REVIVAL No veo nada. Están ahí fuera, creciendo. Entre los asientos, exudando risas, copiando de sus padres. Anhelan obtener la sinfonía emocional. Es siniestro. Miles de bocas. El clímax se va a producir en cuanto enciendan los focos. Aún falta el coro. Me duele el estómago. Quiero fumar o meterme el dedo en la boca. Protección. Inspiro una bocanada de acritud contra ellos. ¿Qué esperan de mí? Que les vuelva a cantar el gran éxito. Décadas después. Rumian su postergada felicidad oscura. Falsa. Yo, la muerte de mi esposa. Verdadera. ¡Asco me dan! Empecemos. Antes de acabar. Que puedan contarlo. |
La predicción. -No veo nada –dijo la pitonisa. Levantó la cabeza con un gesto de absoluta incredulidad y descubrió que su cliente, con el ceño fruncido en un gesto de dolor y la mano derecha en el pecho, había muerto. -Vaya –concluyó-, no sabía que era tan buena. |
Abismo No veo nada y sin embargo la curvatura gris de mis ojos se dilata hasta el dolor. El sol refleja una luz hiriente, el maldito albedo se clava en mis pupilas. Una pierna primero, después la otra y me detengo; el terreno, cada vez más abrupto, se inclina sobre su eje enfilando un punto en el cielo cubierto de nubes. Ya no hay cuerda, todos quedaron atrás. Miro al fondo. No veo nada. |
El vuelo No veo nada, oigo las respiraciones deslizándose por mi espalda en la semioscuridad. La cabeza me estalla, mis manos se paralizan, los nervios me dominan. Empezaremos ahora mismo y me olvidaré de todo y todo se borrará y desapareceré. Desde aquí siento sus ojos fijos en mis manos, son como palomas dispuestas a volar, doy un ligero golpe en el atril y se mueven por sí solas: La música brota, asciende, se expande; ya no soy yo, somos pájaros acunados por la brisa. El violín llora y la sinfonía de Tchaikovsky nos eleva al cielo y volamos con ella.
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Cafeína No veo nada de lo que dicen. Parece que todo se ha borrado y ahora encima empieza a llover. Cada vez hay menos de todo lo que debería haber, ni huellas, ni marcas, ni pelos en este barro... Y esta puta linterna que no va bien. Me tomaría un café pero aquí no hay de eso. Qué bien. Mañana empezaré el turno con un atracón de cafeína y que le den por culo a las pruebas si me tiembla el pulso. Al fin y al cabo estoy seguro de que mañana también va a llover.
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A ciegas No veo nada. No intente ver ningun objeto en particular, pero tampoco pude ver absolutamente nada a traves de ninguno de los oculadores. Era como ver el cielo a través de la nada. Apuntaba a las estrellas más altas y nada. Me sorprendí ante la osucuridad, el agujero negro que se había instalado ante mis ojos y pensé: si esto es el espacio no hay nada en él que me interesé.
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Las órdenes - No veo nada. - Yo tampoco. Camuflaje perfecto. - Volvamos al puesto de mando. Esta noche caeremos sobre ellos por sorpresa. - No tienen ni idea de que hemos llegado hasta aquí. - Y ya sabes las órdenes. Ni heridos ni prisioneros.
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EUFORIA - ¡No veo nada extraño! ¡Era de esperar! –exclamó Diego. Mientras que el cuerpo de Marta yacía sin vida en el suelo, Carlos permanecía petrificado a su vera, reflexionando sobre la negación de su compañera ante su propia enfermedad. Seguía interrogándose por el altísimo coste que pagó para disfrutar del estado de euforia en el que entraba incontroladamente, para después caer en el temido vacío existencial. La medicación era la puerta condenatoria a permanecer afuera. Algo que ella nunca aceptó. Esta vez sus alucinaciones concluyeron - tristemente- con la euforia del último viaje. “Autolisis” rezaba el informe del forense.
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0:00 horas No veo nada, sus manos desmesuradamente secas me tapan los ojos con precisión absoluta. En realidad siempre ha estado ahí detrás, acechando, aguardando este instante. "¿Sabes quién soy?" Siento un escalofrío: jamás me podría haber imaginado que su voz fuese tan hermosa.
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Luces No veo nada. Grito. Está sobre mí y por más que intento zafarme quedo atrapada por su peso. Escucho sus jadeos ahogados restregarse en mi oído. Entonces las luces de un coche iluminaron el parque. Nunca he corrido tanto en mi vida. Cuando llegué a la carretera, recién escupí la oreja.
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Aqua Sacra No veo nada. Agua. Sólo siento agua empapando mi cara. Lo sabía. No hay milagros. Menos si no tienes fe. Y yo no he creído nunca en nada. Ni siquiera me convenció el cuento de los Reyes Magos. Pero regalos son regalos. Joder. Reyes. Ella sí cree. Y todavía debe estar esperándolo. Esperar no es suficiente. Ni desear. Hay que actuar. Actuar con cabeza. Reyes apostó por la ilusión. Ha sido un hermoso presente. Tanto como inútil. Sostiene mi cara. Seguro que busca vida en mis ojos. Actúo. Miento: "te veo". Reyes llora. Ya lo entenderá luego. Regalos son regalos.
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Jack No veo nada. La niebla es tan densa que mantener los ojos abiertos por más tiempo resultaría inútil y decido cerrarlos para así agudizar el resto de sentidos. Siento la humedad del ambiente y cómo el frío eriza el vello de mi espalda. Escucho los tenues jadeos en la distancia y los pasos que se acercan irremisiblemente hacia mí. Los nervios atenazan mis movimientos y, a pesar de ello, consigo girar mi cuerpo hasta ubicarlo junto a la pared más cercana. Alguien se acerca. Extiendo los brazos y mi mano palpa un seno de mujer. Ella será la primera.
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NO MORIRÁS - No veo nada... ¿y tú? - Yo tampoco. ¿Qué hacemos? - Esperar, no queda otra. - Nos darán por muertos, seguro. - No tiene por qué. Tienen perros. Nos olerán. - Habrá muchos como nosotros; pueden tardar días, y mi pierna está hecha un desastre. Y me duele. - Tú no te preocupes. Tenemos comida y bebida. Hoy empiezo a creer en Dios; es algo más que suerte que estuviéramos decidiendo qué pizza cenar cuando ocurrió todo esto. - Me duele mucho, amor. - Se fuerte, María. Éste es el momento clave de nuestras vidas. Hay que sobrevivir, ¿entendido? - Si me muero... - No morirás, María, te lo prometo.
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