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jpiqueras
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Fecha de ingreso: 9 de Julio de 2009

107ª Edición Concurso bisemanal relatos: Genética. Aquí relatos

25 de Septiembre de 2013 a las 0:16

Aquí espero vuestros relatos, sobre la GENÉTICA, hasta el jueves de la próxima semana, hacia las diez de la noche.

La genètica es la ciéncia que estudia los genes, soporte bioquímico de la heréncia. De modo que los relatos pueden abordar el tema de la genètica y el de la herencia.  No la herencia de bienes, sinó la herencia de rasgos físicos o psíquicos. Somos lo que somos en parte por la herencia, por los genes. También por el ambiente y la educación, claro. Pero aquí nos interesa la genètica. Herència mendeliana, antepasados con taras, hijos que reproducen algunes coses (buenas o malas) de sus progenitores.

Los genes contienen la información codificada mediante bases bioquímicas en unes macromoleculas, los ácidos nucleicos. El genoma es el conjunto de información de los genes para una especie de ser vivo determinada. De modo que aquí aparecen Nuevos posibles escenarios para los relatos: los genes, el genoma, la herencia gènica, la medicina génica, la manipulación genética, el espionaje genético, la selección de candidatos, la aceptación de persones para un seguro, podria verse condicionada por el estudio de su genoma. Un 4% de nuestros genes los compartiríamos con los desaparecidos neandertales. Una mínima manipulación de genes puede llevar a obtenir nuevas especies con propiedades biológicas distintas y más o menos útiles. El poder inocular material genético en una especie puede dar lugar a variedades que trasmitan algo que no existia en aquella especie.

Transgénicos y Monsanto, el genoma compartido de los híbridos, el mestizaje. ¿Formas hereditarias de locura? La teràpia gènica. El daño a los genes por las radiacions, por los mutágenos, por agentes alquilantes... El inmenso mundo de los "mutantes". Las mutaciones, fuente de incontables mosntruos.

Ya sabéis. El tema pude dar mucho de sí, y está abierto a muchas possibles interpretaciones.

concursoderelatos
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  • 3 de Octubre de 2013 a las 17:55

Registro alfa

El lugar convenido para el encuentro fue la terraza del café Gauguin, ubicado en la última planta de la Escuela Superior de Bellas Artes. Mientras esperaba, me entretuve contemplando la vista que se abría hacia el oeste siguiendo el cauce del Sena. El sol de la tarde teñía de ocre las torres de la fachada de Notre Dame, y París brillaba con una luz que pocas veces recordaba haber visto.

- Buenas tardes, doctor Durrell. ¿Le importa si tomo asiento?

- Por favor- contesté sorprendido al tiempo que estrechaba su mano.

El camarero se acercó a la mesa y el recién llegado pidió una taza de té.

- Bonita vista. ¿Le gusta París? -preguntó.

- ¿Y a quién no? Hasta en invierno la ciudad se viste elegante -contesté.

- Estoy de acuerdo –dijo sonriendo.

La pausa siguiente duró lo que el camarero tardó en servir el pedido. Acto seguido miró en derredor de manera discreta, como tratando de cerciorarse que nadie vigilaba. Entonces continuó.

-Supongo que estará intrigado por saber el motivo de este furtivo encuentro, así que lo mejor será que le aclare cuanto antes el propósito de la cita.

El hombre vertió dos de azúcar al té.

- Considero conveniente que no sepa usted mi verdadero nombre. Si le parece, bastará con que se dirija a mí como doctor Leman.

- De acuerdo –contesté vacilante.

- Lo que voy a contarle es materia reservada. Tan solo cinco personas somos conocedoras del asunto.

El hombre dio un sorbo a la taza de té.

- En el año cincuenta y ocho, finalizados mis estudios de Biología en la Sorbona, empecé a colaborar en algunos proyectos que se habían encargado al recién creado Instituto Francés de Biología Genética. Allí me integré en un equipo multidisciplinar de médicos, químicos y algunos biólogos, todos ellos profesionales brillantes. Ciertamente debo decir que desconocíamos el objeto final de nuestra tarea en los laboratorios. Nuestro trabajo simulaba algo eminentemente científico, y la mayoría de los experimentos que realizábamos se centraban en el estudio del genoma humano y en analizar los procesos bioquímicos de la clonación celular. Hicimos grandes descubrimientos en aquella época, y solo llevados por nuestro celo profesional asumimos lógica la confidencialidad exigida a los resultados de nuestras investigaciones. Pero en 1962 fui designado para dirigir un proyecto bautizado con el nombre de Genoma Apolo.

