Para aquellas personas que les apetezca, dejo aquí un trozo más de mi libro: “Desde el corazón de la Alhambra”. Pido disculpas si en algo molesto y agradezco cualquier comentario, sobre todo, de aquellas personas que lean esto y les diga algo.
Y por cierto, si alguien viene alguna vez por Granada y desea que le acompañe, guía gratis por supuesto, por la Alhambra, Albaicín, Realejo u otros sitios de esta ciudad, que lo diga. Saludos: romi.
25- Cuando estabas por aquí, en más de una ocasión, recorriste el empedrado del rellano delante de la iglesia. Y lo hacías siempre como si fueras en busca de algún alimento para el alma. Por eso era hermoso solo verte. Y por eso ahora, al recordarte, sigue siendo más hermoso aun.
Algunas noches de luna clara, atravesaste este rellano empedrado y, en el muro de la hiedra, te sentabas. Simplemente a dejar que tu alma se llenara del silencio, reconfortada por la caricia del aire fresco. Sabías y sé yo bien que una de las cosas más deliciosas en los rincones de la Alhambra, es el airecillo que por estos sitios siempre corre. También, en aquellos momentos, te gustaba empaparte del murmullo de este airecillo, singularmente amable en las cálidas noches de verano, jugueteando por entre las hojas de los olmos. Y también recuerdo que te gustaba mucho contemplar los reflejos de la luna sobre el rincón de los palacios. Mientras lo hacías te concentrabas en el canto de los grillos y, a veces, comentabas:
- ¡Qué misteriosos son estos momentos y qué sensaciones más placenteras en el alma!
Ahora,
solo, cada tarde,
recorro los jardines
que pisaste.
A veces me paro,
por donde pasaste,
a veces me siento
en los arriates
de las rosas blancas
que besaste.
A veces me escondo
tras los árboles
y a escondidas lloro
tu ausencia en la tarde.
Y, a veces quisiera,
llamarte
pero no lo hago,
tan lejos te marchaste
y tan hondo es el silencio
que nada ni nadie
sabemos dónde vives.
¡Qué herido me dejaste!