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romi
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El lider

10 de Octubre de 2013 a las 12:15

Bubok

EL LÍDER                                              

 

               I- Las aguas

               En la Alhambra, el joven preguntó al rey:

- Majestad ¿a usted le gustan los ríos y las fuentes de aguas claras?

Y el rey contestó:

- Me gustan los baños y las aguas calentitas en las estancias de estos palacios. ¿Por qué me haces esta pregunta?

- Porque si usted me da permiso y me presta los cuatro hombres que necesito, yo puedo conseguir y enseñarle algo que va a gustarle mucho.

- ¿Y para lograr lo que me dices tendrás que declarar guerras o luchar en batallas?

- Nada de eso. Se trata de los más pacífico y bueno de cuantas cosas hay en esta vida.

- Pues tienes mi permiso y los hombres que necesites para llevar a cabo lo que me anuncias.

 

               Y aquella misma mañana, día de primavera muy claro, cielo azul y viento en calma, el joven reunió un grupo de hombres. Les dijo:

- El rey sueña con un tesoro y vosotros y yo, vamos a buscarlo. Os trataré con respeto y os pagaré con generosidad. Así que venid conmigo.

Desde los recintos de la Alhambra, salieron en grupo y caminaron vaguada arriba. Dirección al hoy conocido Cerro del Sol y en el collado, por donde hay jardines, aparcamientos para coches y edificios, se pararon. El joven dijo a los hombres:

- Este es el sitio. Ya veis que cerca del tronco de esta encina, brota un venero de aguas muy clara. Demos comienzo a las obras y logremos lo que tengo proyectado.

Con las herramientas propias, se pusieron los hombres y comenzaron el trabajo. El joven los guiaba y unas horas después ya tenían cavado en el terreno lo que en su mente imaginaba. Luego dijo a los hombres de la cuadrilla:

- Ahora hay que cavar una galería, siguiendo las aguas del manantial pero en dirección contraria a como brotan. Descansad y comed algo y luego seguimos.

Descansaron los hombres, comieron algo y, unas horas después, siguieron con el trabajo. Se ponía el sol y todos volvieron a sus casas. Al amanecer del día siguiente, regresaron al tajo y así durante más de un mes. Hasta que por fin un día, en el collado, donde brotaba el manantial y no lejos de la Alhambra, las claras aguas estaban remansadas en una especia de alberca, bastante profunda y rectangular. Al lado de arriba de esta alberca, se veía la galería también rebosante de agua y el chorrillo del manantial, al fondo. Pagó el joven a los obreros sus jornales, les agradeció el trabajo y les dijo que en cuanto los necesitara, los volvería a llamar.

 

               Fue luego a los palacios de la Alhambra y le dijo al rey:

- Majestad, pronto llegará el verano y por eso los calores apretarán. Cuando usted quiera le acompaño y le muestro el sueño que un día le dije que lograría para vos.

- Mañana mismo vamos a verlo. ¿Qué hay que llevar?

- Solo su corazón preparado para darse un buen baño en las aguas más claras y frescas que hay en el reino de Granada.

- Pues así lo haré.

Y al día siguiente, cuando la tarde caía y el calor ya se sentía fuerte, el rey salió de la Alhambra, acompañado del joven, su guardia personal y varios amigos. Caminaron por la vaguada y al llegar a la alberca del manantial, se quedó parado y miró despacio. En la alberca se remansaba el agua cristalina, en la galería, el líquido también remansado, se mecía sereno y desde la alberca, el agua rebosaba rumorosa y pura. Impresionado el rey dijo:

- Este es como un sueño o juego pequeño lleno de luz y transparencia. ¿Cómo lo has conseguido?

- Yo y los hombres de la cuadrilla, solo hemos dado forma a lo que por aquí la naturaleza ofrece. Ahora, lo que yo quisiera es que su majestad se bañe en esta alberca rebosante de agua fresca y clara.

- Eso está hecho ahora mismo.

 

               Y al instante el rey se metió en las aguas y se puso a nadar al tiempo que decía:

- Es un placer como nunca antes había experimentado. Tampoco antes había visto yo aguas tan claras y frescas y en medio de este paisaje que nos rodea.