El hombre hizo una pausa, y al tiempo que contemplaba la vista sobre la Île de la Cité, preguntó:

-¿Le resulta familiar el nombre de Ira Levin?

En verdad aquel nombre me sonaba vagamente.

- Le refrescaré la memoria… Ira Levin fue un escritor norteamericano de origen hebreo, nacido en 1929. Se hizo popular a finales del siglo pasado con novelas llevadas al cine como La semilla del diablo o Los niños del Brasil

Reaccioné entonces al oír los títulos.

- Sí… Recuerdo sobre todo la novela Los niños del Brasil. Una fábula sobre los estudios con bebés gemelos llevados a cabo por el doctor Mengele en el campo de Auschwitz. Y si no recuerdo mal, la trama versaba sobre las investigaciones para obtener el ADN de Adolf Hitler con idea de generar embriones con material genético idéntico al del Führer…

- Exacto. Y como bien dice, la historia no deja de ser una fábula, aunque solo aparentemente. Como usted bien sabe la clonación es una realidad bastante reciente. De hecho hasta 1997 la comunidad científica creía que la clonación solo era posible a partir de células embrionarias, por lo que la ficción de Ira Levin semejaba tan solo producto de su imaginación. Pero ese mismo año el Instituto Roslin de Edimburgo se vio obligado a anunciar que ocho meses antes habían conseguido obtener un mamífero superior clonado a partir de una célula especializada, no embrionaria. En su torpeza ni siquiera fueron capaces de encontrar un nombre algo menos ridículo que Dolly. El caso es que la difusión de aquel descubrimiento casi echa por tierra nuestras investigaciones. Si me permite la vanidad, le diré que nuestro Instituto ya había conseguido treinta años antes clonaciones en conejos iguales al logro del Instituto Roslin con la oveja Dolly.

No puede evitar un gesto de sorpresa ante aquella declaración.

- ¿Y qué tiene que ver Ira Levin con todo esto? –pregunté.

- La novela, doctor Durrell, aventuraba la posibilidad de clonar individuos usando células especializadas… Pero fue publicada en 1978, ¡veinte años antes de que la oveja Dolly viera la luz! De las barbaridades que fue capaz de hacer el doctor Mengele en Auschwitz ya se ha escrito demasiado, pero tras la toma de Berlín, los servicios secretos del gobierno francés tuvieron acceso a un dossier de informes sobre los experimentos llevados a cabo por los nazis con embriones humanos en los campos de concentración, y no me refiero solo a los estudios realizados por el doctor Mengele. Suponemos que alguna información o copia parcial de esos estudios pudo llegar a Ira Levin, quizá a través del Mosad, ya que por aquel entonces los israelíes andaban tras la pista de Mengele en Paraguay, hecho que el propio Ira Levin recoge en su novela.

- ¿Debo entender que ustedes se sirvieron de esos trabajos para su… experimento? -pregunté.

- Efectivamente. A nosotros, fuera ficción o realidad, la idea de replicar al Führer nos importaba bien poco, pero la posibilidad de clonar individuos haciendo uso de células especializadas sirvió para concebir un proyecto de mayúscula ambición. Para ello era necesario como primer paso sintetizar un ADN humano al que llamamos ADN patrón, un ADN con las mejores dotaciones genéticas que encontráramos en nuestra especie, hombres y mujeres de todo el mundo que fueron aportando lo mejor de sus códigos genéticos para configurar el ADN perfecto, el genoma perfecto. La parte más ardua de la investigación fue tratar de averiguar en qué parte del código genético de estos hombres y mujeres podíamos hallar los genes responsables de sus sobresalientes capacidades. Durante muchos años, con la mejor tecnología disponible, nuestros esfuerzos se encaminaron a conocer dónde residía su capacidad inmunitaria para enfrentarse a las peores enfermedades, dónde sus excelentes dotes intelectuales y cognitivas, o dónde localizar la mejor combinación de genes por las que gozaban de óptimas condiciones físicas. Como ya le he dicho, hace más de cuarenta años que sabemos que la clonación con células especializadas es posible, pero llegar al genoma patrón nos ha llevado mucho tiempo.

- …Pero lo han conseguido, ¿no es así? –pregunté asomándome con vértigo al abismo que se abría ante tal sospecha.

El hombre sonrió.

