Esta web, cuyo responsable es Bubok Publishing, s.l., utiliza cookies (pequeños archivos de información que se guardan en su navegador), tanto propias como de terceros, para el funcionamiento de la web (necesarias), analíticas (análisis anónimo de su navegación en el sitio web) y de redes sociales (para que pueda interactuar con ellas). Puede consultar nuestra política de cookies. Puede aceptar las cookies, rechazarlas, configurarlas o ver más información pulsando en el botón correspondiente.
AceptarRechazarConfiguración y más información

Foro para escritores de Bubok

Para participar en los foros de Bubok es imprescindible aceptar y seguir unas normas de conducta básicas. Puedes consultar estas normas aquí
X
romi
Mensajes: 678
Fecha de ingreso: 25 de Abril de 2008

El árbol del otoño en el río Darro

7 de Octubre de 2011 a las 9:13

Bubok

El árbol del otoño en el río Darro

            Crece junto al río Darro, a la derecha si se sube en dirección contraria a como corren las aguas y no lejos de la Alhambra. Por debajo de la Fuente del Avellano, frente a la umbría del Generalife y frente a la solana del Sacromonte y Valparaíso. Muy pocas personas lo conocen a pesar de sus años y a pesar de su grueso tronco y espeso bosque de ramas. No es un castaño ni tampoco un almez ni un álamo. Pero su porte es tan bello, tan añoso y curtido su tronco y tan espesas sus ramas, que solo verlo enamora al alma al tiempo que infunde respeto. Algunos del lugar simplemente lo llaman “El árbol” y otros lo conocen y lo recuerdan con el nombre de “El árbol del otoño”.

         Le pregunté una tarde a un amigo:

- ¿Y por qué se le conoce con el nombre del “El árbol del otoño?

- Porque dicen que es, de todos los árboles que crecen en estos contornos, el primero en anunciar el otoño.

- ¿Anunciar el otoño?

- Sí y lo anuncia con el color de sus hojas. Dicen que en cuanto llega el otoño, sus hojas se tiñen de ocre pero no se le caen. Vestidas del color del otoño, se quedan enganchadas en las ramas y ahí permanecen hasta que llegan los fríos del invierno.

- ¿O sea, que es el primer árbol que por aquí se engalana con los colores dorados en cuanto llega el otoño pero el último en quedarse sin hojas?

- Así es.

- ¿Y se sabe a qué se debe este fenómeno?

- Se sabe y, a los que aun todavía conocen la historia, se le entristece el corazón en cuanto el árbol comienza a teñirse de ocre, anunciando el otoño.

- ¿Y eso?

         Y, aquella tarde de otoño, sentado junto a mi amigo frente al árbol, con el fondo de la Alhambra camuflada por entre sus ramas, me dijo:

- Dicen que en tiempos pasados, un hombre vivía en el Albaicín. Tenía él sus tierrecillas cerca de este río y cuando recogía algo de cosecha, subía a la Alhambra para venderla. A veces vendía sus frutos a otros que también iban por allí a vender sus cosas y, a veces, ofrecía sus hortalizas a los dueños y reyes de los palacios. Tenía él suerte y siempre que iba a la Alhambra, lo vendía todo. Pero sucedió que un día, estando él vendiendo los frutos de su huerto en algunas de las puertas de la Alhambra, pasó por allí cerca una princesa. Dicen que era princesa por su gran hermosura y las telas de seda que vestía. Y al verla, el hombre se quedó tan prendando de ella, que no pudo resistir mirarla fijamente. Se dio cuenta ella y se paró cerca. Se aproximó el hombre y le dijo:

- Como tú de bella nunca he visto a nadie en este mundo. ¿Quieres ser la princesa de mis sueños?

Y ella, después de mirarlo fijamente y pasado un rato, le preguntó:

- ¿Dónde vives?

- En el barrio del Albaicín.

- ¿Y a qué te dedicas?

- Tengo un pequeño huerto junto a las aguas del río Darro. Y cerca de mi huerto crece un árbol muy grande.

- Pues cuando llegue el otoño, espérame bajo ese árbol. Iré a verte cuando sus hojas se vistan con los colores de los atardeceres de Granada. Responderé entonces a la pregunta que me has hecho y te contaré un secreto. 

         Dicen que el hombre, feliz como no lo había sido nunca, aquel día bajó de la Alhambra y lo primero que hizo fue irse a donde este árbol. Bajo sus ramas estuvo mucho rato sentado, mirando a los palacios de la Alhambra y pensando en ella. Luego al día siguiente y al otro y al otro y así durante mucho tiempo, cuidó del árbol y esperó paciente a que el otoño llegara. Cuando se acercó la fecha, todas las hojas del árbol, se colorearon de ocre. Antes que ningún otro árbol o planta. Y el hombre esperó ilusionado y paciente pero la princesa de sus sueños no aparecía por ningún lado. Se terminó el otoño, también el invierno y la primavera y cuando se acercó otra vez el otoño, de nuevo él vino a este árbol a esperarla. Tampoco ella se presentó. Ni aquel segundo otoño ni al siguiente ni nunca. Sin embargo el hombre, sí continuó esperándola cada otoño y veía, como nosotros ahora, que el árbol se teñía de ocre antes que ningún otro. Como si ansiara la llagada de la princesa y se vistiera con el mejor traje para recibirla.

         La princesa no apareció nunca por aquí, el hombre ni un solo otoño dejó de venir a esperarla hasta que murió de viejo. Pasados los años, se olvidaron de aquella historia las pocas personas que lo sabían y, aunque seguía corriendo el tiempo, el árbol no se ha olvidado de anunciar el otoño siempre que se acerca esta estación del año. Y, lo mismo que en aquellos días, siempre lo hace el primero y conserva sus hojas hasta que llegan los fríos del invierno.