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romi
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La princesa que soñaba un mundo diferente

26 de Abril de 2011 a las 15:06

Bubok

La princesa que soñaba un mundo diferente

            Ella, siempre que hablaba con las amigas, les decía:

- La vida dentro de estos palacios, es enfermiza.

Y las amigas, llenas de curiosidad y sorprendidas, le preguntaban:

- ¿Por qué dices eso?

- Está muy claro: nosotros las jóvenes, nos pasamos los días soñando con enamorarnos de éste o aquel príncipe, fuerte, valeroso y alto, soñamos con sus besos, sus abrazos, su palabras bonitas, ramos de flores, diamantes, joyas y sortijas de oro. Y luego seguimos soñando y lo que más deseamos es tener un hijo, rodearnos de lujosas casas, vestidos de seda y seguir viviendo entre lujos en estos palacios. Todo esto parece como si fuera lo único importante para nosotras en esta vida.  

- ¿Y en la vida de ellos?

- También podéis verlo cada día: se pasan las horas soñando con nosotras, en luchar entre ellos, en organizar guerras y conquistar reinos y luego en celebrarlo con fiestas y grandes comidas y, de vez en cuando, desean tener un hijo para que sea el heredero de la corona o de las riquezas que han conseguido con la injusticias que practican en sus vidas.

            Y las amigas de la princesa le seguían preguntando:

- Entonces, según tú ¿Cómo debería ser nuestras vidas?

- Desde luego, no tan enfermiza como dentro de estos palacios, vivimos cada día. Todo lo que ya os he dicho, en el fondo es pobreza y una gran miseria aunque sea lo que todo el mundo hace y a lo que, todos los hombres del mundo y también todas las mujeres, siempre aspiramos.

- Pero ¿cómo debería ser entonces nuestras vidas?

- Con muchas menos intrigas, bastantes menos amores románticos, menos celos y luchas fratricidas, con menos sueños de reinos mágicos y menos dineros, menos fiestas, comidas y palacios.

- Pero hija mía, qué reino más raro es el que tú proclamas.

- Raro, en absoluto. Lo que a mí me gustaría es ser la más libre de todas y no esclava de joyas, amores, riquezas y palacios. Porque yo tengo muy claro que todas aquellas sociedades, instituciones y personas que sean más libres, serán las que en el futuro tendrán más posibilidades de sobrevivir. Y por el contrario: todas aquellas sociedades, instituciones y personas que practiquen la prohibición, el sometimiento y la opresión, siempre estarán abocadas al fracaso. Solo el camino de la libertad y el respeto llevará a este mundo y a las personas, a la luz y a lo bello.

Al oír esto las amigas le seguían preguntando:

- Pero según tú, las puertas y murallas de estos palacios son los elementos ideales para un mundo sin futuro.

- Todas las murallas deben derribarse y todas las puertas y ventanas de casas y palacios, deben abrirse. Por eso en el futuro, la casa donde yo viva, tendrá las puertas abiertas a todas horas para que entre y salga todo el que quiera. No quiero murallas ni rejas ni llaves. Ni tampoco joyas, ni fiestas ni grandes comidas. Y flores, las justas, cultivadas siempre por mí misma.

- Pues como no nos lo expliques con algún ejemplo, nosotras no lo entendemos.

- Es lo que más deseo en este mundo pero ya estáis viendo que yo también soy esclava de la vida enfermiza que ando criticando. Me muero en estos palacios porque me falta aire y libertad y caminos para recorrer y llegar a donde mi corazón se inclina.

            La princesa tenía su pequeño palacio en uno de los lujosos aposentos de la Alhambra. Con ventanas a un gran patio interior donde crecían varios cipreses, corría cristalina el agua en una preciosa fuente de mármol y había un jardincillo con arrayanes, rosales y granados. Bajo estos árboles y junto a la fuente, había algunos bancos para sentarse y contemplar tanto el jardincillo como la fuente y, al fondo y en lo más alto, el azul del cielo en los días soleados. Otra de las ventanas de su pequeño y lujoso palacio, daba a la ladera norte de la Alhambra. A lo que hoy se le conoce como umbría de la Alhambra y río Darro y que mira de frente al barrio del Albaicín. Al patio interior de su palacio ella sí podía salir a pasear o meditar cada día pero a la umbría de la ladera norte, no. Se lo impedía la gran muralla que, aun rodea a todo el conjunto de la Alhambra. Y al patio de la fuente ella salía con frecuencia, algunas veces acompañada de sus amigas y otras veces, sola. Esto último era lo que más le gustaba porque podía meditar y soñar con un mundo nuevo y menos enfermizo que en el que cada día se movía. Y también le gustaba que las amigas no le acompañaran para así no discutir con ellas las cosas en las que no creían.