- Por supuesto, doctor Durrell – contestó.- Han pasado diecisiete años desde Dolly, y aunque el público parece haber perdido interés por el asunto, la investigación ha seguido su curso. Y créame, nosotros llevábamos muchos años de ventaja.

��

�- Me parece sorprendente. Pero no entiendo qué tengo que ver yo en este asunto.

El supuesto doctor Leman hizo una pausa, apuró su taza de té y clavó en mí su mirada.

- Lo hemos hecho, doctor Durrell. No solo hemos conseguido sintetizar el genoma patrón…

Ante aquella declaración sentí que se me aceleraba el pulso.

- Entre los años 2000 y 2002 hemos usado como tapadera los laboratorios de fertilización para transferir óvulos supuestamente fecundados in vitro, que en realidad llevaban un núcleo con el genoma patrón que habíamos conseguido sintetizar. En total, cuarenta y ocho embriones, de los cuales tres han sido abortos. De los cuarenta y cinco alumbramientos, dos han fallecido por accidente y el resto están esparcidos por veinticuatro países. Dieciocho son varones. El menor de ellos es hoy un niño de once años. Todos tienen altísimas capacidades intelectuales, son destacados deportistas y nunca han padecido enfermedades. Por supuesto, son ajenos al hecho de que su naturaleza es fruto de un experimento.

- ¡Dios mío!.. No puede ser... La clonación en humanos está prohibida, pero lo que ustedes han hecho… Y además, sigo sin comprender… ¿por qué me cuenta todo esto?

- Verá… Nuestros programas de simulación han detectado un fallo en el genoma. No acertamos a comprender por qué, pero en un plazo de quince años se producirá automáticamente una mutación en algunas cadenas de nucleótidos que no habíamos previsto. Como resultado, los individuos desarrollarán una variante desconocida de tumor de nefastas consecuencias. Llevamos años intentando neutralizar el efecto en modelos simulados, pero es del todo imposible actuar contra su virulencia. Además hemos confirmado nuestros peores pronósticos y sabemos con certeza que todos los descendientes de estos individuos padecerán el mismo mal antes de alcanzar los treinta años.

Al escuchar aquello me quedé perplejo.

- Los responsables del proyecto quieren continuar con el estudio. Pero seguir con el experimento es un suicidio, doctor Durrell. No podemos permitir que esos hombres y mujeres generen descendencia. La carga explosiva que llevan en sus genes puede suponer el fin de nuestra especie. Recuerde que serán hombres y mujeres aparentemente perfectos, pero el gobierno de la Naturaleza impone carácter de excepcionalidad a la perfección, y por alguna extraña razón que no alcanzamos a comprender, la combinación de nuestro genoma, aparentemente perfecto, ha generado su propio mecanismo de autodestrucción. Yo me he negado a continuar con el experimento y se ha puesto precio a mi cabeza.

Entonces el hombre sacó de su bolsillo un sobre. Dentro había anotada una dirección, una clave y una llave.

- En esa dirección tiene toda la información del experimento y los datos de los individuos. Los encontrará en una carpeta que reza en la portada Registro Alfa. Cada lunes dejaré en esa dirección información de las muertes y de los pasos que vaya dando. Si algo me pasara, deberá usted continuar el trabajo donde yo lo deje. Si transcurren más de dos semanas sin que haya recibido noticias mías, entonces es que han dado conmigo.

- ¿Y por qué yo? -pregunté.

- Porque he seguido sus trabajos y es usted un hombre de ciencia con una sólida formación humanística. Lea los informes. Hemos jugado a ser Dios, doctor Durrell… Créame; yo no soy partidario de deidades. Pero aunque seamos el mayor exponente de la naturaleza, siempre hay algo más allá de nuestro dominio que se empeña en demostrarnos, una y otra vez, que es más inteligente que nosotros mismos…

concursoderelatos
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  • 7 de Octubre de 2013 a las 18:43

PNH

A pesar de su paso distraído, Feli no pasaba desapercibida en su caminar entre los transeúntes. Su gorro de lana, las botas militares, los guantes y el chaquetón marinero funcionaban como neones en aquel caluroso mediodía de finales de junio.

Estaba cansada y su jefe le había ordenado que fuera a su casa para dormir un poco.

—El ordenador tardará todavía horas en darnos los resultados.

Habían introducido las fotos de las niñas encontradas para cotejarlas con las denuncias de niñas desaparecidas a nivel mundial.

