Missiell

Cuando los latidos de nuestra consciencia vibran con los de nuestro corazón, se puede sentir el dulce escalofrió de un amor; el aroma de la armonía sumergida dentro del insondable caos señala el sendero de una ilusión como faro inquebrantable de una gallarda esperanza. Causalidad pura pintando los versos de nuestro inmortal espíritu. Entre ciencia y religión una indefensa silueta busca florecer cual Flor de Loto en medio del fango; respirar a través de los miedos del mundo, de los placeres que la sensualidad de su piel y su desdicha despiertan.

 

Esta es la historia de una joven, Missiell, una en la que la intencionalidad de su alma pareciera haber esculpido el dulce poema de su cuerpo: sublime tentación en un valle de sombras disfrazadas de amor; lobos vestidos en pieles de ovejas al asecho del cáliz de su alma o de su tierna figura. Dentro, el quebranto de una mente confundida entre disociaciones alternantes que se disputan el latir de sus sueños y deseos. Ella, tras el transparente telar de su luz y de sus penas, de aquel suave tul que abriga su yo, pareciera observarnos sin guardar secretos, susurrándonos su cruda historia; iluminando una ilusión de colores tras oscuras pesadillas a través de la sensual inocencia de sus bellos... ojos azules.