            Y además de todo esto, a la princesa le agradaba mucho asomarse a la ventana de la umbría. Se ponía en el hueco de esta ventana y aquí se quedaba horas y horas mirando al bosque, al río Darro y a las casas del blanco barrio, al frente, brillando limpias bañadas por el sol de las mañanas y doradas, cuando recibían el sol de las tardes. Y cuando en estos momentos contemplaba y meditaba, para sí se decía: “¡Qué lástima de mi vida! Aquí siempre encerrada, pendiente de los amores de éste y del otro y siempre en lujosos salones, grandes fiestas, bailes y comidas”.

            Y un día que ella pasaba el tiempo mirando por su ventana y soñando, se le acercó una de las amigas y le preguntó:

- Y para llevar acabo la creación de ese nuevo mundo en el que tanto piensas ¿qué harías tú y qué sería necesario?

- A mí se me ocurren hacer muchas cosas pero, en el fondo, estoy asustada. Sé que procedería en contra de todo lo reglamentado, sé que nadie me ayudaría y sé que, en cuanto me descubrieran, sería encarcelada y castigada.

- Y si tuvieras suerte y lograras ser libre ¿a dónde irías?

- Mi gran deseo es encontrar un lugar en este mundo donde todo sea puro y todos los seres y personas, libres. Creo que en algún rincón de este planeta, habrá un trozo de tierra con un bosque virgen, con muchos ríos de aguas claras, con aire puro y donde las personas y animales, vivan libres y de nada ni nadie tengan envidia ni sufran ni sean victimas de los poderosos.

- Princesa, tu sueño parece grande pero para llevarlo a cabo, hay que tener mucho cuidado y fuerza y estar muy convencido. Y, además, es peligroso. Como te descubran, quedará arruinada para siempre tu vida.

- Eso lo tengo claro pero es que me repugnan las cosas y el modo de vida que veo a mi lado.

            Y estaba esta princesa una mañana asomada a la ventana y miraba para el bosque de la umbría norte de la Alhambra. Un rayo de sol muy luminoso se colaba por encima de la muralla, entraba por entre las ramas de unos árboles y caía al suelo justo en un grueso tronco de almez. Y vio ella que en la tierra del tronco de este árbol, brillaba algo con un resplandor que parecía fuego. Se preguntó: “¿Qué será eso y en este lugar tan oculto?” Y no tardó en saberlo. Porque enseguida vio que por una esquina de la muralla se descolgaba un hombre que reconoció al instante. A punto estuvo de llamarlo y preguntarle pero no lo hizo. Pensó: “Me estaré quieta y callada para ver dónde va y qué hace. Él no sabe que lo he descubierto”.

            Tal como estaba en la ventana se quedó quieta sin perder de vista al que se descolgaba por la muralla. Y vio que, cuando tocó el suelo con sus pies, caminó despacio hacia el árbol donde brillaban los rayos del sol. Y al llegar al tronco del árbol, el hombre se paró, sacó de sus bolsillos un puñado de monedas que, al darles el sol, enseguida brillaron con la misma intensidad que las que había visto un momento antes. Otra vez se dijo: “Son monedas de oro, no cabe duda. Por eso relucen tanto con estos rayos de sol”. Siguió esperando y enseguida vio que el hombre cavó un poco en el suelo, sacó un pequeño cofre, lo abrió, echó dentro las monedas que tenía en sus manos, volvió el cofre a su sitio, lo enterró y volvió a la cuerda que colgaba de la muralla. Escaló por ella y cuando ya estuvo en lo alto, caminó despacio por el adarve.        

           Pasaba él cerca de la ventana donde estaba la princesa y por eso ésta lo llamó. Sorprendido miró y al verla le preguntó:

- Princesa ¿tomando el sol de la mañana?

- Sí y no. Acércate que quiero compartir contigo algo.

Y el hombre se acercó a la ventana de la princesa, decidido pero temeroso. Le dijo cuando ya estuvo a su lado:

- Aquí estoy, princesa. ¿Tienes necesidad de que haga algo por ti?

Y la princesa, sin más rodeos ni preámbulos, le dijo:

- Te he visto en el árbol de la umbría enterrando monedas. ¿Son de oro?

Y lleno de miedo el hombre dijo:

- Es un pequeño tesoro que tengo ahí escondido. Ya sabes que nosotros los vasallos, somos tan pobres que ni siquiera casa tenemos ni libertad ni pan ni nada. Tengo ahí escondido un poco de oro para comprar con él algunas cosas que necesita mi familia. Están enfermos, se mueren de hambre y frío y yo los quiero.

- ¿Y a dónde has ido a por esas monedas?

- Me las fui encontrando y como nadie ha preguntado por ellas, me las estoy quedando. Yo las necesito más que nadie.