No podía quitárselas de la cabeza, apenas tenían cinco o seis años. Algo no terminaba de encajar, no parecían asustadas, estaban muy tranquilas, como si nada de lo que, seguramente, habían sufrido durante su cautiverio, o se habían visto obligadas a presenciar durante su rescate, les hubiera afectado en lo más mínimo. No lloraban, no temblaban, no preguntaban por sus padres, no parecían sentir miedo…

Nada más entrar en casa, supo que Adela, la mujer que se encargaba de limpiar la casa una vez por semana, había estado.

—¡Joder! Mira que le tengo dicho que cuando se vaya deje el termostato en su sitio.

Se dirigió a la rueda y la movió hasta hacer coincidir el número treinta y cinco con la rayita. Sólo se quitó los guantes y fue a la cocina para servirse un café. Al sacar la taza del micro-ondas calentó sus manos con evidente placer. Regresó a la sala de estar y, ya sí, se desprendió del chaquetón y el gorro. Se acomodó en el sofá, miró el reloj y encendió el ordenador que había sobre la mesita cercana. Tecleó unas cuantas veces y sonrió cuando vio aparecer el rostro de su padre en la pantalla.

—Hola hija. Pensaba que hoy tampoco aparecías. Yo me marcho ahora mismo, he quedado con Haytham para jugar al golf, pero ya viene tu madre.

—Vale, baba, que se dé bien —dijo lanzando un beso.

—¡Hija! ¿Cómo estás? Ya te estaba echando de menos. —Era su madre la que se plantaba en la pantalla desplazando a su marido para dejarlo fuera de enfoque.

Hacía más de siete años que no veía a sus padres ni a sus hermanas de forma real. Los padres de Feli habían emigrado a Qatar siendo muy jóvenes, allí se conocieron, allí se enamoraron y allí formaron una familia y echaron raíces. El único inconveniente que le encontraron a su acogedor nuevo país fue su asfixiante calor, por eso, durante sus tres embarazos, su madre había sometido a sus futuras hijas a una manipulación genética que las hacía enormemente resistentes a las altas temperaturas; como buenos padres, pretendían una vida más cómoda para su descendencia. La manipulación genética, fuera de lo puramente experimental para la cura de enfermedades, estaba totalmente prohibida en todo el planeta, no obstante, existía un mercado negro, conocido y pseudoconsentido por todos, en el que estas pequeñas “mejoras” podían conseguirse de forma extraoficial a cambio de una sustancial cantidad de dinero.Cuando llegó la “unificación islámica”, el eufemismo con el que se denominó a la toma del poder por la fuerza de los partidos islámicos más radicales en todos los países de tradición musulmana, y los extranjeros tuvieron que elegir entre abrazar las enseñanzas del Profeta, marcharse del país o morir, sus padres y sus hermanas no tuvieron dudas, Qatar era su hogar y seguiría siéndolo. Sin embargo para Feli no fue tan sencillo, el futuro que se presentaba no le resultaba en absoluto atractivo. Finalmente decidió aprovechar su doble nacionalidad y venir a España aun sabiendo que nunca podría regresar para abrazar a su familia y que se condenaba a vivir helada de frío durante la mayor parte de cada año de su vida, ya que para ella, estar por debajo de los treinta grados, significaba tener frío.

La conversación trivial que mantuvo con su madre la ayudó a sentirse mejor. Saber lo que ocurría en el interior de aquella casa, el tiroteo, las niñas… estaba agotada.

—Te veo cansada, hija. Te dejo descansar, ¿vale?

—Déjame verte la cara, mami.

—Sabes que no puedo quitarme el litam.

—Pero si sólo estoy yo, nadie te va a ver.

—Ya, pero en internet siempre quedan huellas y alguien podría… hija, no me pongas en este aprieto, sabes que las leyes son muy estrictas.

—Sí… Perdona, mamá. Tienes razón, estoy cansada. Me vuelvo a poner en contacto con vosotros en cuanto pueda. Dales un beso a Ale y a Ventura.

Apagó el ordenador y bajó la pantalla. Sonreía pensando en los nombres que sus padres habían escogido para ella y sus hermanas: Felicidad, Alegría y Ventura. Sin duda, sus padres se consideraban afortunados.

El teléfono sonó cuando estaba a punto de quedarse dormida en el sofá.

—¿Sí?

—No te lo vas a creer. Adivina. —Era Carlos, su compañero.

—Han conseguido revivir al hijoputa que tenía a las niñas.

—Ojalá. Te aseguro que nos vendría muy bien tenerlo vivo. Las niñas son pinochos.

Silencio.

—Venga ya.

