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Camino

De: Diego Castro Snchez

El hombre joven alz la mirada. A lo lejos todo era yermo; un pramo inhabitable que sin embargo deba cruzar a toda costa. Que extrao, cada vez que pensaba en aquel hecho inaudito se le secaba la boca.

Cul es el motivo que le obligaba a semejante peripecia? No debe haber en todo el mundo un hecho ms rocambolesco. Al final del duro camino se encontraba la misteriosa ciudad de sus sueos. Era un lugar atravesado por canales cenagosos, en donde flotaban los restos eviscerados de unos seres desconocidos para l.

Haba comentado aquella inquietante ensoacin con el hombre sabio; ste, al or la historia, abri mucho los ojos y se qued mirando al vaco.

-Debes atravesar el pramo. –Le haba dicho mientras se hurgaba las narices.

-Pero el invierno se acerca. Nadie puede atravesar el pramo. – Contest el hombre joven desesperado.

-Si quieres conocer el origen de tus sueos, sin duda debes partir cuanto antes.

Despus de darle muchas vueltas al asunto, el caminante recogi sus pertenencias, las guard en un hatillo y se las ech a la espalda. No tena mucha gente de la que despedirse, as que se fue con la amanecida; el pramo, bajo la luz incierta del amanecer, an era un lugar hermoso.

Mientras caminaba, el hombre joven reflexionaba sobre lo que deba hacer cuando alcanzara su objetivo.

No tengo ms que caminar, a fin de cuentas es lo que llevo haciendo toda la vida, al menos desde que tengo uso de razn. No debe ser ms difcil que caminar sobre el hielo quebradizo del lago o subir por las escarpadas laderas.

Nada ms empezar se dio cuenta de que el iba a ser un largo viaje, por las maanas, la hierba congelada por las heladas nocturnas se quebraba bajo sus pies. El hombre joven pens que tal vez debera dar la vuelta y regresar al abrigo del campamento de invierno; a fin de cuentas tan slo se trataba de un sueo, unos seres extraos que viajaban en manadas y recorran las grandes aguas no deban existir ms que en su imaginacin. El hombres sabio tampoco lo era tanto, no sera la primera vez que se equivocaba con sus consejos; la gente del poblado an lo aguantaba porque no saban que hacer sin alguien que les indicase el camino correcto.

El inmenso silencio de las tierras yermas verta rumores de inquietud en sus odos. A qu se deba la insatisfecha necesidad de conocer el origen de sus sueos? Merecan la pena semejantes tribulaciones con tal de satisfacer aquella comezn? Slo lo sabra si consegua llegar al final del camino –“Cuando veas pjaros de grandes picos y nveo plumaje” –le haba dicho el hombre sabio. El caminante se dijo a s mismo que tales seres, al igual que los gigantes acuticos de sus pesadillas, tan slo existan en la delirante imaginacin del hombre sabio, el cual jams haba salido de su choza ms que para husmear el aire en las noches de tormenta.

Al cabo de muchas jornadas de viaje, la brisa lo envolvi con un extrao olor desconocido para l. A cada dura jornada que dejaba atrs, los seres de sus pesadillas se hacan ms evidentes ante su perpleja mirada, preada de ensoacin. Eran enormes y navegan orgullosos sobre las grandes aguas dominando a los seres que habitaban en las mismas sin hacer distincin alguna. El aire se daba trazas desconocidas a cada paso que daba, incluso se dira que saba distinto…salado.

Cuando por primera vez vio uno de aquellos pjaros no fue capaz ni de parpadear. Haba cientos de ellos; graznaban histricos sobre una gran montaa, algo heda a muerte en varios kilmetros a la redonda. Cerca, muy cerca, estaban las grandes aguas. Tan slo a unos metros de aquel gran montn de tripas y piel podridas. Era aquel uno de aquellos seres? Desde luego se asemejaba mucho; sin embargo careca del lustre brillante de su ensoacin y distaba mucho del majestuoso aspecto de los seres que imaginaba cada noche.

Pero, por otro lado, hay estaban los pjaros de grandes picos, con su nveo plumaje manchado de restos apestosos. Ellos, sin duda, eran los pjaros que el hombre sabio haba mencionado. Entonces, habra llegado al final de su camino?

Decidi seguir caminando y dejar atrs la montaa de piel y tripas; los pjaros lo miraban al pasar con una expresin de indiferencia -Qu haces aqu? –parecan querer preguntarle.

Transcurrieron dos jornadas ms de aquel extrao viaje; nuevamente la soledad se apoder del entorno. Camin recorriendo la lengua del agua. Una orilla gris y sin luz, cubierta de un cielo siempre encapotado y amenazando lluvia; a lo lejos, sobre un gran faralln que caa a pico sobre las olas, estaba su ciudad. Haba llegado al final del camino, al ansiado encuentro con la respuesta que ansiaba. Por fin iba a descubrir el verdadero significado de aquel persistente sueo.

Alcanz las puertas de aquella ciudad; nadie las vigilaba y estaban abiertas de par en par. Lo primero que descubri fue el origen de los canales con los que soaba. La marea alta se colaba por los muros derruidos y el agua se colaba por entre las calles estrechas y pendientes. Observ con ms detenimiento y comprob que el mar arrastraba cientos de cuerpos, que se amontonaban los unos sobre los otros formando un todo. El olor era insoportable. De nuevo pudo ver como las bandadas de pjaros de nveo plumaje se aferraban a lo ms alto de las almenas, enseorendose del horizonte con sus graznidos. No haba nadie, no haba quedado nadie; la ciudad era un inmenso montn de ruinas y muerte. El hombre joven abandon aquella pesadilla y volvi a la orilla; una ligera llovizna le salpic el rostro. Se sent sobre el manto de conchas que cubra la arena y se entretuvo contemplando el horizonte.

El hombre joven cavil en silencio; aquel haba sido el viaje de su vida, la experiencia vital que lo acabara de convertir en hombre, y sin embargo tan slo haba encontrado a su paso muerte y destruccin. Qu le contara al hombre sabio cuando regresara? Qu pensaran de l cuando descubrieran que haba partido en busca de una esperanza, y regresaba con su hatillo repleto de frustracin?

El hombre joven resopl resignado; se acababa de percatar de que aquella no era una sensacin nueva. Cada minuto, cada hora, cada da de su existencia se topaba con aquellas contradicciones, sin embargo, se vea obligado a continuar el camino, a dar un paso ms y continuar en busca de la prxima decepcin, qu poda hacer si no?

Se incorpor, mir a derecha e izquierda intentando grabar en su retina hasta el ms nimio detalle, y emprendi de nuevo el largo regreso a casa. El pramo era un desierto yermo y sin vida… Al abrigo de la baha, los restos de una antigua flota, desarbolada y al pairo, se mecan al albur de un viento que cada vez arreciaba con ms fuerza.