Comparto con vosotros un microrrelato basado en una experiencia vivida.
Desconozco cuales fueron los motivos que llevaron al perverso creador del laberinto a diseñar la estructura tal y como la hizo, pero sin duda que desarrolló un gran trabajo.
Los intrincados mecanismos de su mente me trasladaron por caminos insondables que obstaculizaban mi desesperada huida mientras una maraña de confusos vericuetos generaba en mí una frustración cercana a la locura. El cansancio hacía mella en mis debilitadas piernas y mi respiración se aceleraba en búsqueda de un aliento que no obtenía. Seguidamente, llegaron la desesperanza, la sed y el hambre, y cuando ya temí un desfallecimiento alcancé a ver las 6 letras deseadas: salida.
¡Lo juro, es la última vez que voy a Ikea!