bajo el anonimato de concursoderelatos un relato de algún autor famoso. Lo hicimos con Camilo J. Cela, Jorge L. Borges, Isaaac Babel y Giovanni Papini. Los cito con su nombre para así darles el realce que merecen como autores famosos. Ahora, aquí en Comentarios, propongo un juego inverso: ¿de quién es este relato que tan bien calza, para mi gusto, en el tema de la Utopía? La ley del profeta Rezan las antiguas escrituras que el Profeta, por mandato del Creador, debía liberar a Su pueblo del cruel yugo egipcio y, como pastor que guía su rebaño, conducirlo hasta la Tierra Prometida. Que tras suplicar primero y amenazar después, logró que les dejasen partir tras enviar las diez plagas que azotaron al pueblo egipcio como castigo a la negativa de su faraón. Que no sin penurias ni desesperos, lograron cruzar las fronteras del imperio perseguidos por sus ejércitos que murieron ahogados por la mano del Padre. Y así, liberado su pueblo, el Profeta lo condujo hasta la falda del monte sagrado donde habría de subir para recibir del Creador suLey y grabarla en tablas de piedra. Durante un ciclo entero de luna, esperó el Profeta señal del Padre. Ayunó, rezó y meditó preparando su cuerpo y su mente para Su llamada. Mas cuando la luna volvió a estar plena en la negra noche, las dudas comenzaron a manchar su alma y enturbiar sus oraciones. “Padre, tu siervo te espera”, murmuraba, inquieto. Pero el Padre no respondía. Siete noches más pasaron y el Profeta veía menguar su confianza a medida que crecía en su interior un enojo que le impedía pensar con claridad. Voces extrañas le susurraban que su Hacedor lo había abandonado, dejando a Su pueblo a merced del desierto. “Padre, tu siervo te espera”, mascullaba entre dientes. Pero el Padre tampoco respondió. Tres días más pasaron, negros nubarrones oscurecían el cielo y el Profeta dejó de rezar y loco de ira empezó a pasear en círculos, dando grandes zancadas, farfullando quejas inconexas y maldiciéndose por su estupidez. “El Padre no vendrá. Te ha abandonado”, susurraban las insidiosas voces. “Padre, ¿es que no soy digno de ti?” gritó a los cielos, partiendo su bastón y lanzándolo al suelo. Un trueno retumbó amenazador, cabalgando los cielos. El Profeta cayó al suelo de rodillas, temblando incontroladamente. Entonces un rayo surgió de entre las nubes, fustigando la tierra. El Profeta lanzó un alarido y vio, horrorizado, como las llamas empezaban a arder allí. Se levantó y corrió hacia las zarzas que ardían, ante las que se postró reverencialmente. “¡Padre, perdóname!” sollozó, enterrando la cara arrasada en lágrimas entre sus manos. “¡Padre, te escucho!”. Pero tan sólo el indiferente crepitar del fuego llegaba a sus oídos. Entonces empezó a llover. Primero, grandes gotas comenzaron a caer, horadando el polvo aquí y allá. Después un intenso aguacero azotó el mundo. Los truenos rasgaban el aire, los relámpagos iluminaban la negra noche, el viento empezó a aullar con voz profunda y los cielos se abrieron sobre el Profeta que, con los brazos extendidos recibía la lluvia en su cara desprotegida. “¡Padre, te escucho!” bramó al aire. Tan sólo las gruesas gotas golpeando el suelo y apagando la ardiente zarza acudieron a él. Se despojó de sus ropas y las lanzó al barro, permitiendo así que el agua azotase y purificase su sucio e impuro cuerpo. Se arañó y golpeó el pecho mientras aullaba al rugir de la tormenta hasta que, exhausto por la falta de alimento y descanso, cayó al suelo sollozando. La mañana encontró al Profeta acurrucado en el suelo. Sus ropas, manchadas de fango, estaban esparcidas a su alrededor. Su cuerpo tiritaba mientras los primeros rayos de un sol rojizo lo bañaban. Se incorporó, apartándose la enmarañada melena de la cara. Abatido, permaneció un rato de rodillas, contemplando el desierto que se extendía a su alrededor. Miró después las tablas de piedra, vacías, tiradas algunos pasos más allá y suspiró. “Padre” murmuró, “¿por qué me has abandonado?” Y diciendo esto, se levantó, se cubrió con sus ajadas ropas y comenzó a descender, cabizbajo, hacia donde su pueblo lo aguardaba. Su pueblo. Aquel al que había liberado de su esclavitud para embarcarlo en un viaje incierto hacia una promesa mejor. ¿Cómo explicarles que ya no había esperanza? ¿Decirles que su Creador no estaba con ellos? ¿Justificar todo su sufrimiento? ¿Cómo explicarles que sus hermanos, sus hijos, sus mujeres, sus ancianos, todos aquellos a los que habían enterrado durante aquellas malditas semanas, habían muerto en vano? ¿Que el Padre ya no se dignaba a hablarles? ¿Y qué le harían a él? Él era el Profeta, él los había convencido de que debían exiliarse, de que debían volver al Hogar largamente abandonado. Él había sido el portavoz del Creador y Su estandarte en aquella desgraciada campaña. Llorarían, protestarían. Luego acabarían con él. Moriría llevando a cabo la obra del Altísimo y a su lado permanecería por los siglos de los siglos, hasta el Último Día. “Que así sea”, suspiró, resignado. Aquella voz insidiosa y queda murmuró otra vez a su oído: “¿Y si el Padre no permite que entres a Su Morada?”. Un miedo hasta ahora desconocido se encendió como una chispa en la oscuridad. “El Hacedor no te ha escuchado hoy, ¿por qué habría de hacerlo mañana?” Una angustia como nunca había sentido anidó en su pecho. “Sería el final”, pensó. Se detuvo, mareado, y se sentó en una roca, tembloroso. “¡No!”, exclamó, irguiéndose. “¡Él no lo permitirá!”. “¿Seguro?” Exclamó, burlona, aquella voz en su cabeza. “Él no me...” empezó a decir. “¿Abandonará?” terminó la voz. “¡Ya lo ha hecho!” Sentenció, amargamente. “¡Estás solo!” Escupió. “Solo” murmuró el Profeta, con los ojos vidriosos dirigidos al cielo azul de la mañana. “Estoy solo”. Dirigió su vista hacia el valle, donde su pueblo esperaba la Ley quehabía de guiarlos hacia la luz, el Profeta que había de llevarlos al Hogar, marcarles el camino a seguir. Él tenía un deber hacia su pueblo, una misión. “Muerte o vida”, pensó. Se sentó sobre una roca y comenzó a esculpir una de las tablas, sopesando cada una de las palabras, cada uno de los mandatos: debían ser breves, claros, contundentes, persuasivos. Creíbles. “Diez será un buen número” pensó. Una nueva confianza, basada en su habilidad con la palabra orada y en el crédito que los meses de penurias no habían eliminado por completo entre los suyos, comenzó a renacer en él.
