Sin Arthur Conan Doyle no abandonó nunca la escritura. Bien entrado el siglo XX continuó escribiendo. Las últimas apariciones en el escenario de su genial detective, Sherlock Holmes, son ya del pasado siglo. Cuando Conan Doyle quiso deshacerse del personaje de Holmes (pues consideraba que absorbía demasiada parte de su tiempo y su creatividad en detrimiento de las novelas históricas que apreciaba mucho más) ocurrió que la gran popularidad y éxito del detective crearon un estado de necesidad, por decirlo de algún modo, entre sus lectores, que no paraban de reclamarle que lo resucitase. Tardó creo recordar más de diez años en hacerlo. En ese intérvalo Sherlok Holmes se coló, no obastante, de rondón en una de sus mejores novelas: El sabueso de los Baskerville. Finalmente, el clamor popular, los ruegos de la madre del escritor y la suculenta cifra que le ofrecieron los editores, llevó a Conan Doyle a devolver a Holmes a la palestra. Como su supuesta muerte se había producido sin testigos, no tuvo demasiados problemas para que el bueno del Doctor Watson recibiese un buen susto al vover a encontrarse con su amigo el detective en el caso de la casa deshabitada..
Por cierto, aunque buenas películas, bien interpretadas además, esas dos películas sobre Sherlock Holmes de Gay Ritchie, interpretadas por Robert Downey y Jud Law, no me parecen que hagan justicia a la obra de Conan Doyle. Son buenas, pero son distintas. Iba a decir que tal vez Conan Doyle no hubiese estado de acuerdo con el uso que hacen de sus personajes, pero creo que si hubiese podido hacer valer sus derechos de autor de forma adecuada, es muy posible que hubiese aceptado encantado prestar a sus hijos literarios para los filmes.
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