Beso a bocajarro

Nunca pago por una mujer, a pesar de que ellas a menudo terminan pagándola conmigo. Creo en el ojo por ojo, pero no en pagar justos por pecadores. Los primeros no existen, y si así fuera, tendrían que pagar por muchísimos. Por casi todos.

En cuanto a la apariencia, sin haber sido jamás de portada, nunca he deseado otra. Tengo un rostro que interesa la primera hora, cautiva el segundo día, incomoda el tercer mes y se olvida al cuarto año. Debajo del sombrero llevo pelo grisáceo, a juego con mis pulmones, y tras la cazadora sólo encontrarás el negro riguroso y elegante que visto desde que tengo uso de razón. Más allá, ni yo sé bien lo que hay.

Viena, un detective de un genuino clasicismo en calles asquerosamente dignas de nuestro tiempo.

El asesinato mañanero de un joven en el sillón de su casa no va a ser un caso difícil, salvo que se quiera la auténtica verdad y el trabajo caiga a la desesperada en manos de Viena. El caso apesta y el detective de los malos solo tendrá tres días para resolverlo bien; los días que faltan para que la poli lo cierre mal.

La trama de Beso a bocajarro es descarada y vertiginosa, minada de detalles exquisitos, sorpresas que el protagonista destapa con recursos cuestionables y diálogos tan afilados que pasan de la caricia… al degüello.