Siguió esculpiendo mientras se convencía a sí mismo de que el temblor de sus manos era debido a la excitación. |
Hola, no había leído esto hasta ahora. Vaya buen relato, pero, la verdad no sé quién puede ser el autor. Creo que me suena haberlo leído antes, pero seguro que es una tontería. Por decir algo, puede que fuera uno de los que participó en una edición, hace mucho, en la que se nos pedía relatos bíblicos. No recuerdo con cuál participé yo, pero si que todavía lo hacían algunos de aquellos escritores fieras que ya nos dejaron. Podría ser de Bizarro, por esa rabia contenida que llena todo el relato, pero podría no serlo ni por asomo. Bueno, ya he revuelto un poco, ahora a seguir especulando los demás. Buena idea Felipe. |
El relato es de Ernie. Atribuirlo a Bizarro... imposible. Este es un relato que trata sobre el gran mito moral de nuestra civilización. Los relatos de Bizarro nunca trataron de moral ni de ética. A lo sumo, de algo llamado "honor", concebido un poco a lo A. Pérez Reverte: una especie de congruencia de los actos con los propios principios, no compartidos con nadie. |
Sí, ya sé que esto es un taller. Que ya no dependemos de un mínimo de relatos para poder pasar a las votaciones. Veo que tenemos tres relatos. ¿Puedo esperar, sin que sea algo utópico, que al cierre sean bastantes más? De todos modos, me imprimo los tres relatos y me los llevo, para leermelos en algún rato que tenga libre estos próximos días. Así, cuando esté de regreso el domingo por la tarde podré ponerles la nota que merezcan según sus valores. |
Es curioso que un tema como Utopía no hiera a un escritor. Transcribo lo que leía anoche: "Los discípulos de HORKHEIMER han compartido su admiración hacia la noción kantiana del acto estético como vínculo de esperanza en el futuro ecuánime de la humanidad. Si bien a medida que la crispación existencial se ha ido acentuando, la trasposición al horizonte estético de los anhelos insatisfechas se ha visto incrementada. "Desde que el arte conquistó su autonomía, ha preservado la utopía que se desvaneció en la religión", escribió Horkheimer. El arte alcanza así a constituir la expresión más acabada del "legítimo interés del hombre por el futuro" y se convierte en une promesse de bonheur -divisa de la estética francfortiana." Bueno, este lenguaje es muy retorcido. Resumido, viene a decir que toda creación cultural es la expresión de un anhelo por una realidad mejor. Y añado yo, vista la pobreza de esta edición: aunque los propios creadores no sean conscientes de ese anhelo dentro de sí mismos.
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Me gustaría leer el relato que no entro. No se, que pensarán el autor y los demás concursantes, aunque sea postearlo aquí en comentarios. Para un autor, su obra es como un niño, lo va gestando, su parto puede ser tardío o adelantarse y nunca se sabe hasta que sale a la luz como es,�a veces no son perfectos pero� pueden�corregirse y diría que� logran identificarse con su �padre. |
EMPATE: Clave
Autor
Título
TOTAL
Escaleno
Zara
Albalatex
raitann
jpiqueras
sacra
r2d2
Robert Owen
Sacra
¿Y fueron felices...?
42
7
8
6
6,5
6,5
8 Herbert Marcuse raitann Proyectos utópicos 35 5 7 7 6 5 5 Charles Fourier jpiqueras Todo por un sueño 32 5 6 5 5 6 5 Juan Jacobo Rousseau Zara No me hables de sueños 42 6 8 9 7 6 6 William Morris albalatex Utopía de Ser o no Ser 27 4 6 5 6 3 3 Enhorabuena a zara y sacra, a sacra y zara. A ver cómo lo arreglais.
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No recuerdo con cuál participé yo, pero si que todavía lo hacían algunos de aquellos escritores fieras que ya nos dejaron. Podría ser de Bizarro, por esa rabia contenida que llena todo el relato, pero podría no serlo ni por asomo. Bueno, ya he revuelto un poco, ahora a seguir especulando los demás.
Buena idea Felipe.