La simplicidad del primer millón

Para aquellas personas que les apetezca, dejo aquí un trozo más de mi libro: “Te voy a contar un cuento II”. Pido disculpas si en algo molesto y agradezco cualquier comentario, sobre todo, de aquellas personas que lean esto y les diga algo. romi
Muchos conocen, casi en su totalidad, hasta los más apartados rincones del Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas. En los últimos años, a este lugar, acuden muchas personas: Montañeros, algunos, aficionados, otros, turistas, la mayoría, campamentos, excursiones organizadas y grupos de amigos. Algunas de estas personas, los más amantes de la naturaleza, se adentran y patean bien las cumbres más altas, los barrancos más escarpados, los ríos y remansos y hasta las ruinas de viejos cortijo. Y luego, casi todos estos aventureros, escriben en los foros y comparten con muchos otros, sus hazañas.
Y se asombran, una vez y otra, de las mil y una maravillas que todos estos lugares encierran. Árboles centenarios, animales silvestres, cumbres nevadas, desfiladeros complicados, manantiales, embalses, lagunas y ríos. Todo esto y mucho más, para unos y otros, resulta como el asombro máximo en sus vidas y las proezas jamás nunca realizadas.
Nada voy a decir de ello. No lo comentaré pero voy a narrar que, en estas montañas, conozco algo que nadie ha visto nunca. Por donde dos grandes cordilleras se juntan y ya casi al final de una porción de sierra. Por el curso del río ha subido algunas veces. Siguiendo siempre la sendilla casi, trabada en las rocas de la ladera, hasta que llega donde ya todo se cierra en un estrecho cañón. Justo aquí mismo se remansa un gran charco, azul verde y muy transparente. Y, algo más arriba, se despeña una pequeña cascada. Como una bailarina vestida de blanco en el mejor momento de su danza.
Pasando esta cascada, una vez atravesado el primer charco, se llega a una repisa. Es donde el caudal del río se remansa como en un lago sin fin y alargado. Claro como el diamante más puro y sereno como el amanecer de un día de primavera. Y, en este punto, es donde yo más de mil veces me he sentado. Sobre una de las rocas de lado derecho y frente al remanso que se adentra hacia el corazón de la montaña.
Y, casi todas estas veces, aquí me he quedado horas y horas. Como alimentándome del color de las aguas, de su transparencia y quietud. Para saciar ese hambre oculto que todos llevamos en el alma. Luego, si acaso, despacio he caminado por el lado derecho hasta perderme en lo más profundo. Y, quiero decirlo: siempre con el aliento contenido y sintiendo que iba al encuentro del un mundo nuevo, muy diferente al que conozco. Un mundo jamás visto en el Planeta Tierra y por eso hermosamente misterioso.
Tan bello y a la vez dulce para el espíritu, que nunca me atreví a contarlo. Y hoy lo hago solo como agradecimiento. Porque a mí el cielo me haya permitido conocer esta grandeza de sueño y, al mismo tiempo, porque nadie todavía lo haya descubierto. Para que eterno conserve, este lugar de la sierra, su misterio y belleza. Así que aquí lo dejo dicho. Solo pretendía que se supiera que, en el Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas, existen todavía rincones que nunca nadie ha visto. Ni siquiera los montañeros más avezados. Y, de esto, claro que me alegro.
De todas maneras guardalo en un rinconcito de tu corazón porque pasado mañana una cuadrilla de postadolescentes con sus quads se saltarán todas las normas y dejarán su huella indeleble de derrapes, cajetillas de tabaco, botellas de coca-cola y cartones de don simón... No es por ser negativo pero jodidos vamos con el campo... |
¿Quieres que te informemos de cómo publicar tu obra? Déjanos tu teléfono y te llamamos sin compromiso.