Te anexo aquí, el Comentario que, se suponía, aparecería en la ficha de tu libro, completo; no parcial, como, en efecto, allí se muestra. Cuando intenté anexar la otra porción que no sintió la plataforma, debiese mostrarse, pues el error que, antes, había comentado R2_D2 en otro hilo: «debes enviar un comentario». Bueno, lo que iba a aparecer completo allá.
Aún es Sábado, 17; aquí, claro; en donde el mediodía llega 5.30 horas
más tarde que en España. Así, por deber o sin él; es decir, tomando o
no la deuda, la que puede alguien sustraerse de ella sin riesgos y sin
la pena de incumplimiento, ¿qué puede ser mencionado de una obra sin
comprometer al autor? Al autor de la novela, sí; al Autor de la
Crítica, también. Puede decirse, ¿sin prejuicios? Supongamos que esto
sea imposible.
Un dominio elemental de cuanto debe saber
cualquier lector. Cualquiera quien intentase leer, siempre oraciones
impersonales, con alusiones a un yo, a un extraño primera persona, a un una, a un hombre quien nunca dice ser mujer sino que, el lector, un lector,
asume —por prejuicio histórico y por elusión lícita del propio
lenguaje, del mismo ser castellanizado—, que se es varón. Pero, ¿qué
importa el género? No es relevante el subrepticio recurrir a la ropa; como si la
ropa definiera la sexualidad. La misma burla que está detrás de no
saberse si se leyó a una misma persona desde antes. La estratagema de
comunicarse por cartas, aún existiendo, muy de cerca, la presencia física. La personalidad no tiene sentido.
Exactamente similar desarrollo en las Otras Curvas,
las «Otras Fatalidades». El tal lenguaje sencillo, sin elaboraciones
complicadas, sin ser coloquial ni descuidado que, sin advertirlo, logra
hacerse introducir para imaginar el contexto y tener al lector allí,
encerrado viendo, con exactitud fiel, lo que las palabras que narran a
entonación y ritmo de quien las sigue, quisieron decir desde antes que
se abriera el capítulo. El mismo caminar, el mismo hollar y rehollar,
dejando soltar, de propósito, dejando caer, con cautela, migajas como
rastros, indicios que terminan en un «Ana..., has muerto». Que
finalizan en un «mi querida gallinita». Es que, ¡siempre al principio
fue el caos! ¡Nunca se hubo dicho lo contrario!
Una niebla que «vence (...) aceleras el paso (...) ¿Quién sabe?, tal
vez la próxima vez...». Los giros son perfectos; todo el trabajo tiene
el ardid de lo psicológico y falazmente creído antes, un antes siempre antes, sin haber leído y creído leerse, se termina por entender que hay otra historia, distinta, lejana e indiferente, pero que siempre,
antes y al final de la historia, estuvo allí: el lector lo llega a
saber; pero demasiado tarde, cuando la niebla, nuevamente, vence;
después de aquel, creado por el lector, tal «sueño de siglos».
Una idea perfecta; masculina, femenina, como quiera que se intentare reflejar en los ojos que la descifren.
Por cierto, mi navegador es un Mozilla Firefox completamente actualizado. El Flash, el Java... Puff, no creo que sea local la falla de muchos al intentar comentar; al menos sé que no se trata de alguna combinación de teclas.
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