ANIMUS (El viaje de Mauro)

Hubo una vez una historia. Quizás en mi cabeza. Una preciosa historia que hablaba del alma. Contaba que el alma estaba compuesta, igual que los seres, por dos mitades.

Una mitad, procedía del alma de nuestra madre, nos dotaba de su fragilidad, de su tesón, de su silencio.

La otra mitad, provenía del alma de nuestro padre, gracias a ella, poseíamos la fuerza, el coraje, el miedo.

Así, fruto de la unión entre nuestros padres, surgíamos nosotros, nuestra piel, nuestra fe. Y fruto de la unión de sus almas, nacía la nuestra.

Nuestra alma nos hacía llorar, pensar. En ocasiones, algún ser querido hacía que la � suspendiéramos en un halo desconocido.

Te lo digo con el alma en vilo , alguna vez lo habré dicho. Seguro que tú también lo dirás...

Fue entonces, en el mismo lugar y momento en que Mauro encontró a su madre. Aquel mediodía de diciembre en que hubiera parecido que ella le estaba esperando para no morir sola. Cuando empezó aquel extraño viaje. Aquel viaje en el que él sería el guardián, el mensajero, el portador de dos almas. Sin saber. Tan sólo sintiendo.

Dicen que nuestro sentimiento de pena viene dado por el alma, que en verdad, es ella, quien cuando enterramos a algún ser querido, también pierde parte de sí.

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