DIBUJANDO AL RÍO DARRO
Estaba sentada en el mismo muro que separa al río de la calle. Justo a la altura del Puente Cabrera y a la sombra del árbol que ahí crece. No se le veía la cara porque, al tener la cabeza inclinada para dominar mejor el cuaderno que tenía entre sus manos, el pelo le caía lacio, tapándole las mejillas y la frente. Pero a simple vista, se adivinaba joven y hermosa por el color y brillo del pelo y la blancura de sus manos.
Al verla tan recogida en sí y concentrada en el dibujo que en su cuaderno trazaba, al pasar cerca, se paró. Alzó ella su cabeza y lo miró y entonces, sintió la necesidad de dar una explicación:
- ¡Perdona! Te he visto tan entusiasmada en lo que dibujas que no he podido pasar de largo sin mirar y pararme. ¿Te importa que lo vea más de cerca?
Y ella, en un español muy mal chapurreado por el fuerte acento extranjero, dijo:
- Puedes mirarlo. Es solo un sencillo dibujo de este puente de piedra, del río y las torres que se ven al fondo.
- ¿Y para quién lo pintas?
- Solo para mí, como recuerdo de este rincón de Granada.
- Pues es hermoso tu dibujo, el sitio donde estás sentada, el puente de piedra, la torres al fondo y a la derecha y sobre la colina, la Alhambra como mirando.
- ¿De verdad te gusta?
- Me gusta mucho.
Agachó ella otra vez la cabeza, con el bolígrafo de tinta negra, garabateó algunas líneas más, miró varias veces para el puente, el río y las casas al lado izquierdo y al final, abajo y en la esquina derecha de la hoja con el dibujo, escribió su nombre. Arrancó la hoja del bloc y se la alargó diciendo:
- Para ti como regalo y recuerdo.
Sorprendido cogió el trozo de papel con el dibujo y le preguntó:
- ¿De verdad me lo regalas?
- Sí y con mucho gusto. Yo he venido de Japón a visitar Granada y mañana ya me marcho. No volveré más pero tú, y a cambio del regalo que ahora te hago, cada vez que vuelvas a pasar por aquí, reza por mí una oración al cielo. Sé que un día tengo que morir y siempre deseo que cuando llegue ese momento, sea rápido y sin dolor ninguno en mi cuerpo. Pídele esto al cielo por mí.
No supo que responder a sus palabras pero sí cogió el dibujo, le dio las gracias y cuando ya se retiraba de nuevo ella le dijo:
- Y procura también, cada vez que vuelvas a pasar por aquí, llenarte de la luz que en estos rincones hay. Y si un día escribes un libro que hable de estos sitios, deja claro en él fundamentalmente esto. Luz y esperanza es lo que más necesitamos las personas y este mundo.
Siguió subiendo por la Carrera del Darro, con el dibujo guardado en su bolsillo mientras pensaba en ella y en sus palabras. Al día siguiente volvió por el lugar y al pasar por ahí, no la vio pero sí rezó al cielo. Lo hizo de nuevo dos días más tarde y ahora, siempre que pasa cerca del Puente Cabrera. Y siempre que por ella reza, recuerda sus últimas palabras: “Luz y esperanza es lo que necesitamos las personas y el mundo entero”.