—Te lo juro. Es lo que ha dicho la psicóloga que las estaba atendiendo. Se las han llevado al Centro de Investigación Genética para confirmarlo, pero la psicóloga está segura.

Colgó el aparato y se puso de nuevo el chaquetón y el gorro. Olvidó los guantes, se dio cuenta cuando estuvo en la calle. No se fijó en que todos la miraban, ya no sólo llamaba la atención por su atuendo, el hecho de ir hablando sola y en voz alta también atraía la curiosidad de todos.

—¡Pinochos! Es imposible, no existen. Pero las niñas… ¡no existen! ¡Pinochos!

Pinocho era el apelativo popular con el que todos nombraban a las PNH (personas no humanas), eran una leyenda urbana. Se decía que la manipulación genética había conseguido crear seres carentes de emociones y sentimientos, máquinas fabricadas con tejido humano, los esclavos perfectos. Los friquis convencidos aseguraban que había países que nutrían a sus ejércitos con estos seres, en Qatar era habitual escuchar que los harenes de los jeques estaban formados, sobre todo, por pinochos femeninos. Eran muchas las novelas y películas que se habían hecho sobre ese tema.

—¡Pero no existen! Es sólo una fabulación. Las niñas estarían en estado de shock, por eso no mostraban ninguna emoción. ¡¿Pinochos?!

Entró en el edificio del Centro de Investigación Genética. Se identificó y fue directamente al despacho del Dr. Akra. Lo conocía desde niña, era qatarí, como ella, y amigo de la familia. Tan amigo como para que sus padres le confiaran la manipulación genética de sus futuras hijas. También había abandonado el país después de la “unificación”. No tardaron en ofrecerle un puesto de responsabilidad en España cuando supieron que pretendía vivir aquí.

—¡Feli! Qué alegría verte. Pensaba llamarte un día de estos. ¿Cómo están tus padres?

—Pinochos —dijo sentándose y mirándole fijamente a los ojos.

—¿Qué?

—Cuéntame lo que sepas, ¿existen de verdad?

—¿A qué viene esto? Los pinochos son seres ficticios.

—Recibimos un soplo, una vecina había visto cosas raras, vigilamos y resultó ser un pederasta que tenía a varias niñas secuestradas. Llegamos, entramos en la casa y el tipo disparó a dos de ellas, pretendía matar a las otras tres, al ver que ya estaba perdido nos disparó también a nosotros, afortunadamente le alcanzamos primero. Las niñas no reaccionaron ante los disparos ni ante nuestra presencia. Una psicóloga ha estado con ellas y asegura que son pinochos. Las han traído aquí, te lo han tenido que comunicar. Ahora dime lo que sepas.

—No sabía que tú llevabas el caso. No puedo ayudarte.

—¡Venga! Eres la máxima autoridad en investigación genética, si los pinochos existen tútienes que saberlo. ¿Las has visto?

—Sí. Acabo de verlas.

—¿Y?

—Han muerto antes de llegar.

—¡¿Qué?! —Feli se levantó y dio un golpe sobre la mesa—. ¿Qué coño está pasando? ¿Cómo han muerto?

—Simplemente murieron, tal vez el shock, el estrés... el informe de la autopsia lo aclarará. Siéntate, por favor, y tranquilízate. No puedo decirte más, tampoco tú debes querer saber más.

—O sea, que existen —susurró al tiempo que volvía a sentarse.

—Quítate esa idea de la cabeza. No existen, ¿está claro?

—De acuerdo, no existen. —Los ojos de Feli brillaban. Se quitó el gorro y desabrochó su chaquetón. Se inclinó hacia delante con gesto desafiante—. Pero quiero escribir una novela y necesito información. ¿Quién podría crear a los pinochos si existieran? ¿Y con qué fines?

—Sólo algunos gobiernos. Gobiernos muy ricos.El primer objetivo sería saber si se puede hacer. Curiosidad científica.

—¡Son personas! —Feli no contuvo su ira.

—No. No lo serían. O lo serían sólo en apariencia. Se manipularían los espermatozoides por un lado y los óvulos por otro, luego se combinarían y habría una nueva manipulación. Esos seres, con sus características, nunca existirían de forma natural y estarían desprovistos, de forma genética, de lo que se ha venido en llamar alma: sentimientos, ilusiones, carácter, opinión, emociones, metas… son, serían, cuerpos con ciertas aptitudes parahumanas, pero en ningún caso seres humanos.

—Bien. Se puede hacer, ¿por qué se continúa?

