Esta web, cuyo responsable es Bubok Publishing, s.l., utiliza cookies (pequeños archivos de información que se guardan en su navegador), tanto propias como de terceros, para el funcionamiento de la web (necesarias), analíticas (análisis anónimo de su navegación en el sitio web) y de redes sociales (para que pueda interactuar con ellas). Puede consultar nuestra política de cookies. Puede aceptar las cookies, rechazarlas, configurarlas o ver más información pulsando en el botón correspondiente.
AceptarRechazarConfiguración y más información

Foro para escritores de Bubok

Para participar en los foros de Bubok es imprescindible aceptar y seguir unas normas de conducta básicas. Puedes consultar estas normas aquí
X
romi
Mensajes: 678
Fecha de ingreso: 25 de Abril de 2008

Secretos en el Albaicín, Granada

25 de Noviembre de 2010 a las 12:39

Secretos en el Albaicín, Granada
        Conozco uno de los muchos secretos y misterios que se han dando y dan en el barrio del Albaicín. Ha llegado hasta mí a través de una persona amiga. Esta persona un día me dijo:

- ¿Has oído tú alguna vez el secreto de la muralla del Albaicín?

Algo sorprendido lo miré, estuve en silencio un buen rato y luego le pregunté:

- Algunos secretos sé yo de este barrio pero el de la muralla del Albaicín nunca lo he oído. ¿Qué misterio es?

- Dicen que solo se puede ver una vez al año y desde un punto concreto.

Y como la curiosidad se fue apoderando de mí le seguí preguntando:

- ¿Qué día del año y desde qué lugar se puede ver?

- El día es justo mañana. El primer día de la primavera y solo se puede ver este secreto a la hora exacta en que entra esta estación del año.

- Pues yo ya me muero en deseos de vivir esta experiencia. Mañana entra la primavera justo a la seis de la tarde. ¿Quedamos y vamos a este barrio y me muestras el enigma que me dices?

- Si tú quieres quedamos y te lo enseño.

Y no se habló más. Aquella mañana nos despedimos quedando vernos al día siguiente en el Mirador de San Nicolás.

 

          Se sabe que el barrio del Albaicín es el más antiguo de Granada. Y se dice que su origen es árabe. De la época de la Alhambra o mucho antes. Aunque algunas personas dicen que el Albaicín nació con los primeros pobladores de estas tierras. Cartagineses, fenicios griegos, romanos, ziríes, andalusíes, árabes… Y también muchos dicen que sobre el cerro donde ahora se asienta este barrio, fue donde nació Granada. Justo en lo más alto, desde donde se ve mejor todas las tierras de la Vega y la gemela colina de la Alhambra. El lugar exacto se le conoce ahora como Alcazaba Cadima, alcazaba vieja, y también Palacio de Daralhorra.

 

        Quizá por todo esto y algunas cosas más son tres las murallas que tiene el Albaicín. Por el barranco y ladera de la Cuesta Alhacaba,  entre el mirador de San Cristóbal y la colina de Alcazaba Cadima, es donde se pueden ver restos de estas murallas. Por aquí y por otros sitios del actual barrio del Albaicín: por algunos tramos de la calle San Juan de los Reyes, por donde Haza Grande, por las laderas de San Miguel Alto…

 

          Estas cosas y más aun, se saben del bonito barrio del Albaicín, en Granada. Porque eso sí: este barrio es el lugar más hermoso de la ciudad de la Alhambra, no solo por su historia y el trazado de sus calles y casas. También y fundamentalmente por el sitio que ocupa. Como ya he dicho: en lo más alto de un precioso cerro que forma colina gemela con la de la Alhambra. Se puede decir que el Albaicín es el espejo de la Alhambra y, al mismo tiempo, la Alhambra espejo del barrio del Albaicín. Porque, en lo más elevado de las colinas, se miran y reflejan sobre las aguas del río Darro y las tierras de la Vega, iluminados por las nieves de Sierra Nevada. Cosas estas realmente curiosas y originales que son apreciadas por muchas personas. Pero este blanco barrio, antiguo y nuevo, guarda en sí misterios y secretos que muy pocas personas conocen. Al menos el secreto que pretendo contar y que me descubrió la persona que ya he dicho.   

A la noche siguiente del encuentro que dije, llovió mucho. Sin parar estuvo lloviendo toda la noche y, al amanecer, la lluvia seguía cayendo. Recordé yo que la persona conocida, el día anterior me había comentado:

- Y además de ser en el primer día de la primavera, la noche antes tiene que haber llovido mucho. Sin embargo, cuando se acerque la hora exacta del paso del invierno a la primavera, las nubes deben abrirse en el cielo y el sol tiene que salir. Si estas cosas no se cumplen no será posible ver el secreto que te he anunciado.

 

          Así que al amanecer del día acordado descubrí que las cosas estaban siendo tal como él me lo había contado. Pero temía que a la hora exacta de la llegada de la primavera, el sol no saliera. Sin embargo, confié y a mediodía, salí de mi casa. Con el paraguas en la mano y con la ilusión de encontrarlo en el Mirador de San Nicolás.

 

          Despacio subí por la Cuesta Alhacaba y lentamente me fui acercando al mirador. Y me lo encontré como siempre: lleno de gente que miraba y hacia fotos a la Alhambra y también muchos hippies con perros. Miré y vi a mi amigo. Estaba sentado en el viejo aljibe de ladrillos y también miraba esperando. Seguía lloviendo y por eso se cubría con un paraguas. Le dije:

- Aquí estoy.