            Y la princesa guardó silencio, pensó un momento, miró al hombre y luego le dijo:

- No tengas miedo, no voy a delatarte. Te conozco desde hace mucho tiempo y por eso sé que es cierto cuanto me has contado. Tu familia es muy pobre y tú siempre has deseado tener libertad. Sé que no eres como los demás esclavos y, tanto ellos como tú, tenéis mi mayor respeto. Desde que tengo uso de razón, he querido hacer algo para mejorar vuestras vidas pero no lo tengo fácil. Tampoco a mí me gusta el mundo que me rodea y donde vivo pero, ya te lo he dicho: no lo tengo fácil.

Y el hombre, asombrado y también admirado por las palabras que salían por la boca de la princesa, le preguntó:

- Entonces ¿de verdad no vas a delatarme?

- Ya te he dicho que no. Si lo hiciera nada ganaría yo y sé que tú perdería incluso hasta tu vida.

- Y a cambio de este silencio tuyo ¿qué tengo que darte?

- Algo sí voy a pedirte pero poco y no es a cambio de mi silencio. Vuelvo a repetirte que por nada del mundo voy a delatarte.

- ¿Entonces?

- Porque te conozco y tú me conoces y porque necesito que alguien me eche una mano, es por lo que voy a pedirte un gran favor.

- Pues habla princesa buena, que soy todo oído.

            Y la princesa habló despacio y expuso todos los detalles, explicando lo que desde tanto tiempo atrás venía planeando. Cuanto terminó, el hombre dijo:

- Pues cuenta conmigo y te digo lo mismo que me has dicho tú: lo hago no como agradecimiento a que no me delates sino porque te conozco y sé que eres buena y tu sueño es noble y grande. Eres una gran persona, princesa. Ojalá como tú hubiera muchas mujeres en este mundo.

Ella guardó silencio, luego le dio las gracias, dio las gracias al cielo por haber permitido aquel encuentro y luego comentó:

- Quedamos en lo dicho. Esta noche, cundo salga la luna, nos vemos.

- Nos vemos esta noche a la hora fijada y en el lugar que hemos dicho.          

            Y un poco antes de salir la luna, el hombre se presentó en la ventana de la princesa, le ayudó a salir, echó luego la cuerda por fuera de la muralla, descendió rápido, animó a la princesa para que también se descolgara por la cuerda, le ayudó de la mejor manera que pudo, se acercaron luego al árbol donde el hombre tenía sus monedas de oro, sacó el cofre, cogió un poco de este tesoro suyo y se lo alargó a la princesa diciendo:

- Para ti porque seguro que vas a necesitarlo.

Y la princesa le dijo:

- Y yo te lo agradezco pero quiero ser libre y enfrentarme al mundo que sueño limpia y con mis manos vacías.

- Pero princesa, el dinero siempre es necesario. Seguro que esto puede ayudarte mucho.

Y ella se hizo la desentendida mientras le preguntaba:

- ¿Dónde está mi caballo?

- Ven conmigo y te lo enseño.

            Caminaron un trecho por la sendilla entre el bosque y, al dar una curva, amarrado al tronco de un gran almeza, vieron el caballo. Blanco como la luz de la luna y lustroso y bello como un amanecer de primavera. Dijo el hombre a la princesa:

- Es tuyo y es tan bueno que te llevará a donde quieras con solo indicárselo.

- De nuevo te lo agradezco y de nuevo deseo que el cielo nunca te abandone.

- Lo mismo te digo, princesa. Que el cielo colme tus sueños y que siempre seas la más libre de todas las mujeres en esta tierra. Pero no dejo de estar preocupado porque pienso que, si después de todo, no logras hacer real tus aspiraciones ¿qué será de ti y de qué modo te recordará la historia?

Y muy segura de sí aclaró ella:

- Aunque me pierda en el tiempo y el viento me funda en la lejanía y el misterio, aunque la historia solo me recuerde como “La Princesa Soñadora”, lo prefiero. Alguien algún día podrá decir que he muerto en una lucha y el deseo de un mundo mejor. Es necesario hacer lo que hago porque de lo contrario, la especie humana quedará para siempre estancada, arruinada y enferma aunque, como yo hasta hoy, viva en lujosos palacios, llenos de joyas y fiestas.  

            Montó en su caballo, lo espoleó y, a la luz de la luna, se le vio alejarse de la Alhambra y de Granada. Por los caminos que iban río Darro arriba, se adentró en las montañas, dirección a Sierra Nevada. Y desde aquella madrugada hasta hoy, nadie ha sabido nada de esta princesa. Sí algunos, de vez en cuando, comentan:
- Seguro que en algún lugar de la Tierra ella ha fundado un reino y seguro que este reino suyo, algún día se extenderá por todo el Planeta. Y seguro que su mundo será el único que al final, tendrá en esta vida, futuro.