—Porque es útil. Mano de obra barata y nada conflictiva, por ejemplo; lo caro sería la investigación, una vez obtenidos los resultados resultaría muy económico producir unidades. Si un investigador desertara de su país y proporcionara sus conocimientos al que le acogiera… para ese país sería un chollo. También es, sería, útil para la paz social.

—Explícame eso. —Los ojos de Feli habían crecido hasta ocupar casi todo su rostro.

—Imagínate a un pederasta que no es capaz de controlarse. Los pinochos con cuerpo de niño o niña mantendrían a salvo a los niños de verdad. Es sólo un ejemplo.

—Y esos cuerpos estarían programados genéticamente para morir en un momento determinado y sin causa aparente —concluyó Feli con lágrimas en los ojos y negando con su cabeza.

—Sería lo más adecuado. Y suponiendo que los encontraran, la policía por ejemplo, antes de que hubiera concluido su ciclo, habría que eliminarlos para no dejar rastro. La manipulación genética está absolutamente prohibida por todos los organismos internacionales, tú lo sabes bien.

—Sí, lo sé.

Feli se marchó sin despedirse. Olvidó el gorro, se dio cuenta cuando estuvo en la calle. No se fijó en que todos la miraban.

concursoderelatos
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  • 8 de Octubre de 2013 a las 12:05

YO SOLO HAGO MUNDOS PERFECTOS


No creáis amigos que ser Dios es tan sencillo como pensáis. Ya sé que por ahí abajo circulan bulos de todo tipo; que si existo desde siempre; que si todo lo que pienso se crea automáticamente; que creo lo que quiero; que juego con la vida de los seres humano; que soy perfecto…

¡Anda ya! Nada de nada. Os contaré unos cuantos secretos pero, por favor, que no se enteren los que tienen fe, que se me chivan y se organiza una que cualquiera sabe donde termino.

Vamos a ver si os enteráis de una maldita vez. Todo es cuestión de genética. ¡No, tonto baba! Esa genética que os habéis inventado no sirve para nada. La genética, como la llamáis, es una estructura de mando piramidal. En la cúspide está el jefe.

¡Que no, coñ…, que no es Dios!. Dios para vosotros soy yo. El de la cúspide es una organización no gubernamental, ong las llamáis, pero es falsa porque mandan todo el tiempo. Os explicaré quien soy yo, lo que vosotros entendéis como Dios.

Vamos a ver, especifiquemos. Primero. Eso de que soy uno, como lo de la Patria “Una, Grande y Libre”, pues va a ser que no. Si solo hay que pensar un poco. ¿Cómo va a llevar un solo Dios la carga de controlar todo lo que ocurre en el Universo? ¡Pues como no es grande! y, además, entre nosotros y bajito para que no se enteren, al Jefe se le fue de las manos el invento; aquello empezó a crecer y crecer y ahora, solo para ir, a la velocidad que yo me desplazo, de un extremo a otro, tardaría 2,45 infinitos y ¿Quién puede dedicar tanto tiempo solo a viajar, con las de cosas que tenemos encargados cada cual? Ahora no hay quien lo controle todo y, por eso, pasan las hecatombes que pasan. Por supuesto que vosotros solo os enteráis de algunas de las que ocurren en la Tierra y algo más.

Segundo. Aquí también existe una pirámide de mando, ya os lo he dicho y, arriba del todo, un consejo de administración que como no tienen mas nada que hacer que pensar nuevas creaciones, nos tienen desbordados. Yo, el Dios que vosotros imagináis, porque de mi realidad no tenéis ni idea, como os estoy demostrando, pertenezco al status 12. ¿Cuántos hay? “Ventidos” como en el programa de la TV.

¡Ah! Y no creáis que yo me dedico a crearos; no, eso lo hace el “hijo de…”, perdón, un Dios un poco mayor, que está en el status 9 y que debe tener una mala lech…, bueno quise decir una extraña idea de lo que debe ser un humano, porque hay que ver los hijos de put…, perdón, de Dios que sois, que cuando salís malos no hay quien os pare. No, yo solo me dedico a apuntar todas vuestras buenas obras; las putad..., las malas, las apunta el 13, que vaya numerito que le ha tocado al pobre.

Eso sí, como trabajamos a destajo porque los de arriba llevan dos infinitos que no hacen mas que crear, también me ha tocado en el reparto hacer realidad los pequeños mundos que ellos van diseñando y que yo tengo que meter dentro de cada agujero negro que encuentro.

