Por ejemplo crear empresas que sean solventes pero sin dejarse llevar de la tontería obsesiva de la productividad. Fundar, con presupuesto bajo, empresas de pocos miembros, dispuestos a hacer un trabajo más difícil y manual, que requiera habilidad mental y manual y de esta forma se impida, en la medida de lo posible, la centralización del trabajo en la máquina. Esto produciría un ahorro inmediato, el del precio de la máquina y su mantenimiento pero a larga obligaría a contratar mas empleados si se quiere aumentar la producción.
Los precios de los productos serían mas caros de lo habitual pero, como todas las cosas hechas con talento personal, experiencia y maestría crecientes, serían mas duraderos, con el valor añadido, no económico, del esfuerzo,el afecto y maestría personales de un artesano. La calidad y el prestigio personales serían suficientes para correr la voz y que acudiera una buena porción de gente, lo que ahorraría dinero en absurdas campañas de marketing, dinero útil para contratar empleados. Por cierto que a estos empleados se les enseñaría desde abajo, como un oficio a la manera clásica, nada de absurdas divisiones del trabajo ni alienantes vendidas de moto de " trabajo en equipo " . Lo importante: enseñar a cada trabajador, en el mismo, el máximo número de habilidades concernientes a ese trabajo, para llegar a ser autonomo en el, no una pieza anónima sino un insigne artesano.
No recomiendo la cooperativa sin jerarquía pero tampoco jefes sin experiencia en ese trabajo. Si hubiera empresarios como tales tendrían que aceptar que sus ganancias no iban a ser espectaculares y que el prestigio de sus trabajadores tendría que ir a la par de su felicidad en el trabajo, que proporciona el llegar a ser amo, maestro en algo. Debería aceptar el crecimiento económico natural, consecuencia de las cosas bien hechas. Aquello que tanto se vende hoy en las empresas, el dar algo de ti mismo y que hace pensar al sutil " dime de que presumes...", sería en estas empresas una realidad. Productividad personal, sin cuentos. Si estas empresas se generalizaran, en lo posible, se acabaría la nefasta centralización del trabajo en la máquina y su peor consecuencia, el paro, por hacer necesaria la fuerza del hombre para las necesidades productivas que existen, más allá de la obsesión productivista actual.