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romi
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La mujer y el cordero / Relato

29 de Octubre de 2011 a las 15:33

Bubok

La mujer y el cordero

            Vivía en el Albaicín, sola, tenía muchos amigos y siempre estaba diciendo:

- El día que me encuentre un tesoro me voy de este barrio.

Y los amigos y conocidos le preguntaban:

- ¿Y por qué quieres irte de este barrio? ¿Es que no te gusta o nosotros no somos buenos contigo?

Y ella les contestaba:

- Me gusta mi barrio y vosotros sois muy buenos conmigo.

- ¿Entonces?

- Necesito irme a vivir sola porque me gusta ser libre, respirar aire puro de las montañas, contemplar por las noches el cielo lleno de estrellas y gozar de la armonía de los bosques.

- ¿Y a dónde quieres irte?

- Ya lo tengo decidido: al este del Granada, entre Sierra Nevada y la Alhambra, donde mana un claro manantial de agua, hay un espeso bosque de madroños y por el valle corre un río.

- Pues hija, qué sueño más bonito es el tuyo.

- Sí que lo es y para realizarlo solo necesito encontrarme un tesoro.

         Y un día que buscaba moras por las zarzas del río Darro, entre unas rocas, encontró un tesoro. No le dijo nada a nadie pero sí enseguida buscó el mejor arquitecto y le comentó:

- Quiero que me construya una casa en un sitio que conozco en las montañas.

- Eso está hecho. ¿Podemos ir a ver ese sitio y tienes dinero pagar la construcción de tu casa?

- Vamos ahora mismo y te enseño el lugar donde quiero que me construyas mi casa. Y por el dinero, tú tranquilo que te pagaré muy crecido.

Y aquella misma mañana de otoño, ya con todo el bosque lleno de hojas secas, con muchos madroños colgando de las ramas y abundante setas entre el musgo y la hierba, fueron a ver el sitio de su casa. Caminaron durante varias horas y cuando llegaron a unas montañas tupidas de bosque, entre Sierra Nevada y la Alhambra, la mujer dijo al arquitecto:

- Este es el sitio.

Y el sitio era justo una bella ladera frente al sol de la mañana. Bajo unas grandes rocas y entre árboles centenarios, brotaba un caudaloso manantial. Caía el agua ladera abajo formando un pequeño arroyuelo y en el valle se convertía en río. Por eso todo el valle y toda la ladera estaban repletos de bosque y alfombrado de hierba fresca. Dijo el arquitecto:

- Este lugar es maravilloso. ¿Cuándo quieres que dé comienzo a la construcción de tu casa?

- Mañana mismo y quiero que no sea muy grande. Como una casa de muñecas o refugio de montaña, toda de piedra, con muchas ventanas para el lado del sol de la mañana, Sierra Nevada y la Alhambra. Y también para el lado de las puestas de sol, al fondo de la Vega de Granada. Y si necesitas dinero, ahora mismo pongo en tus manos todo cuanto quieras.

         Le dio la mujer una bolsa llenas de monedas de oro y el arquitecto, lo primero que hizo al día siguiente, fue buscar a una cuadrilla de hombres. Trazó los planos, mandó abrir los cimientos, trajeron muchas piedras de las montañas, y en muy poco tiempo, la maravillosa casa estaba levantada. Con muchas ventanas al sol de la mañana y Sierra Nevada, con abundante agua por todas partes, cogida del manantial de las rocas y con una fantástica vista hacia la Alhambra, barrio del Albaicín, valle de la hierba y río de aguas claras. Enseguida la mujer se vino a vivir a su casa soñada y lo primero que hizo fue comprarles a los pastores de las montañas un cordero. Les dijo:

- Quiero que sea pequeño, blanco y blando como el algodón y manso como el amigo más bueno.

Le ofrecieron los pastores el cordero más lustroso y bello del rebaño y la mujer le hizo un pequeño corral entre el valle y la ladera, por el lado de debajo de su casa: se dijo: “Para verlo desde la puerta de mi casa, tenerlo cerca y disfrutar de sus retozos a todas horas. No le faltará nunca la hierba más fresca ni agua ni sol ni tierra para que vaya y venga por donde quiera”.  

         Los amigos del Albaicín la visitaron y todos le decían:

-Tu casa y este sitio es de ensueño. ¿Pero no echas de menos la compañía de un hombre y el cariño de un hijo?

- Eso es algo muy importante en la vida de una mujer pero no lo mejor ni más grande. El corazón de las personas puede vivir y alimentarse de lo bello, de los paisajes como los que yo tengo por aquí, del silencio y de los retozos de un cordero.

- Desde luego tu cordero parece una bola de nieve. ¡Quién pudiera ser como tú y vivir tu sueño!

Y se sentía ella afortunada, limpia y buena por dentro, libre y en armonía profunda con su íntimo sueño.

         Pero un día, estaba asomada a la puerta de su casa, miraba para el valle y se recreaba en el azul del cielo, en el airecillo que subía desde el río, en la armonía del bosque y en la figura de su bonito cordero, cuando sintió mucho jaleo de perros. Miró y vio a un grupo de hombres montados a caballo que avanzaban por las tierras del valle. Enseguida pensó en los príncipes de la Alhambra, porque sabía que en otoño, siempre aparecían por aquellos sitios en busca de caza. No le preocupó mucho y por eso siguió mirando y en su mundo. Pero no había pasado media hora cuando descubrió que un grupo de perros se abalanzaron contra su cordero. Lo sitió valar, sintió la algarabía de los perros y luego sintió las voces de los hombres. Salió ella corriendo ladera abajo y, en un abrir y cerrar de ojos, se encajó al lado de su cordero. Se lo encontró tumbado en el suelo, sobre la alfombra de hierba y enseguida se arrodilló, lo cogió y le dijo:

- No te mueras porque te necesito.

Y lo apretó contra su corazón. Descubrió que no respiraba y por eso empujó, con suavidad pero sin parar, el pecho y corazón del cordero mientras le seguía diciendo:

- Por favor, vive y no te vayas para siempre.

Siguió dando masajes al corazón del cordero y, en un momento en que ella desesperaba, notó que comenzaba a respirar. Acercó su boca a la del corderillo, lo besó, lo llenó de caricias y cuando descubrió que estaba vivo, lo apretó más contra su pecho.

         Miró a los hombres de los perros y a los que iban a caballo y les dijo:

- Habéis venido por aquí a matarme lo que más quiero pero no lo habéis conseguido.

Y ellos le dijeron:

- Tú estás loca y ni tu cordero ni tu casa ni tu sueño, tiene sentido. Vivir sola en estas montañas y tan retirada del mundo ¿Cuándo por aquí se ha visto?

Y la mujer apretó un poco más a su cordero contra su corazón y le susurró:

- Tú vive, mi gran amigo. Mi sueño es solo mío y a ello tengo derecho.