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romi
Mensajes: 678
Fecha de ingreso: 25 de Abril de 2008

El joven, el perro y las monedas de oro

17 de Febrero de 2013 a las 15:16

Bubok

 

El joven, el perro y las monedas de oro

 

               Parece que, a pesar del tiempo transcurrido y lo mucho que por el lugar han cambiado las cosas, todo por aquí siguiera vivo. Como si, en algún lugar de la luz o del viento, su figura, su caminar y sus sueños, hubieran quedado recogidos y nada, nada pueda borrarlo. Al menos, yo así lo percibo y casi nítido lo veo en muchos momentos.

 

          Y sucedió hace ya mucho, mucho tiempo. Antes de que en la colina de la Alhambra, se alzaran las torres y murallas. Y por supuesto que mucho antes que junto al río Darro, Genil o por la Vega de Granada, hubiera edificios o palacios. Sí existían por aquellos tiempos, caminos que iban y venían por las orillas de estos ríos, cerca de las hermosas corrientes de aguas claras que descendían serenas o se remansaban en charcos o pequeñas playas. Subía, uno de estos caminos, por la orilla del hoy conocido como río Darro y pasaba por donde unos paisajes muy hermosos. Algo más arriba de donde ahora se juntan el río Darro con el Genil y casi a la altura de lo que conocemos con el nombre de Paseo de los Tristes.

 

          Por este camino, todas las tardes, se le veía. Era joven, siempre le acompañaba un pequeño perro colorado y blanco y parecía que en todo momento iba al encuentro de algo grande. Algunas veces, se paraba junto al río, donde el cauce tenía una pequeña curva y se remansaban varios charcos. Y aquí, durante rato, se entretenía mirando y jugando con su perro. Cogía, a veces, algunas truchas y en otros momentos, le llamaba mucho la atención el pequeño animal salvaje que en este tramo del río vivía. Al verlo su perro, perseguía a este animal y nunca lograba cogerlo. No le importaba porque su mundo era otro y por eso siempre llamaba a su perro y seguía por el camino.

         

          Le gustaba mucho el paso del pequeño arroyo que le llegaba al río por la derecha. Un hilo de agua muy clara, siempre descendía por este arroyuelo y para cruzarlo, él buscaba unas piedras gordas y de una a otra, saltaba. Como si no tuviera prisa pero siempre como al encuentro de algo importante que parecía no encontrar en ningún momento. Sin embargo, un día de invierno algo cálido, subió por este caminillo, en la curva de los charcos del río se paró un momento y jugó un rato con su perro. Luego siguió, cruzó el arroyuelo por el vado de las piedras y unos metros más adelante, se encontró con varios conocidos que caminaban en dirección contraria. Le preguntaron:

- Queremos cruzar al otro lado del río para remontar a la colina de la izquierda. ¿Por dónde hay un buen paso?

- Cruzad el arroyuelo saltando por las piedras y por debajo de la curva del río, veréis una bonita playa de arena. Ahí el río ofrece un cómodo paso.   

 

          Le dieron las gracias las personas y él siguió subiendo por el caminillo. Una veredilla estrecha, muy pegada a las aguas y por donde todo el suelo era arena. Por eso pisaba con cuidado y al poco, sus desnudos pies, tropezaron con unas monedas muy relucientes. Se agachó, las cogió y enseguida comprobó que eran de oro. Siguió caminando, ahora mirando a la arena del caminillo que pisaba y, al poco, vio otras monedas. Las volvió a coger y al mirar, vio más monedas y así hasta doce. Las guardó todas en su bolsa de cuero y cuando la tarde caía por la gran Vega de Granada, él se perdía río arriba, siguiendo la senda y en compañía de su perro. La oscuridad de la noche lo ocultó en los bosques y montañas al fondo y por donde brotaban las aguas del río y al día siguiente, ya nadie lo vio. Nunca más se le vio por las orillas de este río Darro ni tampoco nunca nadie preguntó ni ha preguntado por él. Pasado el tiempo, construyeron casas junto al río Darro y junto al río Genil y construyeron torres y murallas en la colina donde hoy se alza la Alhambra. Se borró y desapareció aquel caminillo, el arroyuelo del vado de las piedras y los charcos del río. Y, pasado el tiempo, aun se borraron mucho más aquellas playas de arena dorada y los paisajes que le rodeaban.

 

          Hoy en día, ya muchos, muchos años después, aquel caminillo y el joven con su perro, por completo han quedado enterrados en todo lo que por aquí se ha construido. Pero yo, muchas tardes me vengo al famoso Puente del Aljibillo, me siento en su muro, miro a la Alhambra sobre la gran colina, observo a los turistas y a las demás personas que por aquí pasan y me extasío en las puestas del sol sobre la Vega de Granada. Y claro que me gustaría preguntar, a los reyes que vivieron en la Alhambra, a los turistas y demás personas que ahora van y vienen por aquí y a una persona muy concreta que conozco, qué saben y piensan de aquel joven. Y por qué, a pesar del tiempo transcurrido y tanto como por aquí todo se ha transformado, aquel joven, su perro y las monedas de oro, parecen no haber desaparecido de este lugar. Como si, a pesar de haber sido insignificante, el Universo y el cielo, lo mantengan vivo en el alma y la luz de estos lugares.

 

svmadin
Mensajes: 47
Fecha de ingreso: 13 de Enero de 2009
  • CITAR
  • 18 de Febrero de 2013 a las 23:12
bueno, espero que hagas una novela o un relato mas largo. Tu trabajo es básico pero no por ello menos importante; esfuérzate y sigue de esta manera... como consejo personal: crea y cuenta mas de tus personajes, eso ayuda a que el lector se meta mas en la historia.