¡No te rías, tú, el de la derecha del todo, el que está al lado de la gorda esa que no hace más que tragar dulces! Y después se quejará que me la traigo con un infarto. A ver, si la dejo ahí explota y lo deja todo hecho un crist…, perdón, la costumbre de tener que oír todo lo que “largáis” cuando estáis enfadados.

Si, sí, yo soy el que se encarga de crear mundos imperfectos, como dice ese que se separó de la organización. Bueno, pues decidle que Dios no hace mundos defectuosos, porque soy Dios y no puedo "defectuar" nada, solo perfecciono. Yo solo hago, y no siempre, mundos perfectos, pero los de Administración se han empeñado en que los meta en los agujeros negros y ¡jo…! El día que sepáis entrar en un agujero de esos os vais a enterar de lo difícil que es mantener el equilibrio allí dentro; y, encima, a crear a destajo.

Y lo de que somos eternos, decidles a los de la Iglesia, yo no hablo con ellos porque como son de los que tienen Fe no quiero decepcionarles, que hagan el favor de tener la boca cerradita que, desde que se le ocurrió la idea de eternidad al padre de la Iglesia, aquel de Constantinopla, a los de Administración se les abrieron los ojos como platos, pensando en “mangonear” para siempre y los que curramos las pasamos put…, bueno, nos cansamos mucho.

Y, para que veáis que soy bueno con vosotros, os explicaré como funciona eso del ADN. Eso que os ha dado en llamar�ácido desoxirribonucleico, es algo más de lo que pensáis. Decís que es un libro de instrucciones y, al mismo tiempo, un almacén a largo plazo.

Pero, ¿es que sois medio idiotas? ¿Libro de instrucciones de qué? Pues a investigar, coñe, que no valéis para nada. Pues claro que es el manual que los de arriba inventaron para que los de abajo, vosotros (yo también, pero ya me lo he estudiado y sacado todo el partido, por eso soy Dios) podáis llegar a ser dioses también, crear más mundos y ayudar a los que vienen detrás. Pero hay que hacerse las preguntas adecuadas: ¿Manual de qué? Con los años que lleváis estudiándolo y aún no tenéis ni idea. Pues os ayudaré. ¿No os he dicho al principio que ese ácido es dos cosas al mismo tiempo? Vayamos a la segunda cosa. Es un almacén de memoria a largo plazo. ¿Memoria de qué? Ahí está la cuestión. Por ahí es por donde se cogen los alacranes para que no piquen. Hay que estudiar ese almacén de cositas que ya han pasado a otros que fueron antes que vosotros y aprender, estudiar y sacar conclusiones. ¡Jod…, que ya está bien! Os pasáis la vida intentando ganar el máximo de dinero, fortuna, patrimonio, poder… y todavía no os habéis enterado que os vais a morir y todo se quedará ahí. ¡Inútiles!

¡Hala! ¡A pecar que es lo vuestro! Que ya me he cansado de intentar arreglar vuestra ceguera. Voy a ver si me meto en un agujero negro de esos y duermo un rato.

concursoderelatos
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  • 11 de Octubre de 2013 a las 5:28

La herencia

Ese día en particular me desperté, con la sensación de que  algo había ocurrido.

Era el principio de la primavera del 2020, desde el dormitorio podía oír el trino de los pájaros, y una suave ráfaga de viento traía hasta mí un fresco aroma. 

Parecía igual que todos los días.

¿No se, qué, podía ser diferente?

Estire mi brazo izquierdo suavemente hacia el lateral de la cama, tantee con mi mano, el borde de la mesita de luz, buscando la perilla para encenderla.

Sentía el sonido del interruptor, una y otra vez, empecé a ponerme nerviosa, no era por miedo, si no el disgusto de que  la corriente eléctrica no funcionara.

Enojada con la cooperativa de electricidad, decidí levantarme.

Me incorpore lentamente.

Una vez sentada y con ambas piernas colgando al costado de la cama, empiezo con mi pie derecho a buscar las pantuflas.

 Con una mueca, mi rostro expresa la satisfacción de lograr calzarme.

Ya de pie giro la cabeza de un lada a otro, mi ceño se frunce, ¿que raro es esto?, esta todo muy oscuro.

 Empiezo a dar un paso por vez, al mismo tiempo que con las manos voy intentando descubrir los muebles, para no tropezar y así lograr ir avanzando hacia la cocina, pues seguro que en el cajón superior de la mesada encontrare una vela y los fósforos.