- Has llegado a tiempo.

- ¿A dónde tenemos que ir para presenciar el acontecimiento?

- Hay que caminar un poco para llegar a un punto muy concreto.

- ¿Qué punto es ese?

- Es un lugar en este barrio del Albaicín que no te digo ahora. Vamos a caminar y lo verás dentro de un momento.

- Pues, cuando tú quieras.

 

          Y dejó el sitio donde estaba sentado y se puso a caminar. Lo seguí. Cruzamos la plaza por detrás de la iglesia de San Nicolás, entremos en el callejón Cementerio de San Nicolás, salimos a la placeta Hornos Moral, rozamos el aljibe Polo, cruzamos la plaza Aliatar y por el lado de arriba caminamos. Recorriendo muchas callejuelas siempre en dirección a la ladera de San Miguel Alto, que es por donde hay muchas cuevas. Pensé que me llevaba a una de estas cuevas pero no fue así.

 

          Lentamente fuimos remontando toda esta ladera hasta que coronamos al Mirador de San Miguel Alto, por delante de la ermita con el mismo nombre. También pensé que sería por aquí donde él debía mostrarme el secreto pero tampoco acerté. Porque seguimos caminando, le dimos la vuelta a la ermita y volcamos para el barranco del Sacromonte. Y al llegar a este sitio sí le pregunté:

- ¿A dónde me llevas?

- Observa el cielo.

- Sí, parece que ya no llueve. Las nubes se abren y, en algún momento, el sol quiere salir. ¿Es esto lo que tiene que suceder para que podamos ver tu secreto?

- Exactamente esto.

- ¿Y queda mucho por llegar al sitio?

- Muy poco.

 

          Nos acercamos a un tramo de muralla. No digo ahora exactamente el sitio porque esto fue lo que me pidió mi amigo:

- A nadie debes decir nunca las cosas con claridad para así evitar que muchas personas vengan a este lugar.

Y le dije a él:

- Cumpliré siempre con este deseo tuyo.

Por eso ahora solo digo que nos fuimos acercando a un pequeño trozo de muralla, sobre el cerro de San Miguel Alto. Buscamos un punto muy concreto, desde donde se ve todo el Albaicín y seguimos con los ojos puestos en el cielo. Las nubes se abrieron más, el sol comenzó a brillar y la hora exacta en que debía comenzar la primavera se acercaba.

- Todo va a salir bien, ya verás.

- Estoy tan nervioso que hasta me parece que esto no es cierto.  ¿Qué tenemos que hacer ahora?

 - Debemos buscar la piedra que, al tocarla, nos abrirá la gran puerta al secreto.

- ¿La piedra?

- Sí, una piedra no muy grande, algo blanca porque es caliza y casi redonda.

- ¿Sabes dónde se encuentra?

- Tranquilo.

 

          Miró el reloj, miró luego al sol y se agachó un poco. En este momento miré yo y vi la piedra. Metida en un trozo de la tapia que conforma la muralla y del color que me había dicho. Volvió a mirar al cielo, se abrieron mucho más las nubes, brilló con mucha fuerza el sol y él alargó su mano. Eran las seis en punto de la tarde, momento en que comenzaba la estación de la primavera. Con su mano tocó la piedra y, antes mis ojos, ocurrió el asombro. Vi como el trozo de muralla que teníamos ante nosotros, se abrió en dos. No al frente si no a lo largo. Como si el grueso de la pared que conforma la muralla, a lo largo, se abriera por el centro. Y no solo el trozo que teníamos por la izquierda, hacia la Alhambra, sino el de la derecha y por el otro lado de la ermita de San Miguel Alto, lado de Haza Grande. Y el trozo que caía para el barrio del Albaicín comenzó a transformase como en mil pétalos de rosas, en todos los colores. Lo mismo sucedía con el trozo de muralla que caía hacia el barranco de Sacromonte.

 

          Y, conforme estos trozos de muralla se transformaban en grandes pétalos de rosas, del centro de estos pétalos, comenzaron a surgir más hojas, también de mil colores y brillantes casi como el mismo sol. Y, entre estos pétalos del centro, vi aparecer todo el barrio del Albaicín. Como transformado en una gran montaña de color blanco y desprendiendo haces de luz hacia los lados. Lentamente surgía  del centro de esta gran rosa y al mismo tiempo se elevaba hacia el cielo. Al fondo, muy al fondo y sobre montañas de nubes rojas, se veía la Alhambra.    

 

          Con el aliento contenido, yo miraba sin creer que fuera cierto lo que mis ojos estaban viendo. Pero me animé y le pregunté:

- ¿Qué explicación tiene esto?

Y él, con su mano apoyada en la blanca piedra, me respondió:

- Yo no lo sé y por eso no me preguntes más. Solo puedo decirte que no es sueño y de aquí mi deseo de que lo vieras.

- Pero, y si me permites, yo sé que muchas de las personas que han vivido y viven ahora en este barrio del Albaicín, lo pasaron y lo pasan mal, tuvieron y tienen enfermedades, sufrieron y fueron y son pobres. ¿Cómo es que todo lo que ahora mismo veo es glorioso y bello? ¿De dónde sale tanta luz y tantos colores fantásticos?

- En lo que preguntas es donde se encuentra el gran misterio. Y quizá por esto es por lo que a tantas personas les gusta mucho todo este barrio del Albaicín.

- Sigo sin entenderlo.
- Ni yo sé explicarte más. Pero te repito: Esto no es un sueño.