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romi
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Las huérfanas (noche de reyes)

3 de Enero de 2013 a las 14:42

Bubok

 

LAS HUÉRFANAS

        Noche de reyes

 

               La madre tenía su casa justo en el corazón mismo del Albaicín. En lo más alto de la colina y un poco en el lado que mira a la Alhambra. Una bonita casa con dos niveles. En la parte de arriba, había una sala, dos habitaciones y una cocina. En el desnivel de abajo, la casa solo tenía una sala con una pequeña puerta que daba a un recogido jardín. Desde este rinconcillo, nada más pasar por la puerta, se vía al frente y en la otra colina, la torres y palacios de la Alhambra. Iluminadas por las noches y, durante el día, besadas por el sol, coronadas de nubes y cielos azules y, a veces, envueltas en nieblas o cubiertas de nieve.

 

               La madre parecía una mujer buena pero algunos vecinos decían que no lo era. Se había casado muy joven y no como siempre había sido costumbre en el barrio. Porque simplemente se fue a vivir a la casa de un hombre joven y al poco tiempo tuvieron familia. Dos niñas preciosas que la madre, al principio, quería mucho. Pero según fueron creciendo, les daba cada vez menos cariño y hasta las dejaba desatendidas. Los vecinos comentaban:

- Tus dos niñas son una preciosidad. ¡Quién tuviera la dicha de tener unas niñas como las tuyas!

- Pues yo os la regalo cuando queráis. Estoy harta de ellas.

Y los vecinos creían que esto lo decía de bromas. Porque las niñas eran tan preciosas que enamoraban solo verlas.

 

               Pero un día, cuando las dos hermanas ya corrían jugando con las amigas, ocurrió una gran tragedia. Al amanecer de una fría mañana de invierno, por todo el barrio se comentaba la noticia:

- Dicen que se lo han encontrado ahorcado en un árbol cerca del río.

- ¿Y cómo ha sido?

- Nadie lo sabemos.

- Pobre hombre y pobres niñas ahora sin padre.

- ¿Y cómo va a vivir la madre ahora con esta tragedia y sin la compañía y ayuda de este hombre tan bueno?

- Desde luego que es una tragedia pero esta mujer parece buena y, en el fondo, no lo es. ¡Pobres niñas con lo preciosas que son!

 

               Enterraron al padre y a partir de ese día, a las niñas se les empezó a ver muy tristes. Les preguntaban las amigas y ellas decían:

- Desde que falta nuestro padre, no hay alegría ninguna en nuestra casa. Tampoco nos gusta este barrio ni lo que desde aquí cada día vemos.

Y al oír esto, las mujeres mayores vecinas de ellas, les decían:

- Pero este barrio es el más bonito del mundo y la Alhambra siempre ahí en frente e iluminada por las noches, es una fantasía.

- Pues a nosotras no nos gusta nada. Queremos irnos de aquí.

- ¿Iros a dónde?

- En algún sitio que nosotras no sabemos, debe haber un país lleno de luz y colores. A ese lugar queremos irnos.

Y la más pequeña apoyaba a la hermana argumentando:

- Sí, yo también quiero irme a ese lugar tan bonito que dice mi hermana.

- ¿Y qué haréis allí?

- No lo sabemos pero seguro que por las noches, no tendremos frío ni dormiremos solas y, luego durante el día, tampoco tendremos hambre y sí habrá alguien junto a nosotras que nos quiera mucho y nos dé besos.

 

               Cerca de la casa de las dos huérfanas, vivía un hombre mayor, muy conocido y querido de todos los vecinos. Se le iban los ojos al hombre detrás de las dos hermanas y por eso, con frecuencia compartía con ellas ratos de conversación cuando las veía en la calle y también repartía con ellas algunas cosas de comida. Cuando la madre lo veía, sin reparo le decía:

- Sí, juega con ellas y cuéntales historias a ver si un día te las llevas a donde ya no las vea más.

- ¿Por qué dices eso de tus niñas?

- Estoy harta de ellas, de esta vida y de este mundo.

Y el hombre mayor callaba porque se daba cuenta que la mujer, además de la desgracia del marido, ahora vivía en soledad y con muchas necesidades. Por eso, aquella tarde de reyes, fría y gris, el hombre mayor pidió permiso a la mujer para bajar desde el barrio al centro de Granada, acompañando a las niñas para que vieran la fiesta de los reyes. Y la madre dijo:

- Llévatelas y a ver si ya no vuelven más a este barrio. Que se vayan por fin a ese país que tanto sueñan.

 

               Cuando caía la tarde, un poco antes de ponerse el sol, el hombre mayor bajaba por las calles del Albaicín hacia el centro de Granada, con las dos niñas de la mano. Y ellas, ilusionadas e imaginando fantasías, preguntaban:

- ¿Y esta noche los reyes nos traerán regalos?

- A todos los niños del mundo, esta noche los reyes les traen regalos.

- ¿Y tú sabes qué es lo que nos traerán a nosotras?

- Seguro que alguna cosa bonita y buena.

Y la más pequeña, de pronto dijo:

- Queremos quedarnos contigo y no volver nunca más a nuestra casa ni al barrio.

Y el anciano guardó silencio. Recorrieron las iluminadas calles de Granada, siguiendo la fiesta de reyes y algarabía de muchos niños y cuando ya la noche iba algo avanzada, volvieron al barrio.

 

                   En la misma puerta de la casa, el anciano dejaba a las niñas en compañía de su madre. Le dio a cada una un beso y al despedirse les dijo:

- Dentro de un rato, quizás pasen los reyes cargados de regalos.

Y la más pequeña comentó:

- Ojalá sea acierto y esta noche no pasemos frío y sí alguien nos regale un abrazo grande y muchos besos.

Entró la madre con ellas en la casa, las dejó en la habitación de la parte alta y, al poco, las dos hermanas se acurrucaban en la cama. Y sería media noche cuando todo el barrio del Albaicín, en lo más alto de la colina, se llenó de un resplandor de colores. Muchos se asomaron a las ventanas y otros, desde la misma calle, miraban asombrados y no sabía explicar qué era lo que pasaba.

Al amanecer, algunos vecinos dijeron:

- Yo vi, en medio de este tan gran resplandor, como una carroza muy grande que se alejaba de este barrio.

- ¿Y quién iba en esa carroza?

- Las dos niñas que todos conocemos y las acompañaba el anciano amigo. Sus caras irradiaban alegría y sus ojos parecían estrellas azules y limpias.

 

               Cuando salía el sol, muchas personas rodeaban la casa de las huérfanas. Nadie sabía explicar qué era lo que por la noche había ocurrido ni cómo había sido. Pero todos en sus corazones sentían que había sucedido algo maravillo en el corazón del barrio del Albaicín, justo en la noche de reyes. Las dos hermanas no estaban ni en su habitación ni en la casa ni por las calles o plazas del barrio.