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romi
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EL GRANADO DEL ALBAICÍN // Pinceladas otoñales

4 de Septiembre de 2011 a las 16:29

Bubok

El granado del Albaicín   

El día que los humanos perdamos la capacidad de asombrarnos ante la sencilla belleza de una flor, la corriente clara de un río, la perfección de una puesta de sol o la mágica sonrisa de un niño, habremos perdido el gusto por la vida y la razón última de vivir. Porque una flor de granado, los maravillosos granos de la granada y estos frutos de las ramas colgando, son dignos de apreciar como a las joyas más admirables que nos regala la Creación.

            Crecía en la misma puerta de la pequeña casa blanca. A la izquierda según se salía de la morada, frente por completo a la Alhambra, no lejos de las aguas del río Darro y donde el airecillo y el sol, siempre lo estaban acariciando. Y aquí lo habían sembrado, los abuelos de los abuelos de los dos jóvenes. Y esto dos jóvenes, ella y él y los dos hermanos, eran los hijos de la familia dueños de la casa blanca y del granado. Por eso ellos estaban muy enamorados de este árbol. Y la que más, era la madre de los dos jóvenes. Continuamente, un día y otro, les decía:

- Este granado, es la mejor herencia que hemos recibido de nuestros padres. Y como ellos lo recibieron de los suyos y, desde aquellos tiempos, unos y otros lo hemos cuidado con esmero, nosotros debemos seguir mimándolo.

         Y decía esto porque con frecuencia, los vecinos y conocidos, cada vez que pasaban por la puerta de la casa, comentaban:

- Como tu granado, no hay otro en toda la ciudad de Granada. ¿Con qué los riegas y qué le echas para que siempre esté verde y dé tan buenas granadas?

- Los regamos con las aguas del río Darro y no le echamos nada. Solo clava sus raíces en la tierra y de esto, del airecillo que lo roza y del sol que lo besa, se alimenta.

- Pues desde luego que parece un milagro. Y además, fíjate qué bello, firme siempre frente a la Alhambra y meciéndose continuamente y con tanta granadas colgando de sus ramas.

Comentaban esto los vecinos porque aquel verano, conforme los días iban llevando al otoño, del granado colocaban más de cien granadas, mucho más grandes que otro años, más lustrosas, sanas y muy gordas. Por eso, los dos jóvenes hermanos, entre sí y animados por las palabras de los padres y de los vecinos, decían:

- Hoy me toca a mí ir a por el agua al río para regar nuestro granado.

Y el hermano, decían que el joven más bueno de todo el barrio del Albaicín, respondía a la joven y hermosa hermana:

- ¡De acuerdo! Hoy lo riegas tú pero mañana me toca a mí. Que no quiero que nuestros padres me echen en cara mi falta de interés por este árbol.

- Y, en cuanto estén maduras las granadas, la primera en coger una, también quiero ser yo, como lo hice el año pasado. Porque va a ser la mía, esta granada que cuelga de la rama, la primera en madurar y en abrirse como una rasa al sol de la mañana.

Decía esto ella porque del granado, aquel año estaba más cargado que nunca de hermosísimas granadas, de una de las ramas, colgaba una especialmente hermosa. Mucho más gorda que las otras, sana y brillante y por eso la joven la eligió para sí. Y tanto interés empezó a mostrar por esta fruta que siempre que pasaba por debajo del granado, la acariciaba con sus ojos, se acercaba y la olía y con sus dedos de nácar, muy suavemente la acariciaba. Y cuando veía que a ella se acercaba algún vecino o amiga, siempre le decía:

- Ten cuidado y no roces está granada mía que la cuido como si fuera mi mejor tesoro.

Y las amigas le preguntaban:

- Y cuando esté madura ¿qué hará con tu granada predilecta?

- Eso ya lo tengo pensado y no os lo diré hasta que llegue el momento.

- ¿Es que vas a preparar alguna bonita fiesta?

- Pienso organizar algo más que una fiesta.

         Y dicho y hecho: se acabó el verano, llegaban los últimos días del mes de septiembre y en el granado ya estaban las granadas no solo maduras sino abiertas y todas mostrando sus mil granos color carmesí. Los vecinos y de parte de la joven, recibieron una invitación y a primera hora del día siguiente, todos se concentraron en la puerta de su casa, cerca del granado. Salió ella de la casa, saludó a unos y a otros, se acercó a la granada predilecta que hoy colgaba más hermosa que nunca, abierta como una flor en plena primavera y mostrando cientos de granos brillantes y rojos como la sangre. Dijo a los presentes:

- Poneros en este lado para que mi granada quede a la altura de vuestros ojos y recortada sobre el fondo de la Alhambra y el azul del cielo.

Le obedecieron todos y la joven se colocó al lado derecho. Muy cerca de su granada favorita que colocaba casi a la altura de su cabeza. Dijo de nuevo a todos los congregados y a sus padres:

- Ahora mirad muy atentos y no os perdáis ni un detalle del espectáculo porque durará sólo unos segundos. Pero os aseguro que será lo más bello que hayáis visto en vuestra vida.

Y los congregados dijeron:

- Empieza cuando quieras que ya estamos todos preparados.

- Pues allá voy.

         Alargó la joven su mano derecha hasta ponerla en la parte de arriba de la granada. Puso su mano izquierda por debajo del fruto y con la mano derecha, dio unos golpes a las ramas y a la granada. Y de la fruta, abierta como la mejor flor de primavera, en forma de lluvia fina y multicolor, empezaron a caer los mil granos brillantes y rojos. Y con la luz del sol matinal y el azul del cielo de fondo, todos comprobaron asombrados el maravilloso espectáculo de lluvia de granos de granada como cayendo sobre la Alhambra, todo el curso del río Darro, barrio del Albaicín y la ciudad sobre la Vega derramada. Y todos a la vez exclamaron:

- Es lo más hermoso que hemos visto en nuestra vida. Y tú granado y los frutos que cuelgan de sus ramas, lo mejor y más bello que tenemos en este barrio y en la ciudad de Granada.

El granado es uno de los frutales más antiguos cultivados en la península ibérica. Su origen es centroasiático. Es frecuente verlo en esculturas clásicas, en frescos medievales e incluso formando ornamentos en la arquitectura de catedrales y edificios. Su nombre científico es Punica granatum y pertenece a la familia de las punicáceas. Este nombre le fue atribuido por los romanos, ya que fue introducido en las zonas mediterráneas por los cartagineses durante las Guerras Púnicas.  Su fruto es una gran baya, de unos 9 o 10 cm de diámetro, de un espectacular color dorado que se vuelve granate brillante, maduro. La granada, es grande, globosa y está formada en su interior por cientos de semillas cubiertas cada una por una pulpa jugosa generalmente de color rojo ligeramente ácida.