Palabras a la montaña y al viento

Palabras a la Montaña y al Viento, invoca la religión de la poesía en su comunión con la vida; en su reducto sagrado que refugia del mundo y su locura, al hombre, cuando la palabra poética, le libera, y protege de la demencia incomprensible del cotidiano vivir. Estas palabras a la montaña se las lleva el huracán con las hojas secas; con el grito desgarrado de los bosques en otoño. Y sabido es que las palabras se las lleva el viento; lo mismo que traspuso la juventud o la infancia y su canto de jilguero; o fue erosionando el sueño de vivir. Estas palabras montañesas que el viento transporta sólo pretenden retener la vida unos instantes; que los paisajes apacibles nos acaricien los ojos; no morir de sopetón, mientras contemplamos el misterio y convulsa belleza de los seres que cada día nacen, crecen, se reproducen y mueren. Mientras que, rindiendo homenaje a la costumbre, sentimos el girar cansado de la tierra sobre su eje, o el caminar silencioso del sol hacia su ocaso. Y la memoria de la montaña, poblada de soledad y muertes sucesivas, sueña un nuevo amanecer. Y las cosas desaparecen en el infinito lento de su inefable eternidad.