TEMA: Rearviewmirror (Pearl Jam)
LA NAGA DORMIDA
BIENVENIDOS A
¡A
¡Y A
El recinto tenía el tamaño de un campo de baloncesto, tres intensas luces colgaban del techo de cemento, varios cientos de sillas llenas de gente enloquecida rodeaban una jaula de acero de cinco por cinco por cinco metros. Era el tercer combate y ya no había aire, tan sólo sudor y humo.
En una esquina de la jaula, Lorena estiraba los brazos agarrándose a los huecos de la intrincada reja. La fibra muscular estaba tensa, sus tetas eran dos capazos de cemento; los ojos verdes, balas verdes; la mandíbula desfigurada, un rodillo prieto; el estómago, un perro rabioso.
El pelo rojo, su seña de identidad, formaba trenzas, látigos, que lanzaba de un lado a otro mientras calentaba el cuello, estudiando a su oponente con la mirada torba de un violador.
Caracortada era enorme. No tenía una mirada limpia ni concreta. Sus ojos iban y venían de ella al público, a sus tetas, a las rejas, al elástico del calzón que gustaba comprobar con sus pulgares mientras daba saltitos. Lorena sentía que el tal Nim-Po quería arrancarle el peto rojo y el pantalón negro y sentarse sobre ella para cagarle encima, pero miraba a todas partes como pidiendo permiso, como si no pudiera creer en su propia suerte. Se sentía tan seguro que se permitía levantar los brazos para buscar el apoyo del público. Sólo uno de los ojos debía ver bien, porque el otro, atravesado por una cicatriz, era pequeño y lloroso.
Sonó la campana de comienzo y el murmullo insostenible de los apostadores se convirtió en un griterío de público. Nim-Po se acercó al centro de la jaula para cumplir con una segunda regla que el comentarista no había mencionado y que era tradición entre luchadores; saludar puño con puño al contrincante.
Nim-Po era nuevo en la ciudad y no sabía que
Lorena sonrió y permaneció en su esquina, agarrada a las rejas, mientras veía como el gigantón de Nim-Po la miraba de una manera muy distinta, realmente cabreado, y se iba a por ella despotricando en Tailandés.
Su guardia pegada al cuerpo parecía sólida y el movimiento nervioso de sus piernas indicaba precaución. Aquel tipo había sobrevivido a la cárcel por algo más que su tamaño y, si decían que era campeón de Muai Tai, debía ser verdad.
Lorena no era campeona de una mierda.
Se lanzó hacia delante como cebo y Caracortada le lanzó una pierna como un tronco que impactó en medio de su pecho. El dolor fue intenso. Mayor fue el subidón de adrenalina al agarrar aquella pierna e impactarle con la suya en el estómago. Antes que Nim-Po se encogiese, Lorena le dobló la pierna, se lo puso de espaldas y le saltó encima. Muchos espectadores lo corearon como un gran error. Podía haber hecho más sangre.
Lorena se lanzó por su cabeza, viéndolo agachado y dolorido. Saltó sobre la espalda y le agarró la cara con ambas manos, buscando los ojos o la boca o la cicatriz.
Pero Nim-Po no era lento y palmeó hacia atrás y la agarró. Lorena tiro de la carne y Nim-Po, soltando un alarido, la lanzó sobre su cabeza contra el suelo de cemento.
El golpe fue tremendo. El público se quedó en silencio. No era por ella. Nim-Po tenía un desgarrón en la mejilla y la sangre le había salpicado el pecho, caía por su cuello.
Lorena no tenía aire. Sentía el cuerpo como una colchoneta planchada. Ni siquiera podía reír.
Nim-Po volvió a enfocar la mirada. El público comenzó a murmurar. Lorena sintió que sus pulmones se abrían solos y robaban el aire de fuera como una bomba vieja. Y Caracortada, cortada por dos veces, lanzó un grito de furia y se lanzó a por ella. Levantó la pierna sobre la cabeza y lanzó el talón. Lorena sólo pudo hacerse un ovillo y recibió el golpe en las pantorillas. El dolor las hizo huecas. Apretó los dientes mientras seguía cogiendo aire. El público aullaba de nuevo. Nim-Po volvió a golpear y el talón le impactó a Lorena en la mano.
Giró rápidamente, varias vueltas, y gritó por el dolor.
Y porque ya tenía los pulmones llenos.
El grito hizo que el público enloqueciera.
Lorena se levantó de un salto. El tailandés corrió y saltó elevando el codo. Cubrió todo lo que Lorena podía ver, así que saltó hacia delante en el último momento, haciendo rodillo en las piernas del tailandés, y consiguió derribarlo cuán largo era.
El público aulló esta vez y
Lo que antes había sido un oponente con un rostro, un nombre y un estilo de lucha, ya sólo era un trozo de carne que quería resistirse a ser destrozado.
La Carne se apoyó en sus manos para levantar la cabeza y Lorena saltó encima. El murmullo del público indicaba que debía haberle pateado. Agarró su cabeza con ambas manos.
Nim-Po ya no sentía dolor. Se levantó con excesiva lentitud y Lorena volvió a lanzarse hacia él de tal salto que le impactó con la cabeza en pleno rostro.
Y el combate había acabado.
Nim-Po aún no lo sabía. Vacilaba sobre sus dos enormes piernas como una columna de platos. Lorena sentía el sonido del cabezazo como un gozoso orgasmo del cráneo, mientras caía de rodillas y el público expresaba con agrado su sorpresa, su impresión por el golpe.
Lorena miró a
La garra de
El público comenzó a gritar animándola, abucheando, intentando evitarlo, intentando entenderlo.
- ¡JAPÓN ES MÍOOOOOOO!
El público emitió un unánime alarido de aprobación, de entusiasmo nacional. Pero Lorena no quería alardes. Quería Carne.
La puerta de la jaula se abrió para que entraran tres matones y el entrenador del tailandés.
Y también su cara se teñía de rojo.