La postal más bella de la Alhambra
En los primeros tiempos de la Alhambra, solo a unos pocos les interesaban estos palacios. A los reyes y personas de alto rengo que la iban construyendo y la habitaban, a los que trabajan en estos aposentos y a los soldados y tropas que la custodiaban. No había turistas en estos primeros tiempos ni tampoco los hubo cuando ya la Alhambra estuvo por completo terminada.
Pero después de que la Alhambra y Granada fueran conquistadas y después de muchos años y algunas guerras, sí empezó a interesar todo esto a muchos turistas. Llegaron de todos los lugares del mundo a visitarla y la pintaron en muchos cuadros, le hicieron muchas fotos y la escribieron en cientos de libros. Coleccionistas, fueron bastantes de estos turistas, tanto de libros como de cuadros y postales. Y según fue corriendo el tiempo, surgieron más y más coleccionistas, ahora ya no solo de cuadros y fotos de la Alhambra sino también de las primeras obras que realizaron los primeros turistas. Coleccionistas de postales e imágenes antiguas, era como algunos lo llamaban y otros los llamaban turistas, viajeros, historiadores, científicos, pintores, escritores…
Situados ya en estos últimos tiempos modernos, cada día se ven por aquí más y más turistas. No solo privilegiados, como en tiempos pasados, sino todas las personas del mundo y equipados con los más modernos instrumentos: cámaras de fotos, de vídeo, teléfonos, grabadoras de sonido, lienzos para pintar cuadros, pinceles, cuadernos… Y no es en estos tiempos modernos donde más se ven a los coleccionistas sino en los tiempos situados entre la primera época de la Alhambra y éstos últimos. Y así fue como en aquellos tiempos intermedios, se les vio a ellos.
Una bonita mañana de primavera, cuando toda la ciudad de Granada, el Albaicín, el Realejo y la Alhambra, estaban en su quietud más serena. Eran tres y subían por la orilla del río Darro. Siguiendo una veredilla que discurría pegado a las aguas y desde donde se veía muy bien la figura de la Alhambra sobre la colina. El invierno que acabada de marcharse había sido muy lluvioso y lo estaba siendo también la primavera que llegaba. Por eso el río bajaba muy lleno y por eso, en algunos tramos que hoy ya están muy deformados, se fraguaban pequeñas cascadas y amplios charcos. Dos de los del grupo eran muchachos y un tercero, la hermana pequeña del mayor de los dos jóvenes. Por eso, mientras avanzaban por la veredilla y muy cerca de las aguas, entre sí charlaban. Se paraban de vez en cuando, tiraban alguna piedra a las aguas, miraban a la Alhambra y luego decían:
- Todo esto parece mágico. Tanta agua, un día tan soleado, la figura de la Alhambra en todo lo alto y estas cascadas…
Y la pequeña, como a veces se quedaba atrás entretenida en las aguas, salía corriendo y cuando los alcanzaba les decía:
- Cuando lleguemos a la gran cascada quiero quedarme ahí un buen rato para, desde ese sitio, mirar para atrás y contemplar despacio a la Alhambra.
Y un poco antes de llegar a la gran cascada, se lo encontraron. Estaba solo, venía cargado con algunos aparatos, vestía ropa de montañero y no hablaba correctamente el idioma de ellos. Pero se acercó al grupo y les dijo:
- Soy coleccionista de postales antiguas de la Alhambra y de los paisajes que le rodean. ¿Podéis ayudarme vosotros algo?
- Nosotros solo vamos a un sitio desde donde se ve la Alhambra como desde ningún otro lugar del mundo.
- ¿Dónde está ese sitio?
- Si nos acompaña se lo mostramos.
Y los tres siguieron su caminar junto a las aguas acompañados ahora por el coleccionista. Al poco, llegaron a donde las aguas caían en cascadas. Le dijeron:
- Aquí es.
Y se acercaron al primer escalón de la cascada. Y mientras lo hacían, la pequeña comentó al coleccionista:
- Póngase ahí, súbase en ese escalón y cerca de las aguas.
Le hizo caso, un poco temeroso por el peligro que parecía verse en las aguas y en la cascada. Pero cuando estuvo en el punto que ella le había indicado, se volvió para atrás, miró a la Alhambra despacio, concentrado y durante largo rato y luego miró al grupo de los jóvenes y les dijo:
- Como esta postal no hay otra en el mundo de este río Darro y de la Alhambra sobre su colina.