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romi
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La fuente del Paraíso

9 de Mayo de 2013 a las 9:38

Bubok

LA FUENTE DEL PARAÍSO

 

               Desde la solana de enfrente, colina y cerro donde se asientan los barrios del Albaicín y Sacromonte, miraban con interés. A veces, sentados justo por donde ahora va la muralla que separa los dos barrios y, otras veces, simplemente parados más o menos en el mismo sitio. Y en estos momentos, casi siempre al caer las tardes, el más joven comentaba a su amigo:

- ¿Te imaginas un copioso manantial brotando en lo más alto de aquella colina?

- Intento imaginarlo pero ¿dime tú en qué punto exacto te gustaría que brotara ese manantial?

- Justo por encima del pequeño castillo que hay al lado de arriba del palacio largo. Donde, entre aquellos árboles que se recortan sobre las nieves de Sierra Nevada.

 

               El punto exacto que él pretendía indicarle a su amigo, se encontraba algo más arriba de lo que hoy conocemos como la Silla del Moro y cerca del palacio Dar al-arusa. Justo donde hoy se ven las ruinas de este desaparecido palacio. Por aquel entonces, en este lugar en el Cerro del Sol y por encima del Generalife y palacios de la Alhambra, crecían hermosos jardines y árboles frutales. Varías acequias grandes surcaban las tierras llanas por la parte alta del cerro y algunas albercas embalsaban agua de lluvia y también la que sacaban con las norias construidas aun más arriba.

 

               Pero ellos, sobre todo el más joven de los dos amigos, lo que más soñaban y veían desde la distancia, era otra cosa. Por eso el mayor, con frecuencia preguntaba a su amigo:

- ¿Pero cómo imaginas tú el manantial que tanto sueñas?

- Sobre todo, lo imagino abundante, de aguas muy claras y frescas y que, desde el mismo venero se extiendan y corran en varias direcciones.

- Pero para que las aguas corran en varias direcciones, el venero debe brotar en algún sitio muy original. Quiero decir que no mane como todos los manantiales, en las laderas de los cerros o en los barrancos.

- Precisamente por eso, el manantial que sueño yo, es único en este rincón de la Alhambra y en muchas partes del mundo. No solo por sus claras y frescas aguas sino por el lugar donde de la tierra brota.

- Pues yo pienso que aunque tu sueño es bonito o precisamente por esto, porque es tan especial, nunca podrá ser real en este suelo.

- Eso es lo que también me digo yo muchas veces y sin embargo lo sueño. ¿No crees tú que a veces los sueños pueden hacerse realidad?

- No del todo, pero a lo mejor algún día sucede eso.

 

               Y un día, los dos amigos del Albaicín, descendieron por una sendilla hasta el río Darro, luego subieron por la umbría y se encajaron en lo más alto del Cerro del Sol. Miraron muy entusiasmado para el valle del río, la colina del Albaicín y la de la Alhambra y después se movieron por el terreno de estas partes altas del cerro. El más joven comentaba al mayor:

- Mira tú también conmigo a ver si encontramos el punto exacto propio para que el manantial brote.

- Es que yo no sé ni siquiera cómo debe ser ese lugar que dices.

- Tú mira y cuando veas algo que te guste, me lo dices.

Y los dos se pusieron a buscar, caminando de un lado para otro por lo más alto del cerro.

 

               Y buscaban ellos muy entusiasmados cuando, de pronto, al asomarse a una pequeña hondonada, sobre una gran piedra, vieron a un hombre sentado. Lo saludaron y como no lo conocían de nada, hicieron por seguir con lo que tenían entre manos. Sin embargo, el hombre los llamó diciendo:

- Sé quiénes sois y también sé lo que estáis buscando por aquí.

Los dos muchachos se quedaron parados, miraron al hombre mayor y con barbas blancas y al rato, el más pequeño le preguntó:

- ¿Y usted puede ayudarnos?

Le hizo esta pregunta creyendo que el hombre, por lo que había dicho hacia uno momento, podría ser dueño de algunas de aquellas tierras.

- Yo puedo ayudaros pero con una condición.

- ¿Qué condición?

- Que a nadie digáis nunca nada de lo que por aquí os muestre.

- ¿Por qué no podemos decirlo a nadie? Si lo que usted dice puede enseñarnos y tiene relación con lo que nosotros estamos buscando y es bonito e interesante ¿por qué no podemos compartirlos con los demás?

- Por dos cosas muy concretas: porque nadie va a creer lo que vosotros vais a ver por aquí y, porque si llega a oídos de los reyes de la Alhambra, enseguida van a venir y se harán dueños de estos lugares.