Cerca de la alberca, crecían varias encinas, algunos acebuches, higueras, retamas y cornicabras. Y, vaguada abajo hacia la Alhambra, los árboles también se espesaban, cubriendo el paisaje de verde y serenidad. Entusiasmado por todo esto, el rey pidió a sus amigos que se metieran en las claras aguas y nadaran con él mientras charlaban. Le hicieron caso los amigos y después de un buen rato jugando y disfrutando de las aguas del manantial, el rey se sentó en el borde de la alberca a tomar el sol, llamó al joven y le dijo:

- Desde hace algún tiempo quiero cambiar algunas cosas tanto en los palacios de la Alhambra como en Granada y en todo mi reino y no sé cómo hacerlo.

- ¿Qué es lo que le pasa, majestad?

- Que en cuanto digo de cambiar algo, unos y otros protestan, me critican y hasta se ponen en contra mía con todas sus fuerzas. ¿Qué me aconsejas tú que haga?

- Si usted me da permiso, yo le ayudo porque sé lo que hay que hacer.

- ¿Puedes decírmelo?

- Es algo que solo se puede expresar del mismo modo que lo de este manantial, sus aguas claras y su baño. Hay que hacer las cosas para que se vean y entiendan con claridad.

Y el rey, después de pensar un momento, dijo al joven:

- Pues tienes mi permiso para llevar a cabo lo que me dices. Pero me pregunto: para conseguir lo que me anuncias ¿tienes que luchar o declarar batallas?

- Nada de eso, majestad. Lo que le dije aquel día lo repito ahora: se trata de lo más pacífico y bueno de cuantas cosas hay en la vida.

- Pues tienes mi permiso y los hombres o personas que necesites para llevar a cabo lo que me dices. 

  

               II- La reunión

               Agradeció el joven al rey su buena disposición y la confianza que depositaba en él y al instante se puso mano a la obra. Se movió por los salones de los palacios y otros recitos de la Alhambra y habló directamente con las personas que tenía en mente: generales, administradores, secretarios, sabios y jueces y a todos los fue invitando. Les decía:

- Tengo en mente el proyecto más interesante que nunca se ha dado aquí en Granada.

Y al oír esto, enseguida unos y otros preguntaron:

- ¿De qué se trata?

- Quiero explícatelo porque es muy, pero que muy interesante pero no ahora ni aquí mismo.

- ¿Entonces?

- Lo voy a compartir con contigo y con otros, algunos muy conocidos e importantes, dentro de dos días y en un escenario muy concreto.

- ¿En qué lugar y a qué hora?

- El lugar es justo en el collado de las encinas, donde el manantial de las aguas claras y los nuevos baños del rey. ¿Sabes dónde te digo?

- Todos por aquí ya hemos oídos los de los nuevos baños del rey porque él mismo lo ha proclamado. Está tan entusiasmado que no puede resistir decírselo a todo el mundo. Y tú ¿por qué elijes ese lugar para la reunión que dices?

- También pienso aclararlo pero no ahora.

- ¡Cuánto misterio encierra tu proyecto!

- No tanto pero ya verás como os va a resultar más que interesante.

- Bueno ¿y a qué hora es la reunión?

- Dentro de dos días, al caer la tarde y en el collado de las encinas, como ya te he dicho. Comunícalo a tus amigos importantes y que ningún falte.

 

               Cuando el joven terminó de anunciar este evento a las personas que le interesaba, pidió permiso para hablar con las princesas y príncipes de la Alhambra. A todos les dijo:

- A vosotros más que a nadie os interesa conocer lo que voy a anunciar.

- ¿Y por qué a nosotros más que a nadie?

Preguntaron interesados unas princesas.

- Porque vuestros padres son reyes y por lo tanto, personas con dinero y poder. Os han criado en el lujo y muy al margen de la vida y problemas de los demás y eso no es bueno. Necesitáis, al menos saber, cómo deberíais comportaros el día que vuestros padres os den poder y dinero.

- Pues iremos a la reunión que propones pero ¿puedo hacerte una pregunta?

- ¿Qué quieres saber?

- Nosotros, los príncipes y princesas ¿estaremos mezclados con las demás personas que vayan a esta reunión?

- ¿Y por qué no?

Y la princesa y sus amigas, ya no preguntaron más.

