Se inaugura una nueva edición donde es de esperar que lleguemos a los diez micros presentados.
FRASE DE COMIENZO: Su hora final
Una reina en apuros
Su hora final haba llegado. Estaban rodeados, los caballos denotaban intranquilidad y cansancio, pero su amor era ms fuerte que las amenazas del rey o que la misma muerte, solo bastaba dar un paso ms.
Tmidamente la mano de ella busc la de l, quien la tomo con firmeza.
-Corten! -dice una voz detrs e instantneamente se siente caer estrepitosamente la guillotina.
-No! Qu has hecho? -grit enojado el director
-Hagan un descanso, maana seguiremos con la toma. -Contino diciendo.
Mara Antonieta, la protagonista, suspira aliviada, se ha salvado.
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Final-prime-time
—Su hora final! —gritan ambos con entusiasmo.
—Es usted un renegado de la vida? Un suicida frustrado y reincidente? —pregunta ella con una deslumbrante sonrisa, aunque no tan llamativa como para conseguir el protagonismo que su escote ya haba acaparado.
—O tal vez es usted una de esas personas que suean con la muerte de alguien concreto? —completa la pregunta el atractivo presentador.
—Tanto si su caso es uno como otro…
—…est de suerte: ha llegado el concurso que esperaba!
—Su hora final! —La sintona del nuevo programa se mezcla con los aplausos del pblico.
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Susto o muerte?
-Su hora final es ahora! La hora final de la injusticia! De la tirana de los mediocres! !La hora final de la sangra de las arcas pblicas! Los ciudadanos de bien ya podemos decir, alto y claro, que hemos hecho lo que tenamos que hacer! Podemos decir, s, que la verdadera democracia sale fortalecida de esta lid!
La arenga termina con la ovacin del auditorio. Satisfecho, el ministro de educacin baja del podio. En ese mismo momento, la demolicin de la ltima escuela pblica da comienzo.
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Sin futuro Su hora final había llegado. De nada sirvieron los avisos y las manifestaciones celebradas durante tantos años.�
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Pensando Su hora final había llegado. “Esto se acaba”, pensaba mirando las maletas que tenía preparadas junto a la puerta. Antes de irse decidió dar un último vistazo al paisaje urbano y se acercó a los ventanales del salón. Las antenas dominaban las azoteas. En la calle la gente iba y venía. “Esta ciudad un día fue mi tierra...”. Un perro se detuvo enfrente de la sede del partido independentista. Arqueó el lomo, puso la mayor parte de su peso sobre las patas traseras y soltó una cagarruta. El dueño sacó una bolsa . “¡No la recojas, no la recojas!”. |
El buen amo y su criado
—Su hora final, seor.
— Ya?
—Me temo que s, seor. Ese manto negro y la guadaa son inconfundibles. Le digo que pase?
— Tengo otra alternativa?
— Francamente no, seor.
—Bien, pues hazla pasar. Y luego aguarda fuera del cuarto.
—Como usted disponga, seor. Pero permtame antes que coloque bien las ropas de la cama y el cojn... As est mejor. Adios, seor. Que Dios le bendiga. Ha sido usted un amo generoso y bueno. No le olvidar nunca.
—Adios, buen Fermn. Gracias por tu afecto y tu lealtad. Pase, seora, pase... estoy listo.
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La conspiracin
–Su hora final ha llegado. Lo siento, camarada presidente –y apret el gatillo sin vacilar.
El cuerpo del dictador cay pesadamente al suelo. Cuando contempl sus ojos sin vida, supe que la pesadilla haba terminado.
Nunca me cre capaz de hacer lo que hice, pero era el destino de la Humanidad lo que estaba en juego. Ahora slo espero que esos condenados yanquis entiendan que en este lado del mundo nadie quiere empezar una nueva guerra. Con Stalin fuera de juego todo ser ms fcil.
[Extrado del Diario Secreto de Nikita Jruschov, Marzo de 1953].
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La ley de la selva
Su ltima hora pareca inminente; estaba atrapada en la red y aquel monstruo horrible, saliendo de su escondite, se le acercaba rpidamente. Pero la suerte puede cambiar en menos de un minuto y la suya cambi cuando estaba a punto de morir: Alguien arranc la red aplastando luego la araa contra el suelo. As fue como la mariposa recobr su libertad.
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