 

               Se miraron los jóvenes entre sí y después de un rato, dijeron al hombre mayor:

- De acuerdo. Por lo que se ve usted debe ser un gran sabio o un mago que puede conseguir que se haga real lo que nosotros soñamos. Aceptamos las condiciones que nos pide. ¿Qué más tenemos que hacer?

- Mañana por la mañana temprano os vais al sitio sobre el cerro de las cuevas que conocéis bien porque es vuestro mirador particular y os sentáis y miráis para este monte muy concentrados. Poco después de la salida del sol, sobre este cerro donde ahora mismo estamos, veréis lo que tantas veces habéis soñado. Pero estad muy atentos y no os perdáis ningún detalle porque las cosas puede que ocurran muy rápido y, el fenómeno, quizá dure poco tiempo. Después de ese singular acontecimiento, nunca más volverá a verse sobre este monte el espectáculo que os estoy anunciando.

 

               Al amanecer del día siguiente, los dos jóvenes ya estaban sentados en las laderas del cerro hoy conocido como San Miguel Alto, por encima de los barrancos de las cuevas en el barrio del Sacromonte. En silencio miraban muy atentos y, al poco, vieron aparecer la luz del nuevo día por encima de las cumbres de Sierra Nevada. Poco a poco el alba se fue tornando clara, trayendo detrás de sí el redondo disco del sol. Y ellos, con el corazón lleno de emoción, miraban para la luz del alba por encima de las altas cumbres, esperaban la llegada de los primeros rayos del sol y miraban para el cerro que tenían enfrente. Preguntó el más pequeño:

- ¿Qué será lo que ocurrirá en ese manantial?

- Ya no queda no queda mucho para comprobarlo.

 Y fue justo cuando el gran disco rojo del sol aparecía por encima de las cumbres del Mulhacén, cuando en el cerro de enfrente, comenzaron a ver lo que impacientes esperaban. Primero apareció como un gran borbotón de agua muy clara, que brotaba en lo más alto del cerro. Se elevó este borbotón como medio metro y, sin violencia ninguna, comenzó a derramarse en forma de abanico y pequeñas cortinas que caían hacia los barrancos de los lados. Enseguida, por los barrancos que bajaban desde lo alto del cerro hacia el río Darro, aparecieron arroyuelos que corrían serenos, saltando por entre piedras y monte. Y al poco, toda la cumbre del cerro y la gran ladera con sus arroyuelos, se llenaron de aguas transparentes y luminosas. Y como los rayos del sol llegaban desde el horizonte al amanecer, el espectáculo se veía precioso.

 

               Con la boca abierta, los jóvenes miraban cuando sintieron que alguien por detrás, se acercaba a ellos. Volvieron sus cabezas y vieron al hombre mayor de barbas largas y blancas. Los saludó y les dijo:

- Nadie más que vosotros ve ahora mismo lo que ocurre en ese cerro de enfrente.

Y el más joven de los amigos, preguntó:

- ¿Y de dónde viene el agua que brota por ese venero en lo más elevado de aquel cerro?

- Del corazón de las montañas que al levante de la Alhambra hay.

- ¿Quieres decir que la Alhambra está construida sobre un lago de aguas azules y claras?

- Así es pero, ni los que viven ahora en esos palacios ni los que vengan por aquí cuando pase el tiempo, lo saben ni lo sabrán.

- ¿Y por qué a nosotros sí se nos permite ver este espectáculo y conocer tan misterioso secreto?

- Porque con mucha fuerza, lo habéis soñado y porque yo quería que supierais dos cosas importantes.

- ¿Qué dos cosas son esas?

 

               Y el hombre mayor, después de unos segundos en silencio, dijo:

- Primero, porque en el gran paraíso que un día todos veremos, hay un manantial que es muy parecido a lo que frente a vosotros ahora ocurre. Por eso, a este borbotón de aguas claras podríamos llamarlos “la fuente del paraíso”. Y segundo, porque al final de todos los tiempos, cuando ya por fin la especie humana desaparezca por completo de este planeta que ahora pisamos, la Alhambra y todos estos parajes, quedarán cubiertos por las aguas. Un borbotón muy parecido a lo que ahora mismo veis al frente, surgirá de la tierra y lo cubrirá todo para siempre y nunca, nunca más se sabrá de estos palacios y contornos.

 

               Al oír esto, los jóvenes ya no preguntaron nada más. Sentados se quedaron frente al hombre mayor de barbas blancas y miraban entusiasmados a las aguas brotando en lo más alto del cerro y en los arroyuelos cayendo por las laderas. Casi asustados por el fantástico espectáculo, mientras intentaba imaginar el manantial del gran paraíso y el final de todos los tiempos en este lugar del Planeta Tierra.