Esta web, cuyo responsable es Bubok Publishing, s.l., utiliza cookies (pequeños archivos de información que se guardan en su navegador), tanto propias como de terceros, para el funcionamiento de la web (necesarias), analíticas (análisis anónimo de su navegación en el sitio web) y de redes sociales (para que pueda interactuar con ellas). Puede consultar nuestra política de cookies. Puede aceptar las cookies, rechazarlas, configurarlas o ver más información pulsando en el botón correspondiente.
AceptarRechazarConfiguración y más información

Foro para escritores de Bubok

Para participar en los foros de Bubok es imprescindible aceptar y seguir unas normas de conducta básicas. Puedes consultar estas normas aquí
X
romi
Mensajes: 678
Fecha de ingreso: 25 de Abril de 2008

La postal más bella de la Alhambra

7 de Abril de 2011 a las 22:04

Bubok

La postal más bella de la Alhambra

            En los primeros tiempos de la Alhambra, solo a unos pocos les interesaban estos palacios. A los reyes y personas de alto rengo que la iban construyendo y la habitaban, a los que trabajan en estos aposentos y a los soldados y tropas que la custodiaban. No había turistas en estos primeros tiempos ni tampoco los hubo cuando ya la Alhambra estuvo por completo terminada.

            Pero después de que la Alhambra y Granada fueran conquistadas y después de muchos años y algunas guerras, sí empezó a interesar todo esto a muchos turistas. Llegaron de todos los lugares del mundo a visitarla y la pintaron en muchos cuadros, le hicieron muchas fotos y la escribieron en cientos de libros. Coleccionistas, fueron bastantes de estos turistas, tanto de libros como de cuadros y postales. Y según fue corriendo el tiempo, surgieron más y más coleccionistas, ahora ya no solo de cuadros y fotos de la Alhambra sino también de las primeras obras que realizaron los primeros turistas. Coleccionistas de postales e imágenes antiguas, era como algunos lo llamaban y otros los llamaban turistas, viajeros, historiadores, científicos, pintores, escritores…

            Situados ya en estos últimos tiempos modernos, cada día se ven por aquí más y más turistas. No solo privilegiados, como en tiempos pasados, sino todas las personas del mundo y equipados con los más modernos instrumentos: cámaras de fotos, de vídeo, teléfonos, grabadoras de sonido, lienzos para pintar cuadros, pinceles, cuadernos… Y no es en estos tiempos modernos donde más se ven a los coleccionistas sino en los tiempos situados entre la primera época de la Alhambra y éstos últimos. Y así fue como en aquellos tiempos intermedios, se les vio a ellos.

            Una bonita mañana de primavera, cuando toda la ciudad de Granada, el Albaicín, el Realejo y la Alhambra, estaban en su quietud más serena. Eran tres y subían por la orilla del río Darro. Siguiendo una veredilla que discurría pegado a las aguas y desde donde se veía muy bien la figura de la Alhambra sobre la colina. El invierno que acabada de marcharse había sido muy lluvioso y lo estaba siendo también la primavera que llegaba. Por eso el río bajaba muy lleno y por eso, en algunos tramos que hoy ya están muy deformados, se fraguaban pequeñas cascadas y amplios charcos. Dos de los del grupo eran muchachos y un tercero, la hermana pequeña del mayor de los dos jóvenes. Por eso, mientras avanzaban por la veredilla y muy cerca de las aguas, entre sí charlaban. Se paraban de vez en cuando, tiraban alguna piedra a las aguas, miraban a la Alhambra y luego decían:

- Todo esto parece mágico. Tanta agua, un día tan soleado, la figura de la Alhambra en todo lo alto y estas cascadas…

Y la pequeña, como a veces se quedaba atrás entretenida en las aguas, salía corriendo y cuando los alcanzaba les decía:

- Cuando lleguemos a la gran cascada quiero quedarme ahí un buen rato para, desde ese sitio, mirar para atrás y contemplar despacio a la Alhambra.

            Y un poco antes de llegar a la gran cascada, se lo encontraron. Estaba solo, venía cargado con algunos aparatos, vestía ropa de montañero y no hablaba correctamente el idioma de ellos. Pero se acercó al grupo y les dijo:

- Soy coleccionista de postales antiguas de la Alhambra y de los paisajes que le rodean. ¿Podéis ayudarme vosotros algo?

- Nosotros solo vamos a un sitio desde donde se ve la Alhambra como desde ningún otro lugar del mundo.

- ¿Dónde está ese sitio?

- Si nos acompaña se lo mostramos.

            Y los tres siguieron su caminar junto a las aguas acompañados ahora por el coleccionista. Al poco, llegaron a donde las aguas caían en cascadas. Le dijeron:

- Aquí es.

Y se acercaron al primer escalón de la cascada. Y mientras lo hacían, la pequeña comentó al coleccionista:

- Póngase ahí, súbase en ese escalón y cerca de las aguas.

Le hizo caso, un poco temeroso por el peligro que parecía verse en las aguas y en la cascada. Pero cuando estuvo en el punto que ella le había indicado, se volvió para atrás, miró a la Alhambra despacio, concentrado y durante largo rato y luego miró al grupo de los jóvenes y les dijo:

- Como esta postal no hay otra en el mundo de este río Darro y de la Alhambra sobre su colina.