Altaïr y las enanas blancas

Altair y las enanas blancas es una novela sobre la educación sentimental de unos personajes que se entregan al mundo subyugante del futuro, fascinados todos por esas halagüeñas señales de vida que ofrecen el amor y el arte a los ojos inocentes de aquellos que tuvieron la necesidad de enfrentarse solos a la vorágine de una sociedad, profundamente clasista, que se ensaña con quienes pretenden manejarse desde los sentimientos, no queriendo ver que lo que en verdad anda en juego a esa temprana edad es la despiadada competencia que nos clasificará para siempre.

       Alberto, un artista plástico en ciernes, trata de contar una historia de amor, pero se pierde en problemas de lenguaje y hasta acaba incorporándose como personaje para salvar unos argumentos ya un poco impropios para los tiempos que corren. Su narración naufraga en busca de ese estilo que él, como pintor que ha quemado los lienzos y pinceles, cree que la novela también debe quemar aunque no sabe muy bien qué- para equipararse a las demás artes actuales, esas que de alguna manera asumieron las experiencias vanguardistas y se enfrentan al futuro aunque sea mutilándose, pero obviando siempre la indecente repetición, buscando los huecos que dejan las nuevas y poderosas artes audiovisuales.

       Esta historia, escrita a principios de los ochenta, sufrió una poda considerable en el año 1994 al ser pasada al ordenador. Perdió casi cien páginas y hasta un capítulo entero. Lo perdido debía ser redundante e innecesario, pues lo que queda es suficiente para mostrar todo lo que su autor quería decir por entonces.