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Foro para escritores de Bubok

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romi
Mensajes: 678
Fecha de ingreso: 25 de Abril de 2008

Una pequeño relato

14 de Noviembre de 2008 a las 14:30

Hola:

Ya sé que, hasta ahora, no es costumbre de poner en el foro textos completos de nuestros libros. Yo hoy, voy a dejar aquí el texto de un pequeño relato de mi segundo libro: "Te voy a contar un cuento". Por si alguna persona se anima y quiere leerlo. Y se se anima un poco más y deja comentarios, lo agradeceré mucho. Espero que os guste. Saludos:  romi

La niña y las golondrinas

 

            Al llegar la primavera, las golondrinas volvieron. Y, como todos los años, hicieron sus nidos en el alero del cortijo. Casi en la misma puerta de la vivienda y no muy alto. Uno de los nidos casi se podía tocar con las manos.

 

            Por eso la niña, al entrar y salir del cortijo, decía:

- ¡Qué bien que las golondrinas hayan vuelto y qué bien que otra vez sus nidos los hayan hecho aquí tan cerca! Así, cuando nazcan los polluelos, podré verlos y podré jugar con ellos. Nada me gusta más en esta vida que ver y aprender de las debilidades y belleza de unos pajarillos como estos.       

 

         Y nacieron los polluelos. A los pocos días de hacer sus nidos las golondrinas pusieron los primeros huevos. Luego se pusieron a encubarlos y, unos días después, nacieron los polluelos. Cuatro en el nido del alero y cinco en el nido que estaba más en la esquina. Y, a partir de este momento, la niña se pasaba muchos ratos asomada en la puerta del cortijo y observando el ir y venir de las madres golondrinas. Admirada y sorprendida decía:

- Hay que ver con cuanto amor las madres cuidan a sus hijos. Como si no tuvieran más misión en este mundo. Por eso, estas avecillas y sus hijos son como el mejor ejemplo de libertad, cariño y gozo por la vida.

 

            Y claro que era cierto. Por eso a la niña, en cada momento del día, también se le llenaba el corazón de gozo y amor por la vida. A la madre, también de vez en cuando, le decía:

- ¿Sabes, mamá? Es como si en el fondo ahora quisiera que estas golondrinas nunca se fueran y que sus polluelos nunca se hicieran mayores. ¿Podría ocurrir alguna vez este milagro?

- Si en tu corazón lo deseas sinceramente, alguna vez pudiera ocurrir un milagro así.

Y la niña miraba al cielo y luego seguía entusiasmada con las avecillas.

 

            Pasaron los días y las crías de las golondrinas se hicieron mayores. A todas horas se les oía reclamando comida a los padres y, en algunos momentos, se les veía asomados por el borde de su nido. Como si ya estuvieran explorando el mundo que les rodeaba y de él fueran aprendiendo. Y seguro que era así porque, cada vez que la niña se acercaba al nido, ellos la recibían como a una amiga suya. Como si la hubieran conocido de toda la vida y era cierto. Y era más especial el recibimiento que siempre le hacía uno de los polluelos. El más grande y el que tenía ya todo el cuerpo cubierto de plumas. Al verlo tan bonito y jubiloso la niña le decía:

- Sí, soy tu amiga y por eso me gusta tanto verte. ¿Sabes? Ojalá nunca te hicieras mayor y siguieran para siempre en este nido con la misma inocencia que ahora tienes.

 

            Quizá sí o quizá no, el pajarillo comprendía. Pero la niña creía que sí y por eso se alegraba al oírlo pedir comida y saludando siempre jubiloso a la vida. Ella otra vez le decía a la madre:

- Yo creo que me entiende y creo también que es inteligente. Mamá ¿por qué estas golondrinas cada año vuelven al mismo sitio a hacer su nido?

- Porque el comportamiento de las golondrinas siempre ha sido así. Se van y vuelven cada año al lugar donde nacieron.

Y la niña nunca dudaba de las palabras de la madre.

 

            Hasta que un día, a primeras horas de la mañana, ocurrió lo que nadie esperaba. Al salir la niña del cortijo y mirar para el alero del tejado para ver el nido, descubrió que éste no estaba. Su corazón le dio un brinco y al instante comenzó a gritar:

- ¡Mamá!

Enseguida la madre se hizo presente y, antes de que ésta pudiera decir nada, la niña le dijo:

- Mira, mamá, el nido y los polluelos han desaparecido. Mamá ¿qué puede haber pasado?

 

            Miró la madre y meditó un momento y luego respondió:

- No lo sé, hija.

- Pero estos pajarillos todavía no podían volar aunque ya tuvieran sus cuerpos cubiertos de plumas. ¿Quién se los ha llevado o a dónde se han ido?

- No lo sé, hija mía.

 

            Y, en este momento, por el lado derecho del cortijo y junto a unas matas de hierba, se oyeron los píos de uno de los polluelos. Dijo la niña:

- Ahí está el mayor de ellos, mi mejor amigo.

Y salió corriendo a buscarlo. Enseguida lo vio. Estaba entre las matas de hierba, muy cerca de la corriente del pequeño arroyuelo, con las alas abiertas y sangraba por una pequeña herida en la cabeza. Se lamentó la niña:

- Mamá, esto no es cierto.

 

            Pero era cierto. El pequeño y hermoso polluelo de golondrina, había llenado de sangre las matas de hierba, la tierra sobre la que se apoyaba y hasta el hilillo de agua que bajaba por el arroyuelo. Sin decir nada más la niña se agachó, cogió al avecilla con sus manos, tocó suavemente la herida con sus dedos y sus manos quedaron manchadas por la sangre del pajarillo. Dijo a la madre, como suplicando:

- Se está muriendo, mamá, debemos hacer algo.

Y la madre no dijo nada. La niña acercó el polluelo a su cara y la piel de seda de sus mejillas quedó manchada por la roja sangre del pequeñuelo. La sangre se mezcló con las cristalinas lágrimas que manaron de los ojos de la niña a la vez que por sus labios salieron estas palabras:

- ¡Por favor! No te vayas, no te vayas, no te vayas.