 

               El día fijado, al caer la tarde, al lugar indicado, fueron llegando los invitados. Sobre las tierras del collado, desde el manantial y la alberca dirección a Sierra Nevada, les pidió el joven que se fueran sentando. En la hierba que ya el sol del verano comenzaba a secar, sobre los troncos de algunos olivos y encinas y en las piedras. En el mismo collado y frente a ellos, princesas y príncipes, se situó el joven, todo sereno y como poseído de autoridad y sabiduría y saludó cortésmente a los que esperaban sus palabras. Les dio las gracias por haberse presentado y luego, de una gran bolsa de cuero, sacó unos papeles en forma de cuadernos rectangulares y del tamaño más o menos de un folio. Mostró estos papeles todos juntos, como en un paquete, a los presentes y estos, en un profundo silencio y expectantes, miraban al joven y a su puñado de hojas en forma de cuaderno.

 

               Con serenidad, el joven mostró a los presentes la primera cara del paquete de hojas y dijo:

- Mirad bien esto que os enseño y responded a mi pregunta: ¿Qué veis aquí?

Enseguida varios levantaron la mano y cuando el joven les indicó que hablaran, dijeron:

- Vemos una hoja de papel por completo en blanco.

- Veis y decís bien porque eso es lo que hay en esta hoja de papel: nada pero ¿a que parece esperar a que alguien aquí escriba o dibuje algo?

- Desde luego que sí. Como todas las hojas de papel en blanco y preparadas para escribir o pintar cosas.

El joven corrió la primera hoja de papel y al aparecer la segunda, en ella se veía, solo en una pequeña franja de la izquierda, como el comienzo de un dibujo. Mostró esta segunda hoja a los presentes y les preguntó:

- Y aquí ¿qué es lo que veis?

Varios enseguida dijeron:

- Como los primeros trazos de un dibujo y que no se sabe qué es.

 

               Pasó el joven esta segunda hoja y al aparecer la tercera, antes de que él preguntar, dos de los que estaban en la primera fila, comentaron:

- En esta hoja vemos el mismo dibujo pero ya más completo y ocupando mayor porción de papel. ¿Qué dibujo es?

No contestó el joven a la pregunta sino que, lentamente corrió la tercera hoja y al quedar visible la siguiente, enseguida uno de los que estaban al final, levantó la mano y dijo:

- Ya aquí se ve el mismo dibujo casi completo pero todavía no se entiende bien. ¿Nos puedes decir qué significan los papeles que nos enseñas y el dibujo a medias?

- Continuo y en un momento os lo diré.

 

               Con su mano derecha volvió a pasar la hoja y al aparecer la que correspondía al número cuatro, otra vez se mostraba el mismo dibujo pero ahora ya casi completo. Con el aliento contenido y por completos fijo en el joven y en lo que les mostraba, todos los invitados se morían de curiosidad. Y al correr de nuevo la hoja y aparecer la que tenía el número cinco, la presentó con mucho más interés y preguntó:

- Y en esta última hoja ¿qué es lo que veis?

Varios a la vez dijeron:

- Ya vemos que el dibujo llena por completo toda la hoja pero todavía no sabemos qué es lo que significa este dibujo ni qué es lo que tú quieres decirnos con todo esto. ¿Nos lo puedes explicar de una vez?

- Solo un minuto más y os lo explico con todo detalle.

Dijo el joven y ahora, al levantar la hoja que mostraba y ponerla al final del montón, volvió a verse de nuevo el dibujo y por completo llenando la hoja de papel. Les dijo:

- Prestad mucha atención a esta hoja y dibujo y número seis.

Mantuvo en sus manos frente a ellos esta hoja con el dibujo completo y luego la quitó y apareció la que ya habían visto antes. Por eso, algo más rápido, fue quitando hojas y poniéndolas detrás del montón.

 

               Hasta que, en unos segundos, apareció la hoja en blanco que hacía unos momentos había sido la primera. Aquí se paró de nuevo un buen rato el joven, miró a todos los asistentes y aguardó a que le hicieran preguntas. Solo un príncipe preguntó:

- ¿Y con esto se acaba todo lo que tenías que decirnos?

- Sí y no.

- Pues explícate y no te rías más de nosotros.

- Desde luego que no me estoy riendo de nadie sino que todos merecéis mi mejor respeto.

- ¿Pues entonces?

- ¿Puedo preguntarte algo?

