Absolución

Habían pasado doce años, y aquella monja me había reconocido a la primera, y me había hablado de la revista, de aquellos dos individuos que conocí el primer y único día que visité la residencia, como si todo hubiera ocurrido el mes anterior.  La revista, mi condición de cura, aquella desafortunada peripecia con aquel Juan José o como quiera que se llamara, estaban para mí  perdidos y descompuestos en un pasado remoto, como de otro mundo, y para la monja eran cosa de ayer.

Ezequiel vive una experiencia que le supera, y llega un momento en que no sabe qué hacer con su vida; todo lo ocurrido hasta el día inmediato anterior se convierte en pasado, un pasado sin solución de continuidad. El presente empieza a discurrir ante una espera que se pospone y se dilata sin propósito. Un encontronazo fortuito con alguien que pudiera ser una persona clave de aquel pasado, cambia su actitud ante el presente, ante la vida.

Por detrás de la historia de una vocación frustrada o equivocada que conduce la parte central del libro, hay una historia humana repleta de matices que va mucho más allá de las cuestiones de religión o de fe en las que se engrana.