Estábamos
todos en silencio, yo, miraba la copa de grapamiel… y me recordaba el frío que hacía afuera; vos, tenías la vista perdida en mis ojos, dulces de licor; y
sentados en una mesa tres niños pequeños devoraban muzarellas, haciendo uso de
sus manos, enchastrándose el pantalón, limpiándose la boca con sus mangas y
chupándose los dedos, mientras sus padres discutían afuera.
En ese
momento, entró ella al bar.
Traía
consigo una cartuchera de lata, con muchos lápices de colores y varios
papelitos sueltos; pasó con toda su adolescencia junto a nosotros.
Yo levanté
la vista, vos te prendiste un cigarro; me llamó la atención esa flor roja que
le prendía en el pelo a la altura de la sien, y la seguí con la mirada. Vi
cuando se sentó en una mesa, aislada, abrió su latita, y comenzaron a surgir
palabras. Yo apuré el trago, vos fumabas, y los niños seguían a sus anchas
cuando le hice la seña al mozo, pa´ que me traiga otra grapa:
—¿Por qué camina usted así?
—le preguntaste.
—Para no pisarlas —respondió el mozo encogiéndose de hombros y
recién ahí notamos, que había palabras regadas por todo el suelo, hasta la
altura del tobillo.
Observé a
los padres, que seguían discutiendo afuera, mientras los niños chapoteaban en
un mar de letras. Tú apagaste el cigarro, yo me agaché para tocar el agua, y
allí viste por encima de mi hombro… como
emanaban las palabras, se escurrían por la mesa de la muchacha y ya las
teníamos por la cintura cuando me terminé la grapa. Los padres, entraron con
las palabras por el pecho, las iban apartando con sus manos y braceando al
avanzar, llegaron donde los niños; pasó una muzarella flotando; jugaban una
guerrilla de agua locos de la vida. Pero a vos te molestó, porque ya no podías
fumar. Claro, es que a esa altura los dos flotábamos, y yo, para terminarme la
grapa, tuve que bucear. El trago se me había quedado abajo y logré sacarlo a
flote mientras que el mozo, arrodillado sobre la más alta estantería, de cara
contra el techo se niega a traerme la cuenta, insiste en que no las quiere
pisar… y ella cierra su latita, todos caemos, dejamos de flotar, la poetisa se
retira, se despalabró el bar.
Cuentista: DCF
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