- Claro que sí. ¿Qué quieres saber?

- Solo que me digas si te atreves o no a resumir lo que acabamos de ver.

- Es lo más sencillo del mundo. Tú nos has mostrado unas cuantas hojas, en blanco algunas, con trozos de dibujos otras y con un dibujo completo, la última y la primera. ¿Tan difícil es resumir esto?

- No lo es pero ¿pero qué conclusión sacas de lo que has visto?

- Eso ya eres tú el que tienes que decirlo, si es que no te estás riendo de nosotros.

 

                              En este momento, hubo un gran silencio y todos los presentes miraban con mucho interés al joven. Varios dijeron:

- Sí, venga, explícanos las cosas para que no pensemos que de verdad te estás quedando con nosotros.

Y el joven, decidido habló a los presentes y dijo:

- La vida de las personas, es semejante a las hojas que acabo de mostraros. Al principio, todo está en blanco. Luego, según crecemos, vamos dibujando cada día algo, conforme la vida nos enseña y cada uno soñemos. Llega un momento en que el dibujo está completado y entonces, ni buscamos ni añoramos nada. Nos aferramos a que todo permanezca del mismo modo en que quedó el último instante en que completamos el dibujo. Y eso no es bueno porque, de algún modo, nos cegamos y no queremos crear cosas nuevas porque creemos que lo único valioso y bueno es lo que en nuestras vidas ya tenemos conseguido. Y de este modo, nos ofuscamos tanto que ni siquiera deseamos ver el dibujo de las otras personas. Y sin embargo, la vida no es inmutable. Cada día nacen y llegan a este mundo nuevas personas y crean dibujos nuevos en sus vidas que son tanto o más interesantes a los que ya conocemos.

 

               Y lo más importante: a veces, tan convencidos estamos de que lo valioso es solo lo que nosotros vemos y poseemos que ni siquiera advertimos que la vida siempre supera al principio. Después de la última hoja con el dibujo completo, comenzamos a retroceder y las cosas van sucediendo al revés. Poco a poco el dibujo viene a menos, apareciendo más incompleto hasta llegar de nuevo a la hoja en blanco del principio. Es el final de la vida de cada persona, donde todo vuelve a como no lo encontramos al comenzar. Esto es así y será así siempre, mientras que los humanos poblemos este planeta. Por lo que podemos concluir que nada tiene valor único ni dura siempre. Nuestro dibujo, el que creemos más valioso que todos los demás, es solo un granito de arena que se desmorona y desvanece en el tiempo y forma parte de la gran colección aunque no es del todo así.

 

               Con estas palabras, el joven terminó su aclaración. Los presentes, todos muy pendientes de lo que decía, guardaron silencio y luego, poco a poco se fueron hacia la Alhambra. Entre sí, mientras caminaban, comentaban cosas y luego cuando llegaron a los palacios. Aquel día, al siguiente y al otro hasta que todo llegó a oídos del rey. Éste, lleno de curiosidad por lo que el joven había enseñado a sus colaboradores, lo llamó y le dijo:

- Tu comportamiento y sabiduría me gusta. ¿De qué modo podrías poner un buen ejemplo para que todos los que te han escuchado, se convenzan de que lo que dices es bueno?

- Puedo hacerlo, majestad. ¿Usted me da su permiso?

- Tienes mi permiso desde ahora mismo porque sigo confiando en ti.    

 

               III- El río

               Al día siguiente, a media mañana, junto a las aguas del río Darro y por donde hoy se encuentra el Puente del Aljibillo, se concentraron muchas personas del barrio del Albaicín. Principalmente mujeres y algunos niños que acudían, las mujeres a lavar ropa y los niños a jugar mientras las madres hacían sus trabajos. Pero en esta ocasión, algunas de estas mujeres, traían con ellas algo especial que el día anterior y por la noche, habían hecho en sus casas. Por eso, en cuanto llegaron al río, sobre la hierba, pusieron algunas cestas de mimbre y de esparto y dijeron a los niños y demás mujeres:

- Estos son dulces de harina y miel fresca de algunos enjambres que el otro día cogieron nuestros maridos de los troncos de viejas encinas de las montañas. Hemos traído con nosotras estos dulces para repartirlos entre todos y que disfrutéis de tan rica miel silvestre.