Estoy llegando, creo, siento como un inmenso calor se me acerca, mis manos desesperadas buscan, pero chocan con algo, es una superficie lisa, muy suave y tibia, con mis nudillos, la golpeo delicadamente, para sentir algo que pueda identificarla, y escucho su sonido, es claro, sonoro, es mi ventana. Y del otro lado hay calor, risas y sol, y yo no veo.

El médico me ha dicho que tengo una enfermedad genética, y solo se cura con un trasplante de corneas.
concursoderelatos
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  • 12 de Octubre de 2013 a las 23:53

� � �Herencia y angustia

Lo peor de todo, ha sido mirar a través del cristal.

Verte allí metida en esa caja oscura de madera, entre sábanas de algodón blancas con pespunte de color hueso y con ese gesto inmortal, serio e impasible… los ojos cerrados… la piel de cera…

Ha sido como verme a mí misma…

El aire movía suavemente las llamas de las velas y las flores que llenaban el enorme receptáculo donde te han metido para que toda la familia velemos tu ausencia… Y te he visto tan sola…

Todo eso me ha hecho darme cuenta de cómo seré yo misma cuando llegue la hora. Y eso ha sido lo peor, abuela.

Me he mirado las manos aferradas al cristal, a través de las lágrimas que deseaban sin conseguirlo y a mi pesar, rodar por mis mejillas. Me he dado cuenta de la cantidad de herencia que me has dejado. Mis manos y mis uñas son como las tuyas. Mi forma de coger los objetos y de manipularlos… mi gesto, mi carácter fuerte y mi semblante serio, que se empezaba a desdibujar en el vidrio que nos separaba en el tanatorio.

Por unos momentos he tenido la sensación de que aquel cristal era un espejo. Un espejo que reflejaba mi futuro. He imaginado por un momento que yo no era yo y que tú no eras tú… que tú eras yo y yo era mi hija… y me he dado cuenta de la cantidad de momentos que he perdido de mi vida en memeces, en majaderías que no me han llevado si no a callejones sin salida… Pero rápidamente he comprendido que todo eso es lo que realmente nos lleva a ser lo que somos. He comprendido que tú, sin decirme nunca lo que debía hacer, me has enseñado a vivir.

Entonces, se ha aproximado mi madre, tu hija, y me ha abrazado. Las dos nos hemos fundido en un abrazo de desconsuelo. Y mientras nos abrazábamos, con los ojos cerrados, he imaginado mi aspecto con tus ojos, en vez de los de mi madre, que son oscuros como una noche de luna nueva, y he vuelto a verte a ti; con tus ojos de esmeralda. Esos ojos verdes que volvieron loco al abuelo.

Él ha venido por fin a buscarte. Siempre te quiso más que a nada en el mundo aunque no supo retenerte a su lado. Y al final se fue antes que tú. Estoy segura de que ha estado esperando paciente a que te reúnas con él. Y sé que ahora estáis felices en algún lugar, cogidos de la mano, observándonos e intentando decirnos al oído que no lloremos. Sé que vuelves a ser feliz. Sé que no sientes dolor. Sé que no quieres hacernos sufrir. Sé que has sido la mujer más fuerte que conoceré jamás. Y lo sé porque yo también lo soy y también eso me has dejado en herencia.

Tu escaso cabello peinado hacia atrás y blanco como el hielo de mi congelador me ha hecho sentirme de nuevo triste. He recordado que este año han empezado a salirme canas. Y he recordado que mis primeras arrugas comienzan a florecer en� medio de mi cara de niña. Y me he dado cuenta de que tú te llevas la misma cara de hace años.

Realmente ya no sé si estoy triste por haberte perdido y por saber que nunca más estarás en tu casa esperando con los regalos de Navidad, o porque tengo la sensación de que cuando menos me lo espere, alguien estará observándome a mí con estos mismos pensamientos.

Mi hija, tu nieta, tiene tus ojos: verdes como el jade y limpios como el agua de la lluvia en primavera, pero aún no tiene esa mirada dura de la mujer que ha trabajado y luchado por toda una familia. Y de nuevo vuelvo a verte a través del cristal, con los ojos cerrados, y vuelvo a toparme con mi propia mirada. Tu mirada. Con los ojos de mi madre, pero con la firmeza y la sabiduría de tu mirada.

jpiqueras
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  • 18 de Octubre de 2013 a las 0:08

Mutantes y cromosomas, genes desnudos y fríos, quedaros donde estáis. Se cerró el plazo con cinco relatos. Comienza el periodo de votaciones.