 

               Sobre la hierba, las mujeres de las cestas con dulces, pusieron algunas telas limpias y blancas y encima de estas telas, fueron colocando los dulces de harina con miel.

- Flores de miel, llamamos nosotras a estos dulces. Y venga, no os cortéis, acercaros y comed.

A esta misma hora, por el barranco del Rey Chico, desde la Alhambra, descendía un grupo de hombres. Eran los que el joven había invitado en esta ocasión para que lo acompañaran hasta el río porque deseaba mostrarle lo que él creía que el rey debía saber. En cuanto llegaron al río, todos estos hombres, al ver a las mujeres lavando, charlando entre sí y repartiéndose los dulces de miel, se pararon frente a ellas y entre sí comentaron bastantes cosas. Las mujeres de las cestas con dulces, enseguida dijeron al joven:

- Sin reparo ninguno, acercaros a nosotras y comed de estos dulces todos los que queráis. Son los más buenos y de sabores más naturales que hayáis probado en vuestra vida. Nosotras hoy por aquí, celebramos una pequeña fiesta por los dones que la naturaleza nos ha ofrecido regalándonos esta miel silvestre de las montañas.

Y el joven también dijo a los hombres que le acompañaban:

- Sí, hacerles caso. Mezclaron con estas personas, comed lo que os ofrecen y charlar con ellas. Preguntarle si aman al rey y si están contentos y ven con buenos ojos lo que hacen los reyes de la Alhambra y del modo en que se comportan los poderosos.

 

               Tímidamente los hombres se acercaron, probaron algunos dulces y comentaron varias cosas con las mujeres y entre sí. Y cuando les preguntaron qué opinaban de los comportamientos del rey y los poderosos que le rodeaban, enseguida varias mujeres dijeron:

- Los reyes y los poderosos deberían mezclarse más con nosotros los pobres y compartir sus riquezas, trajes y comidas. Lo mismo que nosotros compartimos nuestras penas y miserias y las cuatro cosillas que tenemos. No es bueno que a los pobres nos opriman tanto y nos quieten no solo la libertad y el derecho a pensar y decir lo que nos gusta o no sino que hasta nos arrebatan con violencia lo poco que cada día tenemos para comer. Decidle estos a vuestro rey y decidle también que no queremos guerras ni que a nosotros ni a nadie nos consideren enemigos suyos. No es sabio ese comportamiento ni al final es bueno para nada.

 

               Los hombres amigos del joven, al oír estas cosas de las mujeres, dijeron que se iban en ese mismo momento. En un lado del río, cerca de los dulces que las mujeres habían puesto sobre las blancas telas extendidas en la hierba, se concentraron. Miraron con superioridad y algo de desprecio tanto a las mujeres como a los niños, decían ellos desarrapados y sucios y comenzaron a caminar hacia el barranco del Rey Chico. Antes de alejarse mucho, algunas de las mujeres, de nuevo hablaron y dijeron:

- Nosotras os hemos acogido con todo el respeto y cariño. Y hasta compartimos con gusto lo poco tenemos. ¿Por qué os marcháis de esta manera?

Y uno de los hombres del grupo comentó:

- Es que dentro de un rato, tenemos una reunión muy importante en los salones de los palacios de la Alhambra. Otro día volvemos.

- Sí, volved por aquí otro día y nos lo anunciáis con tiempo para que preparemos los alimentos que podamos y compartirlos de nuevo con vosotros.

Y no se habló más.

 

               Por el barranco del Rey Chico, a toda prisa y bastante disgustados, subieron los hombres más importantes de la Alhambra en aquellos tiempos. En cuanto llegaron a los palacios, fueron a ver al rey y como éste los recibió de inmediato, los importantes sin rodeos le dijeron:

- El joven que usted protege y dice que es sabio y bueno, a todos nos va a meter en un gran lío.

- ¿Por qué pensáis eso?

Y a su manera y con una versión bastante torticera, los importantes comentaron al rey lo que había sucedido en el río y expresaron el malestar profundo que el asunto les producía. También dijeron:

- ¿Cuándo se ha visto en nuestro reino y gobierno que los pobres digan lo que tiene que hacer el rey y de qué modo debe comportarse? Y más aún: ¿Desde cuanto las mujeres tienen derecho decir a los hombres lo que debemos o no hacer?